El Ángel y El Lobo

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Ella era un ángel, uno que le gustaba las travesuras. Se denominaba a ella misma femenina. De vez en cuando le gustaba ver lo terrestre, como las criaturas del bosque correteaban y coexistían entre sí. En especial, le llamaba la atención cierta manada de lobos en las noches de luna llena. Sentía que alguno cantaba para ella.

Él era un lobo negro, líder de la manada. Es de lobos aullar a la luna, pero el lobo negro aullaba a algo mas en el cielo algo más hermoso y misterioso algo que había visto y de lo que se enamoró.

Ella no sabia de él, solo a veces escuchaba un tono diferente en el aullido de los lobos.
Detestaba el cielo, no porque era malo, al contrario todo lo que desearas se volvía realidad incluso para los ángeles. Si querías comer, comías, si querías beber, bebías, si querías tener una familia y vivir feliz en un campo, las nubes recreaban esa vida y lo tenías. Para ella eso era demasiado perfecto, le fascinaban la imperfección y los errores en la tierra.
De vez en cuando le encargaban algún trabajo en tierra, y cuando bajaba se adentraba en el bosque, su lugar favorito en el mundo.

Él en cambio, en su mundo solo conocía el desorden. Cada cierto tiempo venia algún lobo forastero para quitarle su manada. Solo había caserías y peleas.
Admiraba el cielo y su tranquilidad. Se imaginaba viviendo en una nube corriendo por todo lo largo y ancho del cielo, solo y sin preocupaciones.

Una noche mientras miraba las estrellas vio como una se movió y se aproximo, luego rápida como un rayo la estrella tomo rumbó al bosque. Cuando la estrella paso cerca de él vio como la luz tomaba forma y se convertía en una criatura hermosa y alada.
Él pensó que a la velocidad tan increíble como caía se podía lastimar al aterrizar y la siguió tan rápido como pudo sin alcanzarla.
A lo lejos escucho con su oído lobuno, como el bosque entero cantaba de felicidad para recibir a esa bella criatura. Las ardillas salían de su madriguera y las aves despertaban, las criaturas del bosque estaban felices y emocionadas por la presencia de esa rara estrella.

Se acerco con curiosidad y cautela lo suficientemente cerca para verla, oculto para no ser visto, a una distancia adecuada para oír pero no ser oído.

Hay fue cuando la vio en todo su esplendor.

El bosque siempre la recibía con una fría fresca nocturna. Los animales nocturnos la esperaban, mientras que los diurnos tan solo con su presencia salían de su ensueño. Ella podía sentir todo a su alrededor, cada ser vivo, cada parte del ambiente, moviéndose para hacer funcionar todo, cayendo y para volver a levantarse.
A menudo ella pensaba en bajar de día, pero no estaba permitido. Aunque los ángeles fueran entes de la luz, solo en la oscuridad podían hacer presencia.

En una noche de luna nueva, donde solo las estrellas iluminaban el cielo, decidió caminar un rato, solo sentir todo a su alrededor, esa noche algo la seguía, ella lo sabia. Desde ese día cada vez que bajaba, caminaba por el bosque, con su pequeño admirador detrás.

Y desde ese día él decidió investigar más sobre la criatura.

Cada noche que la veía bajar, la seguía. Veía como las aves cantaban y jugaban con ella los mapaches le gastaban bromas y ella se los devolvía.

Una noche el soberano del bosque apareció y los príncipes se divirtieron con ella luego durmieron hasta que amaneció. Él solo los vio y no pudo contener una risa cuando al amanecer ella se veía exaltada y nerviosa. Rápido se despidió de sus amigos y se fue transformada en un as de luz blanca, no sin antes voltear a verlo a él mientras despegaba hacia el cielo.

Una de esas noches cuando ella bajo, él en su rutina la siguió a paso lento y constante, pero ella no se detenía como siempre. Solo caminaba y caminaba de repente la perdió de vista.

–¡haaaaaaaa! que tonto soy, ya le perdí el rastro, pero como se desapareció ¡haaaaaaa!– gruñía de frustración, molesto consigo mismo.

Mientras él se reprochaba y gruñía ella lo veía desde un árbol riendo y conteniendo una carcajada.

El lobo todavía confundido y molesto, no se percata que alguien se le acerca de repente. Escucha una voz dulce y alegre que le dice - se fue por allá - y ve una mano señalando una dirección.

Aliviado mira en la dirección que le señalan.

–Gracias le había perdido el rastro – dice suspirando.

Ella le responde alegre y a punto de estallar en risa.

–Me alegro de ayudarte–

Su cerebro reacciona y los instintos toman el control, grita asustado y rueda sobre si mismo para hacer distancia. Ya habiendo tomado distancia muestra sus colmillos en señal de advertencia.

–Alejate no tendré piedad este es mi territorio– gruñe.

Ella al ver todo, desde el grito de pavor, la rodada por el suelo y finalmente la levantada amenazante se queda estática, para de la nada romper a reír mientras sujetaba su estomago. Carcajadas y carcajadas sin parar retorciéndose en el piso y solo diciendo palabras alocadas entre carcajada.

–Jajajajajajajajajaja graaaaaa jajajajajajajaja ciaaaaaaas jajajajaja hay que risa jajajajajajaja no no no me muero jajajajajajajajaja–

El lobo al escuchar esto,  dejo de enseñar los colmillos.

– No te mueras, a veces soy aterrador, pero no te mueras– dice rápido y preocupado.

Ella en eso quedo inmóvil y de nuevo rió como loca pero con mas intensidad, a lo que él reaccionó.

–Tus mejillas están rojas, ¿te sucede algo?–

Ella ríe mas aún, y va calmándose para poder hablar.

–Reir mucho hace que mi sangre suba y me ponga roja– dice aún aguantando una carcajada.

–¿Tu sangre intenta salir?–

–Jajajajajajajaja– otra carcajada –Por favor para, en serio, jajajajaja,–

–¡PERO SI NO TE HE HECHO NADA!– Gruñe frustrado.

–No te molestes no has hecho nada. A todas estas. ¿Hasta cuando pensabas seguirme?–

Quedo sorprendido. Él era el mas sigiloso de la manada.

–Si eres sigiloso, solo que mis sentidos son privilegiados– presume el ángel.

–¿lees mentes?– pregunta él.

–No, pero se interpretar las expresiones y las tuyas son como un libro abierto– dice ella en una sonrisa.

Se acercó a él, se agachó para estar a su altura, alzó su mano para tocar ese pelaje tan brillante como la noche, lo acaricia detrás de sus orejas, como si de un pequeño cachorro se tratase.

El lobo se estremece al tacto, alza un poco la mirada para ver su rostro iluminado por la luna. Sus alas recogidas se veían tan firmes y fuertes, no eran totalmente blancas, podría jurar que son mas bien perladas. Su rostro con lineas tan finas, cabello largo, ojos brillantes como la luna y esa sonrisa que era tan hipnotizante.

–Eres hermosa– dice el lobo sin pensar.

Ella vía sus ojos color café mientras él lobo dijo eso. Los animales siempre le dicen lo hermosa que es, pero este en particular, se sintió diferente, le dio una pequeña sensación en todo el cuerpo totalmente nueva.

–Estas roja de nuevo. ¿Volveras a reír?– dice el lobo intentando olvidar la bobada que dijo anteriormente.

–No me voy a reír... Esto es... No se...–contesta nerviosa – me tengo que ir pronto amanecerá –

Rápido abre sus alas, un espectáculo para la vista, y envuelta en una luz vuela como un rayo hacia el cielo.

Nota del autor: Continuara... Algún día...

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