Capítulo 2. Indirectas

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- Helena -


Llovía a cántaros cuando conseguí aparcar a dos manzanas del bar en el que solíamos quedar los viernes; y digo solíamos porque con los años las responsabilidades de cada uno habían ido aumentando y el tiempo para salir disminuyendo.

Cuando entré Cristina, Alex, Sergio y Claudia ya estaban allí y reían divertidos con las anécdotas que el payaso de Alex contaba expresivamente. Pedí una cerveza, les saludé a todos y me uní a las risas. No había pasado ni media hora cuando vi entrar a una chica en el bar totalmente empapada recorriendo todas las mesas con la mirada, buscaba a alguien claramente. Llevaba un chubasquero amarillo que me hizo mucha gracia y pensé: tiene que estar helada la pobre mojada como va.

Para mi sorpresa vi levantarse a Sergio y hacer señas a la chica del chubasquero para que se acercar.

- Gente, os presento a Amelia, Lía para los amigos. Acaba de mudarse a Barcelona, nos conocemos de siempre y como le he hablado tan bien de Barcelona se ha animado a venir un año a estudiar aquí.

Lía se quitó el chubasquero y nos saludó tímidamente. Me sorprendió que siendo amiga de Sergio fuera tan jovencita, apenas aparentaba unos 17 años, luego supe que tenía 20. Un cabello castaño largo y totalmente empapado enmarcaba una cara menuda salpicada por unas simpáticas pecas. Era realmente bonita y la rodeaba un halo de inocencia y timidez que te hacía desear cuidarla al instante.

Poco a poco nos fuimos levantando todos para saludarla y la incluimos en nuestra charla. Mientras la íbamos sometiendo al interrogatorio de rigor, yo no podía dejar de mirarla, la manera en que nos esquivaba la mirada muerta de vergüenza mientras nos contaba cómo había acabado en Barcelona, como reía, su espontaneidad, su naturalidad... sin duda un soplo de aire fresco para nosotros que últimamente no salíamos de las conversaciones de nuestros problemas laborales o los logros de nuestros hijos.

- ¿Lía, tienes frío? Estás tiritando.- Preguntó Sergio a la vez que frotaba con energía sus brazos tratando de que entrara en calor.

- Un poco la verdad, tengo agua hasta en los calcetines jeje, pero no pasa nada, yo nunca llevo paraguas, con el chubasquero es suficiente.

- Si, ya veo.- El comentario sonó algo más brusco de lo que pretendía y no pude evitar añadir- No sé cómo se te ocurre salir sin paraguas con la que lleva cayendo toda la tarde, si yo fuera tu madre y te pusieras enferma, encima te ganarías un buen castigo.

No contestó, sonrió tímidamente mirando al suelo y se ruborizó ligeramente.

- ¡Pero por suerte no lo eres! Así que deja a la chavala en paz, ¡qué vaya como le dé la gana!- Esta última en intervenir fue Claudia.

Siempre defendiendo al débil. Pensé.

Pedimos algo para picar y pude observar que ella apenas probó bocado. He de reconocer que desde siempre he tenido tendencia a cuidar a los demás aún y cuando no me lo han pedido, preocuparme por su bienestar es algo que me sale solo.

- ¿No te gusta la comida Lía?- Pregunté con intención de pedirle otra cosa que le agradara más.

- Si, si me gusta, es que no tengo hambre, no suelo cenar.

- ¡Ni cenar, ni desayunar! Lo de Lía con la comida es un caso aparte, anda que no se llevaba broncas de pequeña por eso ¿te acuerdas?- añadió Sergio riendo- ¡¡ Hasta le costó alguna que otra zurra de sus padres!!- Lía le miró sorprendida y roja como un tomate, no podía creerse que su amigo hubiera dicho eso.

- Pues parece ser que no recibió las zurras suficientes... anda Lía cariño, come un poquito que estás bebiendo con el estómago vacío y eso no es bueno.- Le sonreí tratando de no parecer una bruja mandona.

- ¡Ya está Helena haciendo de madre! ¿Te quieres relajar chica? ¡Ya sabrá la chiquilla si quiere comer o no! - Claudia al rescate de nuevo- y en todo caso tendrá una madre para que se lo diga y no tú ¡qué la conoces de hace 1h!

- Jajajajaja tienes razón, perdona Lía, a veces me dejo llevar demasiado por mis instintos de madre, relájate y pásalo bien.

Y eso hicimos, seguimos riendo y bebiendo mientras hablábamos de mil cosas y sonaba la música, eso sí, pude ver que Lía iba comiendo algo mientras me dedicaba alguna que otra sonrisa.

A las tantas de la mañana decidimos dar por finalizada la noche, puesto que era la única que había ido en coche y aún llovía, me ofrecí voluntaria para acompañar a Lía a su casa.

El trayecto fue muy agradable, era una chica habladora y alegre con quien resultó que tenía muchas cosas en común.

Ya en la puerta de su casa le dije:

- Bueno pues encantada de conocerte, nos vamos viendo, pídele a Sergio mi teléfono y quedamos algún día si te apetece, supongo que no conocerás mucha gente aún. Llámame si necesitas cualquier cosa ¿vale?

- Genial gracias, lo he pasado muy bien, te escribiré y nos vemos ¿vale?

- Ok, pero recuerda, nada de tonterías con la comida o recordarás experiencias pasadas sobre mis rodillas ¿de acuerdo?.- Lo dije en tono suave y sonriendo para no asustarla.

- De acuerdo Helena, lo intentaré....- Lo dijo ruborizándose de nuevo y muy seria.

Su comentario con cara de arrepentimiento me enterneció y pensé que ya tenía ganas de seguir descubriendo a la persona que se escondía bajo ese chubasquero amarillo.

Es por tu bien, LíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora