atardecer de tu extrañar.

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Y después, luego de muchos años recorriendo lo que fuimos entendí, te encontré. No nos enamoramos de personas, nos enamoramos plenamente de almas primaverales, todo aquello que siembra, todo aquello que florece y te hace crecer,  todo eso que trasmitis. Te encontré porque me encontré. Me haces bien, te hago bien, nos hacemos bien. Somos ese amor puro, sincero y juvenil que tanto soñamos e idealizamos; pero aca estamos. Somos el vaivén de los atardeceres rosados, ese cielo tan avergonzado que con un pequeño tacto se nos entumecen los poros y los labios de más, mucho más que una amistad.

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