Vestido para la ocasión

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Recapituló. Estaba encerrado en una habitación de tamaño reducido, tras un cristal no muy espeso, pero de suficiente grosor como para reflejar con cierta nitidez su rostro y con un intenso olor a plástico bañándolo cada rincón del lugar. El silencio profundo en el que había despertado dejaba, sin embargo, vislumbrar algunos pequeños sonidos que su respiración y la inquietud habían ahogado hasta ese momento.

Denotaban movimiento y habría jurado que se trataba de pasos. A gran distancia, algo erráticos, confundidos y de más de una persona. Había por tanto un "ellos", esto estaba claro, y a juzgar por lo irregular de las pisadas parecían ir de un lado a otro sin demasiado criterio o con excesiva prisa.

Sintió un fuerte escalofrío en su pecho. Solo había algo peor que imaginarse en una situación como la que él estaba viviendo y era que los responsables de la misma fueran personas nerviosas o sin un plan preconcebido. No quería estar en manos de locos, aunque, por otro lado, ¿qué persona cuerda secuestra y ata a un semejante?

Era incapaz de distinguir nada, pero sí, había voces. Sonaban aún más alejadas que los pasos, pero cuadraban a la perfección con la irregularidad de las pisadas. Había sin duda nerviosismo, había dudas y una constante sensación de peligro flotando en el viciado ambiente de aquella especie de urna.

Trató de mover los brazos en un vano intento por encontrar un resquicio de libertad. Imposible. No había ni una sola posibilidad de hallar una salida, pero en aquel ligero movimiento hubo algo que llamó su atención al dirigir la mirada hacia sus muñecas.

Su vestimenta.

"Ellos" se habían tomado muchas molestias en adecentar su aspecto. Llevaba su mejor traje, algo más que evidente por el pañuelo rojo que sobresalía con elegancia del bolsillo de su chaqueta.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —susurró desbordado por las dudas.

Fueran quienes fueran los responsables de aquello se habían tomado las molestias de cambiar su ropa, habían elegido de su armario el mejor traje y se lo habían puesto con el máximo cuidado preocupándose del más mínimo detalle. ¿Debía aportar ese hecho algo de tranquilidad a su situación? ¿Por qué tomarse tantas molestias si pensaban acabar con su vida?

Los pasos interrumpieron sus pensamientos sonando algo más cercanos, posiblemente incluso en la estancia contigua y las voces aumentaron su volumen sin que este fuera el suficiente para convertir en palabras aquellos ruidos erráticos. Buscó apoyo en el silencio, conteniendo incluso su respiración con el fin de agudizar sus oídos, pero fue totalmente incapaz de dar forma cierta a nada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿Cuánto llevaba ahí? ¿Qué era ese lugar? Se encontraba bien. La posición, la vestimenta e incluso la temperatura de aquel lugar era constante y en cierto modo agradable. ¿Qué podía esperar? Las ideas bullían en el interior de su cabeza tratando de analizar cada detalle que era capaz de recordar de los instantes previos a su secuestro, pero no encontraba en ellos ningún indicio de lo sucedido.

Todo sonido cesó dos segundos más tarde y el silencio envolvió de nuevo hasta el último rincón del lugar. Sus sentidos entraron en alerta máxima y el nudo áspero en su garganta pareció poner en marcha la motosierra que a esas alturas tenía por corazón. Lo que había intentado ser un frío análisis de su situación se transformó con el silencio en una rugosa y despiadada inquietud. ¿Por qué callaban ahora? ¿Qué ocurría?

Su cabeza recorrió con desesperación los cuatro escasos puntos cardinales acompañando el movimiento absurdo que sus pies y manos habían comenzado tratando en vano de liberarse. Fue entonces cuando un salvaje pinchazo en su espalda le reveló algo que hasta entonces había permanecido oculto fruto quizá de su inmovilidad. Algo que aumentó su terror hasta los confines de lo soportable...

Un "algo" que tenía clavado a su espalda.

Podía sentirlo dentro, muy dentro y había bastado un movimiento tan desesperado como leve para notarlo desgarrando el interior de su columna. Hasta ese momento había fracaso en todos los análisis de la situación que había emprendido y estaba convencido de que no sería capaz de adivinar que sucedía con su espalda, pero fuera lo que fuese dolía, dolía cien infinitos y despertaba en su interior horrores inimaginables.

La UrnaWhere stories live. Discover now