1. Soledad, solitaria, sola

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-Honestamente no sé que voy a hacer sin él. - Entre sollozos y mucho, mucho papel, le expliqué a mi mejor amiga Antonia que todo había terminado

- ¿Hola? Pues exactamente lo que venías haciendo. Estudiar, trabajar y ahora volverte la chica más guapa y deseada de la ciudad. - Respira y toma una pausa. -  Sol, escúchame bien, que Emilio vea lo que se perdió, que TE perdió nada más porque es un maldito narcisista que solo piensa en sí mismo.

Tan fácil decirlo, pero tan difícil creerlo...o hacerlo. Para mí el mundo se había detenido. Ya no estaba alegre, todos me miraban raro y sentía que ya nada iba a ser como antes.

En la universidad todos notaron el cambio, yo era literalmente el sol de la clase, siempre feliz, siempre para todos y siempre irradiando luz. Ahora, con un corazón roto y muchas preguntas sin responder, era una chica apagada que apenas hablaba.

Durante el primer mes de ruptura intenté todo. Llamé a Emilio cientos de veces, desde mi teléfono y de otros que él no tenía agendado. Fui a su casa una, dos, tres, cuatro y cinco veces, a rogarle que saliera y lo hacía.

La primera vez, Emilio me dijo que ya no me quería ver más. Eso hizo que llorara a mares unos días más. Le leí la carta que había escrito a mano, pidiéndole perdón por cosas por las cuales no debería pedir perdón.

La segunda vez, Emilio me besó y me dijo que para él también era difícil. Yo estaba muy confundida. ¿Será que todavía me quiere? Pensé.

La tercera vez, Emilio me contó todo lo que ya estaba haciendo con su nueva chica. ¿Cómo le dices eso a la persona que sabes que te ama y que hace solo unas semanas era tu novia? Estaba devastada. Le dije que yo daría la vida por él sin dudarlo, y le pregunté si él haría lo mismo. Emilio se quedó callado.

La cuarta vez, quise hacer como si nada hubiera pasado. Me vestí con la ropa más bonita que tenía y lo acompañé de compras. Al llegar, Emilio me preguntó si me había salido un grano nuevo porque tenía la nariz un poco hinchada. Sonreí y cambié de tema, pero por dentro sentí cómo la herida se abría. Mientras caminaba noté que su nueva chica le escribía y estaba fijada en mensajes favoritos donde yo había estado hace solo 18 días. El tiempo pasa rápido para algunos, pero no para otros.

Cogí mis cosas y nunca más volví a verlo.

La quinta vez, no le hablé, no lo llamé ni toqué su puerta. Solo me senté en la banca donde siempre nos sentábamos y dejé que la noche me engullera para siempre.

SoledadWhere stories live. Discover now