🕯Día 1: La silueta

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Sorpresivamente, el cielo se convirtió en un gris perezoso antes de que dieran las cinco de la tarde.

Aún había estudiantes con playeras de colores estridentes, y muchas rodillas visibles que corrían por el pasillo. Pero la brisa que trajo consigo las nubes sospechosas, caló con suavidad.

Charles se estremeció mientras atravesaba los jardines, con un buzo de algodón gastado de gimnasia. Quizás comenzaba a ser temporada de suéteres. Sonrió con entusiasmo recordando la pila de esponjosas y calentitas prendas tejidas, que guardaba en lo alto del placard.

Ignoraría como todos los años, las poco sutiles comentarios de moda de Raven y sus queridos estudiantes. Scott Summer no era ninguna referencia de Vogue, si usaba la camisa fuera del pantalón y zapatillas de deporte hasta para reuniones de caridad. Menos aún Hank, que le bastaba una chaqueta para mantener su pelaje resguardado.

El extremo sur de los jardines estaba decorado con un fino estanque rectangular, bordeado de columnas antiguas que sostenían macetas de flores silvestres. Su madre había amado el regalo de aniversario.

Ahora solo servia como escondite de Erik después de una clase especialmente ruidosa.

—¡Vergüenza sobre ti, Lehnsherr! ¡Oculto como un niño pequeño! 

La diversión en la voz de Charles se desvaneció al percatarse de que no había más que un maletín de cuero negro, sobre el único banquillo frente al estanque. Papeles sujetos por un teléfono móvil y ningún rastro de su prometido.

Giró con extrañeza recorriendo el sector, a través de las suaves ondas sobre el agua y las voces amortiguadas y lejanas de los niños en la mansión. Encontró al hombre de sus sueños, recostado entre los arboles laterales al estanque.

Erik tendía a ser poco paciente y muy nervioso en multitudes, si no poseía el control de la situación. Tomar el puesto de profesor de física fue un paso enorme para afrontar sus inseguridades. Aunque seguía mostrándose exhausto, después de cada clase con los jóvenes mutantes.

Con cuidado Charles, rodeo el espejo de agua hasta contemplar al temible Magneto tendido en el césped a los pies de un viejo olmo.

Era una visión, que daba gracias de poder contemplar a pesar de los años.

Midiendo cada paso, para evitar despertar a Erik, se acercó lo suficiente para ponerse de cuclillas y quitar un par de hojas traviesas que cayeron sobre su cabeza. Aun llevaba los zapatos puestos, así como la camisa verde oscuro estirándose sobre su torso.

Charles consideró sus opciones. Aún tenían tiempo antes del té y un poco mas, antes de que alguno de los niños notara su ausencia. Un poco de culpa pesaba sobre el profesor Xavier al consentirlos al punto de dependencia, siempre lagrimas cuando no acudía en su ayuda.

Sin embargo, el movimiento de su novio hizo volar cualquier duda. Erik volteo hasta estar de lado, con el rostro oculto en su propio hombro y el cuello extendido, casi en ofrenda para ser besado. El dobladillo de la fina camisa se levantó hasta mostrar su piel bronceada, el camino feliz hasta el cinturón de sus jeans azules.

Tan hermoso, tan suyo.

Charles se arrodilló a su lado, cubriendo el cuerpo cálido de los pequeños remolinos con aroma a tierra húmeda que se formaban. Se mordió el labio, antes de rozar con su dedos la mejilla de Erik.

Necesitaba afeitarse mas.

Deslizó su indice por la vena en su cuello y mantuvo la presión allí, hasta que su boca salivó de necesidad.

Sólo un beso, no podría molestarlo.

Un beso allí.

Hubo un jadeo que se cortó enseguida.

Horror Kinktober CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora