XXV

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MessaSinMantell

Paul

y ahí estaba yo, preparándome para la estúpida fiesta a la que tantas veces insistí en no ir, ¡ni siquiera tenía ropa presentable!

Gruñí por lo bajo al apreciarme frente al espejo, aunque quisiera negarlo, la única persona que me hacía querer ir medianamente bien, era John.

Me ponía de los nervios el sólo pensar volverlo a ver, y aunque quisiera decir y afirmar que no me importaba en lo absoluto, tal vez las mariposas no se habían ido del todo.

Suspiré, y como costumbre me giré un poco para apreciar mi trasero, me gustaba que se notara, pero tampoco quería que se viera muy enorme, aunque era imposible, mi trasero ya era enorme.

Peiné mi cabello con mis manos y luego lo revolví, no me gustaba que quedara tan perfecto.

Apliqué perfume luego de darme una última mirada, y salí de la casa que aún me resultaba ajena a mi, pues la esencia de mi familia era lo que más me faltaba.

Observé el reloj de mi muñeca, e hice una mueca al ver que ya se me hacía un poco tarde, tenía que encontrarme en casa de Suart -y por lo tanto la de John- a las ocho, y ya eran las ocho y diez minutos, bueno, por esperar no se van a morir.

Caminé con prisas por las calles de Londres a las que aún no me acostumbraba del todo, lo bueno era que Stuart vivía a la vuelta de la universidad, entonces mi camino no era muy difícil de descifrar.

Mis dudas empezaron a surgir cuando estaba a dos pasos de la casa de mi amigo, vi a John con un semblante molesto mientras palabras seguramente groseras -y dirirgidas a mi y a mi impuntualidad- salían de su boca y mientras su estúpida novia china come perros lo abrazaba por el torso, cosa que sólo yo podía hacer.

Borré los pensamientos de mi cabeza cuando la voz de Suart se hizo presente.

"Calmate, imbécil." su mirada se fijaba en mi "ahí está." esta vez me señaló con su cabeza.

Sonreí un poco mientras mis mejillas se tornaba rosadas, lo sabía por el calor que ya había en ellas.

"Ya era hora, princesa," me saludó John con sarcasmo en su voz "aquí tus súbditos te estábamos esperando."

Rodeé los ojos y saludé en un tono bajo.

"John, no seas así," lo reprendió May en un tono dulce que me podía causar diabetes. "hola, Paul" me saludó sonriente y achinando más sus ojos de china barata.

Sonreí con exageración y al parecer John lo notó, pues quiso que nos fuéramos de ahí, seguramente lada alivianar la tensión que siempre se formaba por mí culpa.

John y yo caminábamos mientras seguíamos a Stuart y a May, quienes iban delante de nosotros, pues andaban a un paso acelerado.

"Lo mejor se hace esperar ¿no es así?" soltó de la nada dejándome desconcertado.

"¿De qué hablas?" pregunté frunciendo el ceño y mirando sus ojos marrones, que bajo la tenue luz de la luna, se veían adornados por un brillo que me parecía familiar.

"pues que tu has llegado tarde," siguió diciendo "eso quiere decir que tu eres lo mejor de la noche."

Mis mejillas estaban encendidas y la sonrisa tímida que adorno mi rostro seguramente me hizo parecer idiota.

"por eso tú novia llegó de primera, ¿no es así?" la carcajada que soltó me desconcertó, pensé que se lo tomaría peor.

"se puede decir que ella es la excepción a esa frase." me dijo sin pudor alguno, y pude sentir como mi ánimo bajo hasta el subsuelo al escucharlo.

En ese momento, él caminó más rápido, o yo camine más lento, pues me quedé atrás del todo mirando al suelo y luchando con unas ganas increíbles de no tirarme a llorar ahí. Me sentía tan infantil, por dios, tenía ya dieciocho años, y parecía de trece al sentirme así por algo tan insignificante.

Levanté mi mirada y vi como John enrollaba su brazo al rededor del cuello de May, como desearía que lo estuviera haciendo conmigo.

Al parecer Suart notó mi cambio tan repentino, pues se detuvo para esperarme y ponerse a mi lado.

"¿qué sucede, Paul?" me preguntó buscando mi mirada.

Negué con la cabeza e intenté sonreír.

"nada." mentí "Es solo que me acuerdo de mi casa, y me siento un poco mal, pero en la fiesta se me pasará."

Este al parecer me creyó, o tan solo decidió no seguir con un cuestionario, pues sabía que tal vez me incomodaría.

Luego de unos minutos más andando, llegamos a una casa bastante grande y lujosa, se veía que aquella persona de verdad tenía dinero.

Stuart tocó el timbre de la casa, cosa que me pareció bastante inútil, pues con el ruido que emanaba la música me parecía casi imposible que alguien escuchara el timbre.

Mis pensamientos fueron ciertos cuando cansados de esperar, John abrió la puerta y efectivamente, está estaba abierta para que los invitados pasaran.

Nos adentramos en la casa -o tal vez mansión- y mis ojos la recorrieron.

La mayoría de la casa era de un color blanco, aunque también combinaba los colores como negro y gris, se veía muy moderna a decir verdad.

"¡Stuart!" se escuchó una voz masculina pero suave.

Me giré para ver de quien se trataba, y vi que era un chico delgado de cabello hasta los hombros y con un estilo bastante peculiar, que a decir verdad, me gustaba.

"¡Deacy!" le devolvió el saludo y se estrecharon en un envolvente abrazo. "Mira," dijo cuando se separaron "este es Paul" le comentó mientras ambas miradas se dirigían a mi.

Sonreí.

A decir verdad, no entendía muy bien de lo que estaban hablando, yo me dispuse a leer sus labios, pues la música no me permitía escuchar muy bien. Levante mi mano para saludar al dueño de la casa aún sonriendo.

Sentí como un leve apretón se posaba en mi brazo izquierdo, me giré para ver de quien se trataba, y vi a John con un semblante relajado, me hizo una seña con la cabeza indicándome que lo siguiera.

Pensé en negarme, pero joder, John era John, y yo siempre sería su maldito soldado, lo que él me pidiera yo lo haría, porque si, aún estaba enamorado de John, maldita y locamente enamorado de él.


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