Prólogo : El Destino de los Impios

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Mi día se convirtió en noche y la noche en día

El último pasaje se abre

Dejando una estela oscurecida bajo una luna roja

Las estrellas lloran la pérdida del Sol

Mientras que nosotros, nosotros nos quedamos

No le tememos a la noche que viene con su ejército

No le tememos al fuego que viene de la Tierra

Le tememos a aquel que no viene ni del cielo ni de la tierra

Le tememos al Caído

Las fuertes jaquecas habían aumentado desde los últimos meses, no me preocupaba por ello en realidad, solo estaba cansado. Mis estudios me exigían bastante, así que no había dormido bien las últimas semanas, eso era todo. Mamá se "preocupaba" demasiado, yo estaba bien, solo eran unos dolores que iban y venían, no era nada grave. Intenté seguir durmiendo, pero, mi celular comenzó a vibrar.

- Diga-

- Caín, lo siento por llamarte a estas horas, soy yo, Laura-

- Ah, eres tú-

- ¿Estas bien?-

-¿Qué si estoy bien? Claro que estoy bien, no entiendo para que me llamas a estas horas para preguntar estupideces, estaba durmiendo-

- ¿Dónde estás?-

-Laura...- Estaba a punto de reprocharla, abrí los ojos, cuando analicé la situación noté una gran diferencia, el techo de mi casa había desaparecido, había escombros cubiertos con vegetación y moho por todos lados.- Laura, ¿estás ahí? ¿Hola?- La señal había desaparecido.

No sabía en qué lugar me encontraba, las calles estaban desiertas, los edificios habían colapsado, la vegetación había consumido gran parte de la ciudad y todo parecía indicar que la actividad humana se había detenido hace más de un siglo.

Me incorporé en una cama vieja y polvorienta, seguía vestido con la misma ropa con la que me había dormido, por un momento me alivié al no haberme puesto el pijama. Salí a inspeccionar el lugar, buscando señal para volver a contactarme con Laura. Caminé casi dos horas en busca de personas o al menos de señal telefónica, sin embargo, no tuve éxito. Mi cabeza daba vueltas y no entendía que había sucedido, aun así, el miedo no me sobrepasó, por alguna extraña razón me sentía a gusto en aquella desolación total, era como si yo proviniese de este mundo en ruinas. Caminé hasta llegar al gran puente que unía nuestra ciudad con la isla artificial de Sion, el puente era lo único intacto. Todo era muy extraño, no había ningún cuerpo, ni si quiera rastros de presencia humana en aquel lugar, solo una enorme ciudad fantasma destruida.

Cuando sonó la alarma y abrí los ojos di las gracias de haber vuelto a la realidad, suspiré. Cada vez que tenía estas alucinaciones era peor, esta realidad paralela con la que soñaba cada vez me parecía más real. Los dolores de cabeza y el sangrado de nariz eran cada vez más frecuentes. Alguien tenía que levantar la familia otra vez, y ese alguien era yo.

Mis padres se habían separado hace cinco años. Papá huyó de casa una noche, dejándonos con una millonaria deuda la cual nos era imposible pagar. Fuimos obligados a vivir en un pequeño departamento con mamá y mis dos hermanos, sin embargo nos las arreglamos para salir adelante. Todo parecía ir bien, mi hermano mayor, Abel, era una persona estudiosa y había decidido terminar su carrera universitaria para sacar a la familia adelante, sin embargo, justo después de graduarse recibió una llamada, tomó sus maletas y nos abandonó igual que papá. No dijo ni si quiera una palabra de hacia dónde iba, o si quiera si lo volveríamos a ver. Desde entonces mamá cayó en depresión, he intentado hacer todo lo posible por llenar el vacío que Abel dejó, sin embargo, nunca es suficiente.

En los muros de SionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora