15. Yo podría estar a su lado.

47.9K 3.8K 646
                                    

Los días transcurrían y cada vez que Lucius intentaba hablar a solas con la Omega está huía de algo que no conocía, sus salidas al templo eran negadas no por capricho o miedo sino por precaución, la paciencia de la Omega era bastante y Kyla se sentía mucho más cómoda en el palacio ocupándose de Nephthys que en su propia provincia.

Las especias se iban terminando a medida dejaban de tener efecto en la Omega que se contenía todo lo que podía con todas sus fuerzas al estar todas esas noches cenando tan cerca del Alpha sangre pura.

El Rey Ishap tenía una extraña curiosidad del palacio del General Lucius pues a pesar que él tenía ahora sus mujeres no había escuchado que llevará a algunas otras. Ishap no sabía de la hermosa Omega que residía en su palacio ahora, de la que tenía toda su completa atención, la que hacía que el General se levantara de mañana a entrenar a sus soldados con mayor vigor, todos notaban un nuevo y renovado entusiasmo en el General no sabía a qué se debían sus nuevas fuerzas o su aura asesina más fuerte que siempre. Tampoco entendía porque el General buscaba pasar más tiempo en su palacio y sólo los soldados de más confianza lo sabían.

— ¿Entonces intentó escapar? —

— Tuvimos que ir a buscarla antes de venir aquí. — Asentía Khalid de inmediato, informándole a su General que la beta que había traído a su palacio había querido intentar huir más de una vez, porque en el camino él sabía que su acompañante Kyla siempre estaba queriendo huir. Lucius entendía y simplemente sonrió un poco le pareció gracioso porque ella era ingenua porque a donde sea que huyera iba a encontrarla.

— Dile a tus hombres que mantengan un ojo sobre ellas. — Pidió el General mientras se terminaba de colocar su armadura, porque tendría un juicio en la corte y obviamente como el General en jefe de la nación tenía que estar presente.

Antes de tomar su casco plateado así como su espada y partir dio un vistazo más al interior donde la preciosa Omega caminaba alrededor del jardín, le molestaba que el sol la tocará o que la brisa sola se paseara tan libremente alrededor de su cuerpo cuando él no podía hacer lo mismo, no podía verla tanto si quiera porque quería ir al extremo y dejar su dientes sobre su piel, una piel que no pensaba marcar, al menos no todavía.

Los ojos de la Omega se volvieron a iluminar al ver al General Lucius. Ella no podía negar la imponente aura del Alpha, y aún sus manos temblaban un poco al recordar ese suave toque de sus labios que no se había repetido en días anteriores y se proponía a pedir perdón esa noche a los dioses como siempre, pero está vez en el templo al menos si está vez el General cedía a su petición.

— ¿Se retira? —

— Iré a la corte, regresaré al anochecer. — Decía sin dejar de ver sus ojos añorante de que la Omega no fuera indiferente a su presencia como siempre.

— Que los dioses lo acompañen Majestad. — Decía haciendo una reverencia, Lucius caminó hasta su lugar donde se acercó a besar su mano antes de retirarse. Para la Omega aquello era demasiado, su corazón escaparía de su pecho si seguía latiendo de esa manera. No se sentía digna de sus besos o de su presencia si quiera, por eso huía de él, con miedo por lo que podría llegar a sentir.

— Ah Majestad. —

— Lucius. —

— Su Majestad Lucius. — Corrigió la Omega y él se prometió explicarle que quería darle esa confianza a ella. — Yo... Mmm. Me preguntaba si podría ir al templo ahora. Por favor. No lo deshonraré. — Decía viendo sus dedos.

Y él sabía que ella nunca lo haría, pero su seguridad siempre era más importante, las últimas semanas cada que la pequeña Omega le preguntaba por su viaje de regreso a su provincia él siempre ponía excusas en las que se notaba que no quería dejarla, también se excusas por él, pero el pecho le dolía si pensaba en su cercanía y lejanía al mismo tiempo.

Mi Paraíso Contigo. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora