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Se contempló de arriba a abajo.
Comenzando por sus negros cabellos, que caían cuidadosamente peinados sobre sus pequeños y también oscuros ojos que contrastaban con su pálida y lisa piel. Su pequeña nariz y sus delgados labios le daban forma a su rostro, el cual era ligeramente redondeado. El cuello perfectamente tapado por una tela bastante cálida que se encargaba de cubrirle hasta la cintura, ligeramente holgada, para que su delgadez no se percibiera demasiado. Mientras su vista continuó bajando por sus delgadas piernas, cubiertas por unos pantalones también negros, perfectamente planchados.

Cuando su mirada chocó con la madera de la que estaba fabricado el suelo de su habitación, soltó un pequeño suspiro, volviendo a contemplarse una última vez. Se examinó, odiando cada pequeño lugar de su cuerpo, cada detalle, odiándose.

Dándose por vencido, tomó su mochila y salió de su casa bastante apurado, pues si existía algo que él realmente odiaba era llegar tarde a trabajar, a pesar de que su jefe se lo permitía puesto que se llevaban relativamente bien (auqnue con Min era muy complicado entablar una cómoda conversación). Pero de todas formas, no le agradaba abusar de esa clase de confianzas, por lo que se apresuró hasta llegar a las oficinas.

Desde hace uno o dos años se había graduado de la universidad de audiovisuales donde había estudiado, y ahora se encontraba trabajando como editor en una gran empresa, con un sueldo aceptable que le permitía pagar todos sus gastos y ahorrar algo todo los meses, por lo que no se quejaba.

De todas maneras, mientras editaba los comerciales que había hecho una empresa que colaboraba con la suya, sintió el peso de lo careciente de emoción que era su vida.

Todos los días le resultaban de la misma manera. Levantarse, vestirse, trabajar, en ocasiones comer un poco, descansar por la tarde y a la noche dormir de nuevo. Lo único que variaba era cuando a alguno de sus amigos recordaba que existía y le invitaba a tomar un par de copas.

Odiaba su vida, odiaba a las personas, odiaba su aspecto. Se odiaba a sí mismo.

—Hola, ¿sabes dónde está la oficina del señor Min? Se supone que voy a trabajar como su ayudante por las prácticas de mi universidad— una voz interrumpió sus pensamientos de manera suave y tímida.

Alzó la mirada y contempló al chico de arriba a abajo, con una expresión neutra en su rostro que trataba de contener al máximo sus emociones, como ya era habitual.

Quizás podría agradarle a ese chico. Se encontraba cansado de ser tan irascible con las personas, en verdad quería hacer amigos, romper con la monotonía de su tiempo.

—Yo no te pedí, lárgate.— bramó volviendo la vista a su ordenador con un mohín en los labios y el ceño fruncido.

O quizás no.

don't look at the mirror- kgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora