XLVII.

4.4K 241 11
                                    

A pesar de que la fiesta que ha organizado María está muy animada, todos están de buen rollo y creando un buen ambiente, no he podido parar de observar a Natalia quién ha bebido más de lo que suele hacerlo.

Decir que estoy preocupada no sería mentir.

Lleva manteniendo distancias conmigo desde que hemos hablado en el banco hace unas horas ya.

No sé si una parte de mi se arrepiente de haberle contado mi historia con Joan porque parece haber sido el aliciente a todo esto pero creía que era necesario decírselo porque era algo que quedó pendiente de decirle en su momento y no quería quedarme con ello dentro. Teniendo en cuenta que también tenía y tiene que ver con ella, por el contenido del mismo, no podía dejar que siguiera sin saberlo. A lo mejor, incluso, se acercaba al motivo del por qué Natalia estaba enfadada con Joan...

Pero parecía estar equivocándome.

No quería preguntarle ni insistir en que me hablara sobre lo de Joan desde que lo escuché en la boca de Elena. Quería que fuera ella quien un día me sentara y me explicara que ocurrió; ya que entendía que no quisiera saber de mí por obvias razones pero Joan era un amigo desde la escuela primaria. Me costaba entender qué podía haber sucedido para que toda esa mala tensión se formara cuando estaban tan cerca.

Una parte de mí hasta tenía miedo de descubrirlo tras las palabras de Natalia, su mirada asustada y enfurecida, la tensión de sus músculos y su extraña reacción ante lo poco hablado.

Llegó un momento, en ese lapso de tiempo, en el que pude ver un agujero negro en sus preciosos ojos café. Un agujero negro en donde no pude descifrar, por primera vez en mucho tiempo, nada. Era como caer en un precipicio sin fin. Sus ojos no me decían ni transmitían nada; tan sólo negro y una sensación de vacío.

Ante todo eso, un nudo en mi estómago se había formado al momento y aún sigue estando. No sé qué decirme o qué pensar para tratar de ir deshaciendo ese extraño ahogo que me provoca pensar en qué es lo que ocultan esos ojos que tanto me han transmitido desde siempre.

Siento culpa porque las pocas palabras que salieron de sus labios, aunque soy consciente de que no lo ha hecho con intuiciones así ni mucho menos, las he sentido de una manera que ha dolido. Como si fuera la responsable de algo. Pero no saber de qué soy culpable o de qué me tengo que hacer responsable me agobia.

Llevo un rato bebiendo Nestea porque no me apetece seguir probando más alcohol y para cuando veo que Natalia sale al balcón para, posiblemente, fumar, decido acercarme para comprobar cómo sigue.

—Hey— saludo asomando mi cabeza por la puerta.

La veo sentada en el suelo, con el cigarro entre sus carnosos labios y el cenicero a un lado.

—Hola— saluda esbozando una pequeña sonrisa.

Al menos me acaba de esbozar una pequeña y mínima sonrisa.

Ya es algo.

No me ha mirado en toda la noche y comienza producirme una extraña sensación en el estómago que aunque trato de ignorar, permanece intacta.

—¿Puedo sentarme contigo?

—Claro.

Palmea a su lado y avanzo, juntando la puerta para poder tener el barullo de nuestros amigos con menos potencia. Son unos escandalosos, sobre todo, con esa música que han puesto desde hace media hora.

—¿Todo bien?— no sé como abordar cómo está, sin que entre en modo de defensa.

—Sí. Me he mareado un poquito y necesitaba tomar el aire. Pero estoy bien— afirma apoyando su cabeza en la pared y mirándome unos segundos desde esa posición. —Y el cigarro me llamaba desde hace un ratito.

never really over | albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora