❥𝘥𝘰𝘴

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Emilio bajó las escaleras corriendo con la mochila en un sólo hombro y el cabello alborotado.

– ¿por qué tan tarde?

La madre del rizado habló mientras sacaba las croquetas de su perrita del microondas.

– entro en quince minutos y son veinticinco caminando – se intentó acomodar el cabello y comió una pan tostado que había en la mesa

– ten, hoy me dieron día libre – la castaña clara lanzó las llaves de su auto hacia su hijo

– te amo mamá, gracias – sonrió y se acercó a darle un beso en la mejilla de despedida.

Salió de prisa y se subió al auto, agradeció que su madre tuviera día libre pues en auto llegaría en diez minutos.

Entró a la preparatoria corriendo para buscar su salón pero antes de llegar se chocó con un cuerpo delgado y bajito. Antes de caer al suelo lo sostuvo de la cintura y observó su rostro.

– ¡chico pingüino!

Emilio sonrió al encontrarse al pequeño entre sus brazos. Joaquín se removió incómodo pues se sentía atrapado y el toque suave le comenzaba a causar ansiedad.

– ¿p-podrías soltarme? – pidió con amabilidad y algo de timidez

– oh, lo siento.

El rizado se separó del menor y lo soltó aún con una sonrisa en su rostro. No sabía por cuánto tiempo se había quedado ahí parado sólo observando al castaño quien tenía la mirada baja.

– y-yo tengo c-clase.

– ¡sí, yo también, perdón! – soltó nervioso – te veo luego – se despidió con otra sonrisa y caminó hacia el salón.

Emilio caminó con la mente llena de la sonrisa, los ojos y el hermoso rostro del pequeño chico pingüino. Quizás en un principio no lo había visto con otros ojos pero ahora comenzaba a sentir que sólo junto a él podía sonreír sinceramente y ser él mismo.

En cuanto llego a su salón, caminó hacia su asiento acomodando su mochila a su lado.

– ¡hey, Emilio! – uno de los compañeros del rizado habló, sacándolo de su cómodo silencio

– hola Diego – soltó suavemente con una pequeña sonrisa

– te noto extraño.

– ¿extraño?

Diego se sentó en el lugar frente al castaño observándolo.

– ¿viste que hace unos días al niño raro le pintaron la taquilla? – habló el rubio con una sonrisa burlona. Emilio se puso serio por completo.

– no es un niño raro. – habló seco y comenzaba a molestarse

– claro que lo es, se la pasa moviendo sus dedos de forma extraña, no pronuncia bien algunas palabras y siempre está hablando sobre la antártica y focas – habló nuevamente

– es la Antártida y es sobre pingüinos. No es un niño raro, tiene autismo. Imbécil. – Emilio lo miró de la forma más dura que pudo.

No soportaba que la gente le hiciera daño a ese chico, mucho menos que hablara mal de él. No sabían lo que ocurría y sólo decían las cosas sin pensar.

– oh...no sabía. – mencionó avergonzado

– no, nunca sabes. Nadie sabe ni una mierda sobre otra persona. Sólo saben juzgar y no piensan, sólo hacen daño sin saber cómo le afectaría a la otra persona. – volvió a hablar con un tono más elevado

a u t i s m o; e m i l i a c oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora