epílogo.

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La miel conecta con los ojos oscuros de la pequeña Lacunza que le dedica una enorme sonrisa. Sus pequeños saltos y sus intentos perfectamente controlados para no chillar de felicidad le hacen reír suave recibiendo aquel efusivo abrazo de la misma forma.

—Hola, pequeña— saluda la rubia abrazándola fuerte.

Que bien se sentía regresar a casa; ahí donde, pasara lo que pasara, iba a tener un abrazo fuerte y una sonrisa. Donde no importara el tiempo que pasara, siempre iban a estar esperándola, o la iban a ir a buscar. Porque sí, esta vez, las cosas estaban siendo diferentes.

Había estado un año entre Liverpool e Italia y con pequeños proyectos que iban saliendo tan bien que iba ganando terreno, haciendo que su ilusión y sus ganas crecieran más. Sobretodo, cuando, al otro lado del teléfono, su familia le hablaba con la misma ilusión y la animaba a continuar. Y, también, porque ver todo el esfuerzo de Natalia para no quedarse atrás, le animaba a no tirar la toalla.

Y ambas lo están consiguiendo; quizá, en diferentes escalones pues, a fin de cuentas, Natalia era la revelación musical del año y lo que con ella estaba pasando era una locura. Pero una locura tan bonita; ver como todo el mundo la quería, ver su cara de felicidad a través de la pantalla, escucharla en las entrevistas con su voz ilusionada, llena de emoción... La sensación en su pecho de orgullo y de felicidad de poder ser partícipe tanto como fan como alguien que tenía el privilegio de escucharla hablar con ella por las noches, antes de dormir.

Ha pasado poco más de un año desde que se fue. Y se habían visto en tan contadas ocasionadas que siente el cosquilleo en su estómago como si estuviese a punto de ver a su mayor ídolo de la vida. Los nervios están flotando por cara poro de su cuerpo, siente su cuerpo temblar de la emoción. Y el miedo;

miedo a encontrarse con aquellos ojos con lo que seguía soñando, que seguía dibujando en cada esquina de una hoja en cuanto tenía oportunidad y no ver reflejado lo mismo o el recuerdo de lo que fueron.

—Qué ganas teníamos de que volvieras, ¿cómo estás?— pregunta acelerada aferrada a la rubia que le acaricia la espalda antes de dejar un fuerte beso en su mejilla como saludo. —A Natalia le va a dar algo cuando te vea.

—¿Sigue con fiebre?— es lo primero que sale de su boca haciendo que la pequeña esboce una pequeña sonrisa y niegue al mismo tiempo.

—Está mejor. Sólo necesita descansar. Ha tenido unos días muy intensos y el cuerpo le ha dicho que pare. Que, por cierto... No sé que empeño te ha dado por venir con esa caravana vintage, de verdad... Podrías haber venido más rápido cogiendo un avión y habrías descansado más.

No puede evitar soltar una risa por ese comentario tan de madre. Pero su motivo por el que quería esa caravana, en especial, era única y exclusivamente porque sus planes tenían una intención que no había explicado a nadie, excepto a Marina, su aliada en todo aquello pues había pasado esa última semana con ella y había sido realmente necesaria su ayuda para no volverse loca o morirse de sueño por las esquinas.

Si no estaba ahí es porque tramaba algo con María y le había pedido que la dejara en su casa de buena mañana; que la rubia de tatuajes madrugara, asustaba ligeramente a la artista pero no iba a decir nada al respecto.

—Vamos, pasa. Mamá le está preparando el desayuno.

Elena no duda en agarrar la mano de Alba para que entre en el nuevo pisito, ese que es de Natalia y en el que cuando no está al cien por cien, siempre pide que le hagan compañía para no estar sola, ni sentirse así. Además, que todos se quedan más tranquilos si pueden echarle un ojo y por si necesitara ayuda con algo.

Alba recorre el pasillo de la mano de Elena, observando la decoración. La mezcla del blanco y negro, lo moderno y lo bonito que lo tiene todo le hace sonreír; el gusto de Natalia con todo no deja de sorprenderle.

never really over | albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora