La puerta se abrió de golpe y apareció el rostro de mi madre, curioso como siempre.
- ¿Qué ha pasado? - me preguntó, escandalizada, al verme empapado, haciéndome entrar rápidamente en casa - ¿Cómo se te ocurre meterte bajo la lluvia sin paraguas ni abrigo ni nada? Creí que vendrías con Alex. Un día de estos nos traes un disgusto a casa.
- Hemos discutido - contesté algo cohibido.
Mi madre me miró durante un momento sin decir palabra, después se dirigió a la cocina. Fui tras ella como si fuese atraído por un imán y ví como se ponía a preparar un té caliente.
- ¿Cuál ha sido el motivo? - me preguntó rompiendo el silencio.
- ¿El motivo? ¿De qué? - dije sin comprender.
- Pues que por qué os habéis peleado.
- Ah... digamos que me puse celoso sin necesidad - contesté apresuradamente.
Mi madre me miró preocupada. Fue una mirada que me llamó la atención, denotaba tristeza, pero a la vez experiencia, mucha experiencia. Las comisuras de sus labios se tensaron como si fuese a decir algo, pero no abrió la boca.
El sonido del microondas la sacó del trance y, rápidamente, lo abrió para sacar el té.
- Toma - me dijo tendiéndome en el té en las manos -, te sentará bien. Cuando te lo termines sube a ducharte y quítate esa ropa mojada que vas a coger algo.
- Gracias mamá.
Es verdad que llevaba una semana un poco tensa con mis padres, pero ambos me querían, y yo también les quería a ellos, era inevitable... al fin y al cabo son mis padres.
Miré a mi madre con cariño, ella siempre me había cuidado. De pequeño jugaba todo el día conmigo, estaba continuamente pendiente de mí, asegurándose de que no me faltase nada. Por la noche, cuando me iba a dormir, ella entraba en mi cuarto, se sentaba a los pies de mi cama y me contaba historias tan realistas que imaginármelas acaba por agotarme del todo, por lo que siempre acababa rendido. Ella me tapaba con cuidado de no despertarme, me daba un beso y se iba.
Ahora ya, con diecisiete años, no lo hace, y sería raro que yo le pidiese a mi madre que viniese a mi cuarto a contarme un cuento. Sin embargo, lo echo de menos.
Me terminé el té, puse la taza en el fregadero y ya me dirigía a las escaleras cuando escuché la voz de mi madre llamándome.
- Dennis, vén un momento, por favor.
Desconcertado, bajé el corto tramo de escaleras que me había dado tiempo a subir y me dirigí de nuevo a la cocina.
- ¿Qué ocurre?
- Quiero contarte una cosa - su voz sonaba algo quebrada -, siéntate, serán cinco minutos.
Cogí una silla, me senté y la miré, expectante.
- Verás - comenzó mi madre -, cuando yo tenía quince años me enamoré de un chico. Era muy guapo para su edad y yo era muy buena amiga suya. Pasábamos muchísimo tiempo juntos, sólo era cuestión de tiempo que yo acabase viéndole como algo más, pero tenía miedo de decirle lo que sentía, tenía miedo de ser rechazada.
"A él le encantaba estar conmigo, pero nunca dió muestras de que sientiese algo más por mi aparte de la amistad que compartíamos. Y yo, como ya te he dicho, tampoco hice nada para dar mis muestras de amor.
"Pasó el tiempo, todos nuestros amigos y amigas empezaron a tener parejas y nosotros, los dos, nos manteníamos solitarios, como almas sin compañia, como lobos del desierto.
"Pero llegó el día que él comenzó a salir con una chica y dejamos de quedar tanto. Seguíamos siendo amigos, por supuesto, pero nuestras horas de compañía se redujeron a tres o cuatro a la semana.
"Al principio me enfadé con él, se lo dije e intentó arreglarlo, con el resultado de que su novia diese muestras de celos que a este chico le hicieron bastante daño.
"A causa de esos celos dejó de verme, por lo que yo también saqué a la luz mis celos. Yo estaba enamorada de él y él estaba con otra y no pasaba tiempo conmigo.
"Un día le dije que me gustaba, él me miró tristemente y me preguntó que por qué se lo decía después de tanto tiempo. Él estuvo esperando y esperando por mi, no quería novia, me quería a mí, hasta que llegó esta chica. Y ahora llegaba yo y le soltaba eso. Él quería a su novia y yo había llegado tarde.
"Le hice muchísimo daño y, su novia, al enterarse de lo que había pasado, le dejó. Acabó con el corazón roto.
"A los dos días encontraron su cuerpo en la bañera, lacio, sin vida. Tenía unos profundos cortes en los brazos que él mismo se había hecho con una navaja. El agua de la bañera estaba teñida completamente del rojo de su sangre. Todavía me arrepiento muchísimo de haber dado las muestras de mis celos, y creo que su novia, por entonces, cayó en una depresión por el mismo motivo.
"Dennis, quiero que sepas que los celos no sirven para nada, sólo destroza a las personas por dentro. Nunca le he contado esto a nadie, pero eres mi hijo y no quiero que te pase nada similar.
"Por favor, habla con Alex cuanto antes y dile que lo sientes, ella te entenderá, pero no dejes que esto se cargue vuestra relación porque los dos acabaréis pasándolo mal.
Llevaba mirándola horrorizado unos dos minutos, no podía creer todo eso que me había contado, pero sabía que era verdad. Las lágrimas que surcaban el rostro de mi madre lo demostraban. Me levanté de la silla y la abracé, no hicieron falta más palabras ese día. Esa muestra de cariño nos ayudó a entendernos el uno a la otra.
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Lobos del desierto
Novela JuvenilLa gente tiende a juntarse en grupos, formar una sociedad. Tienen miedo de quedar solos, inválidos y, por tanto, más susceptibles a ser dañados. Este sentimiento es más fuerte en la adolescencia. ¿Será Dennis capaz de sobrellevar el peso de todos s...