Capítulo 2

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Mi hermano a veces me pone de los nervios, ha estado una hora arreglándose, una maldita hora, y aquí sigo, esperando en la puerta para ir al instituto porque mi madre dice que tenemos que ir juntos. Algo que sigo sin entender, ya soy mayorcita para poder ir sola.
—¡Vamos que llegamos tarde! —grita mientras viene corriendo hacia la puerta.
—¿Estás de broma?¡Llevo esperándote más de diez minutos! —digo elevando la voz, pero él ignora mi comentario y sale por la puerta.
—No hay tiempo de hablar, es tarde.
Salgo detrás de él, cerrando la puerta de casa y dirigiéndome al ascensor, donde Lucas mira sin pestañear a la nueva vecina. Desvía por un momento la mirada hasta mí, diciéndome todo con ella.
Le gusta la nueva vecina.
Bueno, ¿Qué chica no me gusta a mi hermano?
—Hola, buenos días, tú debes ser la nueva vecina ¿No? —pregunta este, pero ella solo se limita a echarle una fugaz mirada y entrar en el ascensor, el cual acaba de abrir sus puertas.
Lucas vuelve a mirarme, más sorprendido que antes.
La verdad es que me causa gracia esta situación. Mi hermano tiene el ego muy alto, y no va a pasar por alto que una chica se lo dañe.
Los dos entramos en el ascensor, pero la chica ni siquiera levanta la cabeza. Yo aprovecho de nuevo para mirarla. Esta vez lleva unos vaqueros negros rotos y una camiseta gris ancha con una chaqueta de cuero o piel sintética negra, no soy muy buena diferenciando texturas. Subo la mirada hacia arriba y me encuentro con sus labios. Pienso en cómo sería tocarlos y sentir ese pendiente con mis dedos, o sentirlo con mis labios...
Meg, controla tus pensamientos.
Aparto la mirada de ella para fijarla en el suelo hasta que se abren de nuevo las puertas del ascensor. Lucas y yo vamos hacia la parada del autobús, que, según internet, llega en cinco minutos. Sigo con la mirada a la nueva vecina, quien desaparece entre las personas que caminan en la acera.
—Está buena la nueva vecina —comenta Lucas, devolviéndome a la realidad—. Un poco borde, eso sí.
Sí, está buena.
Al llegar al instituto Lucas se va con su supuesta novia y yo me encuentro con Cris y Paul, que, al parecer, son los únicos que vendrán a clase esta semana. Las demás están aún de vacaciones.
—Buenos días linda —saluda Paul.
—Buenos días mi mexicano favorito —digo y él rodea mis hombros con su brazo, apretándome contra su cuerpo.
—¿Y yo qué? —dice Cris, cruzándose de brazos.
—Te vi ayer —contesto, a lo que ella me responde poniendo los ojos en blanco y dando media vuelta para caminar hasta la entrada del instituto.
—Qué dramática es —añade Paul y yo asiento con la cabeza. Cris puede ser muy dramática y rencorosa, pero la queremos igual.
Las horas de clase pasan lentamente, tanto que casi me duermo en una de ellas. Menos mal que comparto clase con Paul, él ha sido quien me ha dado un codazo para que me despertara.
Solo han hecho las presentaciones de la asignatura, cómo nos van a evaluar, trabajos… Y, como no, han hablado de la selectividad. Mis padres me avisaron de que en bachillerato no hay ni una sola clase en la que la selectividad no salga como tema de conversación, incluso en primero, y parece que se ha cumplido. Las charlas se basaban en que teníamos que sacar las mejores notas posibles, sobre todo este curso, ya que segundo era más complicado y había menos tiempo para estudiar.
No puedo quejarme de mis notas, estoy en una media entre siete y ocho sobre diez, algo que espero que no baje este curso.
Al terminar el horario de clases, Cris y Paul proponen ir a comer los tres a un bar/restaurante que acaba de abrir cerca de mi casa. Acepto ir con ellos después de avisar a mi madre que comería fuera.
Cuando llegamos, una camarera nos atiende y nos da una mesa para tres personas, pero, al girar la cabeza, un rostro que me resulta familiar me llama la atención.
Es la nueva vecina.
Se encuentra apoyada sobre la barra, con la mirada fija en algo que hay sobre esta. Y, como si supiera que alguien la está observando, levanta la vista para fijarla ahora en mí.
Siento como mis mejillas arden al haber sido descubierta y desvío mi mirada rápidamente. No esperaba encontrármela aquí, bueno, en ningún lado. Nunca me he encontrado con mis vecinos fuera del edificio.
—Meg —me llama Cris—, ¿Qué quieres de beber?
La camarera que hay frente a nuestra mesa me mira, esperando mi respuesta con una sonrisa amable.
—Ah, perdón. Agua, por favor —digo, sintiendo un poco de vergüenza al no haberla prestado atención.
La camarera apunta mi bebida y enseguida da media vuelta para ir hacia la barra, donde se encuentra mi vecina misteriosa. Ella se mueve ágilmente detrás de la barra, sirviendo nuestras bebidas. Desde aquí, parte de su cuerpo queda oculto tras la barra, pero puedo ver como el uniforme le queda ceñido a su cuerpo, marcando cada curva de este. Las dos veces que la he visto ha sido con ropa ancha, y verla con esa ropa tan ajustada hace que no quiera parar de mirarla.
—Meg —vuelve a llamarme Cris—, ¿Estás bien? Desde que hemos llegado estás como en otro mundo.
—Sí, sí, solo estoy cansada —contesto, dirigiendo la vista hasta mis amigos.
—Yo creo que alguien está rondando su cabecita —añade Paul—. Dinos quien es el afortunado o afortunada —ambos me miran con una sonrisa, esperando mi respuesta.
—No hay nadie, de verdad, solo estoy cansada.
—Vamos a hacer como que te creemos.
La camarera que nos atendió hace escasos minutos trae nuestras bebidas y anota la comida. Pido una hamburguesa, tampoco me ha dado mucho tiempo a mirar la carta, he estado más pendiente de otras cosas…
Minutos después nuestra comida está sobre la mesa. Pensé que la traería la camarera anterior, pero, al levantar la vista, me encuentro con unos intensos ojos grises, unos ojos que me reconocen al instante y hace que desaparezca su falsa sonrisa para apretar la mandíbula.
Me fijo detenidamente en el aro que lleva en medio de su labio inferior. Nunca me han gustado los piercings, y menos en la zona de la cara, pero no sé por qué me resulta tan sexy e irresistible el suyo. Más arriba, en la nariz, tiene otro, del mismo color.
Bajo la vista hasta su chapa de identificación, donde pone Chloe Torres. Ella baja la mirada y se da cuenta que estoy mirando la chapa con su nombre, lo que la hace reaccionar y dar media vuelta para desaparecer de nuevo.
Chloe.
Se llama Chloe.

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Hemos averiguado el nombre de la vecina misteriosa.

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