Mis pies corrían como alma que posee el Diablo, se estaba haciendo tarde y oscurecía por momentos. Por si fuera poco, llovía a cántaros y yo estaba calado hasta los huesos.
Mis converse se hundieron en un charco más profundo de lo normal y perdí la poca estabilidad que tenía, así que patiné y caí al suelo de bruces. Llevaba toda la tarde de un humor de perros y eso fue la gota que colmó el vaso. Me había hecho daño. Me levanté y mire asqueado mis vaqueros que habían quedado pringados de barro.
No tenía paraguas y estaba en manga corta, pero decidí que no iba a correr más, iría a casa andando, me mojaría, ya me daba igual todo. Llevaba una semana horrible y lo peor de todo es que era la primera vez que discutía con mi novia desde que empezamos la relación de manera formal.
Para que os hagáis una idea es una chica increíble que me aguantaba con maravillosa paciencia mis malos humores, que eran bastante frecuentes. Tenía dieciséis años, era bajita de estatura y tenía un cuerpo muy deseable. Sus facciones eran realmente atractivas, esos ojos verdes con vetas violetas eran los más bonitos que había visto en mi vida, su nariz era muy fina y sus labios rojo carmesí eran bastante gruesos. Tenía un tono de piel bastante pálido, era "blanquita", pero en ella acrecentaba su belleza. Pero lo que más destacaba en ella y más me maravillaba era su pelo, ese pelo rojo intenso que parecía que ardía con más vigor que el mismo fuego. Bajaba hasta su cintuta en leves ondulaciones que se entrecruzaban unas con otras. Se llamaba Alexia, Alexia Aldrich, pero todos la llamábamos Alex.
A lo que iba, esa semana no había sido una de las mías, me había dominado el mal fario. Había tenido problemas en casa porque no estaba de acuerdo de las normas que me estaban imponiendo ultimamente. Había tenido problemas en el instituto porque había suspendido dos examenes y los profesores amenazaron con suspenderme el curso "sino empezaba a estudiar como era debido". Había tenido problemas con mi mejor amigo porque le humillé en medio del aula de Historia en uno de mis arrebatos de furia. Y había tenido problemas con mi novia porque llevaba toda la semana celoso por el chico nuevo que había llegado a su clase.
Era un chico rubio, de ojos azules y bastante musculoso. Y había decidido que Alex sería "su amiga del alma" y a mí no me daba la gana que semejante Adonis andase por ahí con mi novia. ¡Joder! Si hasta a mí me parecía guapo. No es que me cayese mal, la verdad es que era bastante simpático y, las dos veces que había hablado con él, me quedé bastante sorprendido de lo atento que era. Era más bien que temía que Alex acabase perdiendo el culo por él.
Cuando se lo dije se enfadó.
- ¿Cómo es posible que después de casi un año aún no confíes en mí, Dennis? - me había dicho con la cara de incredulidad.
- No es que no confíe, cariño - le había dicho yo -, es solo que creo que puede ser el típico Casanova que sólo quiere a las tías para follar y ya esta, y esos chicos pueden ser muy manipuladores.
- Has hablado con él, parece mentira que pienses eso - me soltó ya con resignación.
- Ya lo sé, pero es muy guapo y todas las chicas de tu clase andan detrás de él - me excusé pobremente.
- Paso de seguir manteniendo esta conversación - acabó en un suspiro -, cuando tengas claro si vas a confiar en mí o no, me lo cuentas, mientras tanto haz lo que te dé la gana, pero conmigo no cuentes.
Alex agarró su mochila y se marchó enfadada dejándome plantado en medio del pasillo.Desde entonces no me había vuelto a dirigir la palabra, y dos veces me volví a cruzar con ella por el pasillo y las dos veces me giró la cara. Yo sabía que acabaría pidiéndole perdón, pues llevaba razón, ella me había demostrado en los últimos diez meses que me era fiel y que me quería.
La quería muchísimo. Recuerdo que la primera vez que la ví fue el día que llegué al instituto en tercero de la E.S.O. y ese mismo día me prometí que tenía que conseguir a aquella chica fuese como fuese. Pasó mucho tiempo hasta que reuní el valor suficiente como para hablar con ella, pero se me presentó la ocasión perfecta un lunes por la mañana.
En ese instituto era costumbre que todos los alumnos se agolparan, como si fueran una secta, en la misma puerta hasta que tocaba la sirena que indicaba el inicio de las clases. Ese día llegué pronto y la ví, entre la multitud, charlando con una amiga. Ambas sonreían, suponía que estarían contándose cómo les había ido el fin de semana. Alex era muy efusiva, movía en exceso las manos mientras hablaba, pero eso también me encantaba.
Sonó la campana dando lugar a la estampida habitual de alumnos hacia la puerta de entrada. Alex iba entre las primeras cuando, de repente, dos chicos que iban embalados y no se fijaban ni por donde andaban la atropellaron, literalmente. Alex cayó al suelo y todos los papeles de su archivador volaron por los aires, la gente seguía pasando y nadie la ayudaba, y ella no podía levantarse hasta que se dispersara la marabunda.
Rápidamente, desvíe mi camino hacia la puerta y me dirigí hacia ella.
- ¿Estás bien? - le pregunté algo cohibido.
Ella me miró sorprendida.
- Sí, no te preocupes, no ha sido nada - su voz sonaba tan angelical -. Sólo ha sido la sorpresa, estoy bien.
Le recogí los papeles que habían salido despedidos y la ayudé a incorporarse. Me quedé embelesado mirándola. De cerca era muchísimo más guapa. Ella esperaba que le devolviese sus apuntes, pero yo seguía ahí plantado como un pasmarote sin darme cuenta. Ella carraspeó y salí de mi ensimismamiento.
- Lo siento... toma... - me quedé muy aturrullado y me sonrojé notoriamente.
Ella sonrió y agarró el archivador que le tendía.
- No te disculpes - me dijo con cierta picardía en la voz -, al contrario. Gracias por ayudarme. Me llamo Alexia, pero llámame Alex, por favor.
- Sí claro... quiero decir... gracias... o sea, de nada... yo soy Dennis, Dennis Reynolds - me estaba poniendo cada vez más nervioso, y cuanto más me sonrojaba más sonreía. Al final acabaría al borde de la taquicardia, estaba haciendo el ridículo.
- Encantada - su sonrisa se acentuó bastante más si eso aún era posible -. ¿Te gustaría salir a dar una vuelta juntos después de clase, Dennis?
No me lo podía creer, después de todo el ridículo que había hecho, la chica más guapa del instituto me estaba proponiendo una cita.
- Yo... ¡Sí! Claro... por supuesto.
- Genial - me contestó -, te esperaré aquí mismo cuando acaben las clases. Hasta luego, Dennis.
Me dedicó una última sonrisa y se marchó a clase.
Yo me quedé ahí sin asimilar lo que acababa de ocurrir hasta que el portero me encontró allí y amenazó con llamar al director si no iba inmediatamente a clase. Me había olvidado por completo.Me evadí de mis pensamientos por un rato, ya estaba llegando a casa, faltaba el último cruce y allí estaba. Aceleré un poco el paso, ya apenas llovía, pero después de toda la que había caído mañana tendría un resfriado del quince.
Llegué al portal, me sacudí cual chucho apaleado y llamé a la puerta.
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Lobos del desierto
Dla nastolatkówLa gente tiende a juntarse en grupos, formar una sociedad. Tienen miedo de quedar solos, inválidos y, por tanto, más susceptibles a ser dañados. Este sentimiento es más fuerte en la adolescencia. ¿Será Dennis capaz de sobrellevar el peso de todos s...