Resignarme. Tal vez, resignarme sea lo mejor que pueda hacer. De cualquier manera no hay salida, no hay escape, lo único que podemos hacer, es seguir vagando y deambulando por estas grises y tristes calles. Seguir con una vida monótona, es lo único que ofrece esta ciudad... Esta vida. No hay alternativa, ni quejarse es bueno porque lo miran como tonto. Gente que cree que es sabia, creen eso porque son ciegos, no miran el daño que les provoca lo que los rodea; porque no ven lo insignificante que es su vida, porque han logrado sobrevivir en esta absurda ciudad.
Ciudad que esta rodeada de imbéciles, de personas que mienten, y esas mismas personas que los rodea la hipocresía. No les importa mentir, les da temor lo que la sociedad piense de ellos, por el simple hecho de ser sinceros, por eso mienten, por eso su alma esta contaminada, esta putrefacta. No hay nada bueno en esas personas, no hay nada que rescatar en su ser. Pobre ciudad triste, que tanto nos ofrece y todo nos quita; pobre ciudad que mueres, gracias a la existencia de esos peculiares seres putrefactos.
Pobre de esos seres, me dan lastima. Más lastima de la que yo causo, pero mi lastima es gracias a eso despreciables seres. Seres malignos que nublan tu mente con imágenes de odio y violencia. Que consumen tu mente con historias sin sentido, con un razonamiento pobre. Que te engañan y asustan, con imágenes de dolor, con golpes, con gritos. Te empujan al hoyo sin salida, un hoyo sin fondo que consume tu vida antes de que caigas. Te reprimen, te acorralan hasta que estallas, hasta que pierdes el sentido y la razón. Se acercan como una horda de granaderos, tratando de dispersar tus pensamientos, lo logran, pero no se quedan satisfechos, vuelven una y otra vez, con estampidas sucesivas, no descanso, no hay piedad; no se conforman con dejarte tonto, te quitan todo lo que tienes, proyectos, aspiraciones, ideas... sentimientos humanos.
Sociedad que se marchita, ya no llueve agua pura, que pueda bañarnos con el suave don del conocimiento, que nos embriague de sentimientos puros, para después regalarlos con las almas que nos rodean. Sociedades que controlan nuestro andar, nos asfixian con su hablar. Nos matan con su intervenir en problemas que no les corresponden. Buscan problemas sin razón, y si no los hay ellos los crean.
¡Malditos, mil veces malditos!, se preguntaran por que odio tanto a la humanidad, o por que escribo palabras de odio a la humanidad. Pero, yo no odio a la humanidad, odio las acciones y el andar de esta sociedad marchita... Sociedad podrida.
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El hombre de la libertad
EspiritualSiempre creí que la libertad no existía, lo sigo creyendo. Pero aquel hombre parecía estar seguro de lo que decía. Aquel hombre, era el hombre de la libertad.