Capítulo III

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Rob Lucci me llamó citándome para ir a cenar en un restaurante que había reservado y yo, obviamente, acepté encantada. ¿Quién no se podía resistir ante ese hombre? Me quedé boquiabierta al averiguar qué era el hombre que estuvo el viernes en el prostíbulo. Con ese traje blanco no parecía el mismísimo demonio, parecía un arcángel. ¡Por los cuernos de Satanás! Salí de la ducha recién bañada para caminar hacia mi habitación ya con la ropa preparada en la cama. Un vestido negro corto con escote, unas medias negras que me llegan a la pantorrilla y unas botas muy monas con un poco de tacón. Dejé mis cabellos lisos sueltos, pero siempre tenía en mano un coletero por si hace calor.

Me senté en mi asiento comenzando a maquillarme. Me encanta el pintalabios negro, me quedaba de lujo en mis labios; aunque no suelo pintarme esa zona. Dejaba que sean los más naturales del mundo. Ya preparada, recogí mis cosas dispuesta a salir de mi casa e ir a la parada de autobús, ya que suponía que estará al pasar. Era una gran putada tener el carné de conducir y no tener coche, y explicaré el porqué. Era difícil aparcar por aquí porque había unos ladrones y no me haría mucha gracia que me lo robasen. Apareció de repente el vehículo a lo que subí sin rechistar. Recibí silbidos de muchachos que me miraban con descaro. Lo siento chicos, esta muchacha ya tiene a alguien con quien divertirse. El viaje será largo, así que me dispuse a ponerme los cascos a escuchar música.

Minutos después, el autobús giró a la izquierda donde se avistó un accidente de coches. El fuego parecía estar vivo, devorando lo que tenía a su alrededor. Tenía un amor y un odio al mismo tiempo a ese elemento de la madre naturaleza. ¿Por qué? Porque mi culpa murió mi rata prendiéndola. También mi abuela me contó historias de que nuestras antepasadas, que eran brujas, su debilidad eran las llamas porque eran señal de purificación. Puede que ella tendría la razón, era una sabia y cuando decía algo nunca mentía. Bueno, debía estar relajada porque dentro de poco llegaré al restaurante. No me gustaba llegar tarde a mis citas; sobre todo, si estamos hablando de un chico de la mar de encantador y sexy para mis ojos.

Esperaba que no me haya dado el plantón y que esto no sea una puta broma porque, si es así, no dudaría en conseguir su mechón de pelo de esa melena negra y hacer un muñeco vudú y que sufra. Yo solía ser muy vengativa con la gente que me cae como el puto culo. Bajé del autobús ya llegando a mi destino caminando en dirección allí. Entré viendo un entorno bastante agradable para mis ojos. Me acerqué a la recepción para hablar con la chica y le dije que tenía una mesa reservada con el nombre de Rob Lucci. Me indicó unas mesas que se encontraban al lado de unas cristaleras donde podías ver perfectamente el exterior del lugar. Y ahí estaba él. Ese traje blanco le quedaba de escándalo al igual que su sombrero de copa. Creo que era su marca.

Me acerqué a él para que se percatara de mi presencia. Y yo me dedicaba a mirarlo. Ese rostro fino como la de un felino, le sentaba bien. Esas curiosas cejas junto con su barba bien cuidada le hacía ver un hombre atractivo y puede que un caballero. Nuestros ojos tomaron contacto, esbozando una gran sonrisa al verme. Se levantó para recibirme como era debido.

—Siento haber tardado —me disculpé con educación. Sí mi madre estuviera aquí, ya me gritaría diciendo: «¡Eres una maleducada!».

—No te preocupes. Cinco minutos son cinco minutos —comentó mientras tomó mi mano para besar mis nudillos. Que caballeroso—. Permítame que se siente cómoda. —Se dirigió al otro extremo de la mesa para separar la silla y poder sentarme.

—Muchas gracias. —En serio, ¿qué chica gótica tendría está oportunidad como yo?—. Pensaba que esto sería una broma.

—¿Por qué?

—Porque a lo mejor no te interesaba quedar conmigo.

—Debería decir lo mismo. Yo pensaba que me ibas a dar el plantón —confesó él.

Amar a una "gótica" (Lucci x Golzy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora