Memoria 3: Colorín colorado esta ruptura aún no se ha terminado

122 12 6
                                    


Miro a mi alrededor y no hay nadie, todos se esfumaron. ¿Un abrazo? No hay quien me lo de, me encontraba yo y nadie más; no sabía cuánto podría aguantar de ese escalofriante miedo, lo desgarrador que resulta saber que se fue para la iglesia sin mí. Tenía el recuerdo de su mirada, esa mirada suya, puedo jurar que no tenía ganas de mirar a nadie más.

Como lo mencioné, era de noche y comenzaron a caer gotas de agua que se confundían con mis lágrimas, supe de inmediato que encontré lo que no buscaba: La soledad. No me gustó para nada sentir esa sensación, de que no era tan importante como lo creí, de quitarme la venda de los ojos y descubrir que estaba viviendo en una farsa construida por mí; Pero sé que ella me amaba y yo la amo, es lo más importante.

La manga del suéter fue la herramienta perfecta para secarme las lágrimas de los ojos, mire el cielo y le prometí a las estrellas que lucharía por ella.

― ¿A qué iglesia fue abuela? –le pregunte a mi madre.

―A la iglesia central, hoy habría una culto especial –menciono ella mientras seguía leyendo su revista.

Sabía que mi madre se molestaría si salía a buscar a mi abuela, estaba lloviendo pero eso era lo de menos. Cuidadosamente abrí el portón de madera y con sigilo camine hasta la esquina, pensé un par de veces en regresarme, pero me aferre en su mirada, en los besos que me daba en la frente, en las noches que no había luz en casa y ella se desvelaba con un cartón echándome aire mientas yo dormía, en las miles de veces que encendía el fogón de leña para calentarme el agua y bañarme en esas frías madrugadas de colegio.

Apure el paso, las gotas caían en las solitarias calles, juro por Dios que tenía mucho miedo, si mi madre se diera cuenta que salí, se me armaría un problema grande, odiaba tener miedo, y ella me lo causaba. No podía demorar mucho tiempo, tome el atajo del pozo de Nancy, ese que siempre me decían que no tomara porque era muy peligroso de noche. Salte a la peña y pude encontrar aquel sendero de terreno baldío. Al terminar el sendero se encontraba una calle un poco angosta, desde ahí podía escuchar el sonido del pastor predicando. Dibuje una sonrisa de triunfo en mi rostro, el atajo funciono muy bien, mejor de lo que esperaba. A mitad de la calle se encontraba un sujeto, era un tipo alto, cabello hasta los hombros, espalda ancha, treinta y tantos años, la gorra que tenía no me dejaba ver sus ojos. Debo admitir que ese tipo no me dio mala espina, pero por precaución me dispuse a pasar por el otro lado de la calle... él me quedo mirando.

― ¿Cómo te llamas, chico? ―Menciono aquel sujeto.

―Renno ―le respondí con voz temblorosa. Quise correr en ese momento, pero mi cuerpo se paralizo, vi su mirada y me causo confianza, no vi malas intenciones en él.

―Mucho gusto, me llamo Renner, soy nuevo por estos lugares.

― ¿De dónde eres? ―le pregunte

―Soy de allí ―lo dijo mientras señalaba mi cabeza.

―Lo siento Renner, me tengo que ir, mi abuela me espera en la iglesia.

―Es tarde, está lloviendo y todo esto está solo, si gustas te puedo acompañar, no vaya a ser que te encuentres con personas que te quieran hacer un daño ―menciono Renner en tono de broma.

―Como quieras, pero andémonos rápido que mi madre se molestara si no me ve en casa.

―Está bien, en todo coso aún falta algunas cuadras para llegar, te contare un historia, de un tal Brandon.

Como mencione, el tipo no me dio mala espina, todo lo contrario, me pareció respetuoso y gracioso. ―De que trata el cuento ―le pregunte.

Érase una vez, una princesa encerrada en una torre; custodiada por un feroz dragón. La princesa era joven y bella, y, aguardaba, por exigencia de sus padres, la llegada de un hermoso, valiente y adinerado caballero.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 01, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Un chico poco comúnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora