08

1.7K 182 32
                                    



En cuanto mis rodillas tocaron el suelo, la bilis subió por mi garganta y vomité lo poco que había ingerido. Cerré los ojos con fuerza, con la esperanza de huir de las imágenes de la pesadilla que me había despertado en mitad de la noche, pero las seguía viendo.

Rojo.

Rojo.

Lo veía todo rojo.

Mi visión se emborronó. Me costaba llenar mis pulmones. Me lloraban los ojos. La presión aumentó y mi pechó amenazó con estallar. Me estaba ahogando.

Me aferré con fuerza al váter cuando una arcada me volvió a sacudir el cuerpo. Jamás había estado tan a merced de las pesadillas. Nunca había dejado que me ganaran el pulso. Hasta ahora. Ahogué una maldición que se transformó en algo más parecido a un sollozo de frustración.

Entonces me vino a la mente la mujer que nos había dado caza. El recuerdo de sus ojos color ébano me erizó la piel. Con el corazón acelerado, me llevé una mano a la nuca.

—Aquí no podrán encontrarte. —No supe por qué me sorprendió su inesperada presencia. Frida tenía un don especial para pasearse por la casa sin que mis oídos la percibieran—. Me he encargado de deshacerme de eso.

No pude evitar suspirar de alivio al notar que, efectivamente, no tenía ningún bulto en la nuca. No le pregunté cómo había logrado sacármelo sin que me diera cuenta, me bastaba con saber que estando allí no podría volver a ser localizada.

Algo suave y cálido rozó la piel de mis hombros y de mi espalda cuando Frida me rodeó con una manta. Me limpié los labios con el dorso de la mano, me puse de pie con dificultad y me aferré al lavamanos con fuerza. Inspiré y expiré lentamente para intentar detener los frenéticos latidos de mi corazón, pero era demasiado difícil cuando la pesadilla seguía repitiéndose en mi mente. El dolor se mezcló con la ira y esa hambre voraz me obligó a levantar la cabeza hacia la mirada que me observaba a través del reflejo del espejo. Su lástima me revolvió el estómago y activó un interruptor que llevaba semanas sin encenderse.

—¿No tienes familia a la que molestar?

—Tú pareces más divertida.

Mis dedos se clavaron con más fuerza en el lavamanos, sentí el mármol crujir bajo mi tacto.

—¿Crees que seguiré siendo igual de divertida si te arranco los ojos?

—Me alegra ver que sigues teniendo la lengua igual de afilada. —Me analizó una última vez antes de darme la espalda y salir del baño—. Descansa, muchacha. Búscame cuando estés dispuesta a hablar conmigo. 


☽ ⋆* ・゚・ *⋆ ☾


Aquella mañana había madrugado con el objetivo de no encontrarme a Frida. Analicé los muebles del salón y de la cocina, tan viejos como los de la habitación de la que me había apropiado, y al final terminé decantándome por una silla de madera inestable de la cocina. Abrí diferentes cajones hasta encontrar un cuchillo y después salí al exterior, donde la lluvia caía con fuerza. Me bastó estampar la silla contra el suelo una vez para separar el respaldo del asiento. Solo necesitaba una pata de la silla para grabar los nombres de Ámbar y de Cloe en ella, pero estaba enfadada y llevaba tiempo sin descargar mi ira, así que le propiné patadas hasta que la silla quedó reducida a escombros de madera sobre la hierba.

—¿Era necesario hacer tanto ruido?

Miré a Frida sobre mi hombro. Había sacado la mecedora y la diminuta mesita de madera del salón al porche, y ahora me miraba con dos tazas humeantes en cada mano. Dejó una en la mesita y a la otra le dio un sorbo una vez se hubo sentado.

EL LEGADO I: A oscuras  (Nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora