Él es invierno

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Sus días solían ser siempre iguales, se levantaba muy temprano por las mañanas, cerca de las 7 am para poder ducharse y prepararse para su trabajo en la cafetería del centro, esa muy popular, que abría a las 9 am; y no es que Jihoon fuera una persona que gustara de madrugar, pero cuando la vida te trata como lo ha tratado a él, hay que comenzar a hacer sacrificios, incluso si se trata de preciadas horas de sueño que tanto extraña. Cuando la ducha y su desayuno (una tostada y un café instantáneo, nada como esos finos café de grano de la cafetería) ya estaban listos, partía en su bicicleta para ahorrar pasajes y poder seguir ahorrando, abría la cortina de metal de la cafetería, sacaba el letrero, bajaba las sillas de las mesas y giraba el letrero de cerrado a abierto para comenzar su día.

El lugar era tan popular que a veces incluso había gente esperando afuera, tenía que saludarlos con un gesto incómodo (pues la gente lo incomodaba mucho) y dejarlos entrar antes de poder acomodar las cosas. Atendía con tranquilidad, recibía propinas de sus clientes habituales y entonces, como cada día, a las 10:05 am como si de una alarma se tratase, la campanita de la puerta sonaba creando un eco en sus tímpanos, su corazón se apretaba un poco al mismo tiempo y ahí podía verlo, como cada día, a ese hombre tan bien peinado, con su traje perfectamente planchado y su sonrisa impecable que marcaban las margaritas en sus mejillas y las rosas en sus labios. Jihoon siempre titubeaba, no importaba cuánto tiempo llevara atendiendo a la misma gente, siempre sentía sus manos temblar y su estómago revolverse cuando el hombre atravesaba la puerta.

Un capuccino venti con 2 de azúcar, sin bombilla y dos sándwich ave pimentón, el pan más blanco que encontrara.

Cada día pedía lo mismo, y cada día lo tenía listo para cuando su sonrisa atravesaba esa puerta.

- Es un día encantador hoy - le dijo sonriendo, como cada mañana, con la billetera en sus manos, entre cerrando sus ojos en una sonrisa aún más grande al ver su pedido listo... - Como cada mañana - afirmó y Jihoon asintió.

- Tengo buena memoria - mintió, pero aquella mentira le hizo recibir esa cálida mirada.

Por supuesto que Jihoon no recordaba cada pedido de cada persona que visitaba esa cafetería diariamente, a veces ni las caras recordaba, y cuando lo saludaban amistosamente debía asumir que era un cliente habitual; pero ese hombre de traje y corbata era distinto. Había memorizado la hora a la que llegaba todos los días, lo que pedía todos los días sin falta, las frases halagadoras y cómo sus margaritas se marcaban en sus mejillas cada vez que le sonreía apretando sus labios amistosamente, entre cerrando sus ojos rodeados de largas pestañas que, estaba seguro, podrían acariciarle el rostro si se acercaba lo suficiente.

Se despidió con la mano al verlo atravesar la puerta otra vez y, como cada mañana, esa soledad amarga lo invadía por completo. A veces deseaba atreverse a pedirle su número, pedirle su whastapp para poder conversar en sus ratos libres, a veces quería preguntarle qué hacía por las tardes de los fines de semana o cuál era su música. Ensayaba sobre su bicicleta cómo hablarle y cómo salir de las mismas palabras monótonas de siempre, pero cada vez que lo tenía en frente se congelaba y solo era capaz de sonreír como si tuviera dolor de estómago y entregarlo el café y el pan, a veces agregaba un "disfrútalo" o un "buen provecho" con su boleta, pero jamás podía alargar más buena conversación.

"Tampoco es como si estuviese interesado en mi de todos modos" pensaba jugando con una bolsita de azúcar, suspirando porque era obvio que ese tipo de hombre era el tipo que se casa, tiene hijos, un auto de lujo y un perro.

Jihoon solo era... Él.

Cuando terminaba su turno a las 5 dejaba su delantal en la habitación trasera, conversaba un poco con la gente, cargaba su bolso deportivo al hombro y partía en su bicicleta a su próximo destino que no era su departamento.

Las estaciones [JiHan/Jicheol]Where stories live. Discover now