Uvas

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Cuando Richard entró al invernadero el viento helado de la noche invernal se quedó fuera de las puertas y paredes de cristal.

Un fragante aroma, dulce y frutal, lo abrazó y saturó sus sentidos.

El invernadero era una de las posesiones más importantes de Lord Slade Wilson. Su esposo, un alfa llegado de tierras lejanas que se había hecho de fama y fortuna. El nombre de Lord Wilson corría por toda la región, no solo poseía la mansión más grande y los viñedos más fértiles, sino que, además, era dueño del omega más deseado.

Richard era otra de sus posesiones y así se lo hacía saber.

El omega no tenía derecho a socializar con otras personas, no podía salir de casa excepto para deambular entre los jardines, pero en invierno, ni siquiera aquello se le concedía.

Noche tras noche, Lord Wilson forzaba a su esposo en la cama, su búsqueda por un heredero era desesperada. Al principio había creído que era solo cuestión de tiempo. Pero, ahora, dos años después de su matrimonio, Richard seguía sin cumplir con su labor de omega.

Su vida era asfixiante. Se limitaba a ser una preciosa avecilla de ornato que todo mundo codiciaba, sin que nadie tuviera el valor de romper su jaula y enfrentar a Lord Wilson.

— ¿Le gustan las uvas, mi lord?

Una voz educada emergió de entre las sombras de las paredes de cristal.

Un alfa joven de ojos verdes estaba sentado en un rincón en sombras del invernadero. El fuego de las fogatas que se usaban para mantener el calor de las plantas, resplandecía brillante en su mirada verde.

— Lo he asustado —Dijo sonriente, mientras se levantaba, dejando a la vista que se trataba de un hombre fuerte y masculino. Un alfa en todo su esplendor juvenil.

Richard se sobresaltó, no esperaba encontrarse a alguien en aquél sitio que usualmente se encontraba desierto en sus caminatas; claro, sabía que siempre tenía ojos atentos sobre él, pero nunca lo suficiente cerca para entablar una conversación. Los sirvientes no cruzaban palabra con él, así que la única persona con la que podía cruzar palabra era su esposo, y ocasionalmente, en reuniones alguien a quien se le presentara, pero nada más. Palabras ensayadas, sonrisas puntuales, eso es lo único a lo que podía esperar en las celebraciones en donde, a pesar de estar rodeado de personas, estaba siempre solo.

Su reacción sin embargo no fue la de gusto, si no desconfianza; frunció el entrecejo y torció sus bonitos y rosados labios ligeramente ante la voz. Aquél sirviente de apuesto rostro había tenido la desfachatez de dirigirse a él. — Prefiero el jardín en donde crecen — fue la respuesta algo parca mientras levantaba una mano para acariciar uno de los racimos que estaban ya listos para su consumo — Sin embargo, me encanta el vino — sonrió de lado, resignado ante el desconocido.

— Identifícate — con aquél aire superior que su esposo le había enseñado a adoptar ante desconocidos, se dirigió al otro.

El alfa de ojos verdes se acercó a él. Mirando con deteniendo la manera en que tocaba el racimo de uvas.

El color oscuro de las frutas, resaltaba con la pálida mano.

— Soy Damian —Remarcó como si su nombre fuera tan importante como el de un rey. Sonrió y quedó a la vista que uno de sus colmillos estaba roto— Me encargo de cuidar las uvas, pero hace unos ayeres me encargaba de cuidar a los gansos. Como puede ver, mi trabajo es sumamente importante.

La visión del apuesto chico con su colmillo roto, anunciando su importante labor hizo que Dick soltara una risotada suave pero sincera. Se sorprendió a si mismo por que en ese momento no lograba recordar cuando era la última vez que había reído sin que fuera algo planeado o intencionado. Una risa real.

FictoberWhere stories live. Discover now