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Este se despertó de golpe por el dolor hueco en su estómago, como pudo se sentó a la orilla de la cama, sintió su cabeza dar vueltas y la necesidad de vomitar de inmediato. Antes deslizó su mano al lado contrario de la cama, y como supuso, su amante ya no sé encontraba en ella.

Con ayuda de la mesita de noche, se puso en pie y camino a paso lento hasta el baño, entrando en este, sus piernas se desconectaron haciéndolo caer en seco al frío suelo, donde lloró, se arrastró hasta la taza y complació a su estómago, expulsando nada, ya que no había probado bocado desde el almuerzo del día anterior.

Habiendo terminado, se dejó en el suelo, donde lloró, lloró por la situación en la que estaba, su cuerpo mallugado, lleno de cicatrices que contaban su historia, el maquillaje corrido, sus ojeras marcadas, quien no lo conociera, pensaría que tiene una enfermedad terminal y que está en sus últimos días.

El agua corría por su cuerpo, quitando la suciedad de éste, más su alma, permanecía totalmente sucia. Todo había cambiado desde que acepto la mano de aquel hombre, aquel que le prometió cielo y tierra. Aquel hombre, que resultó ser el diablo con máscara de ángel.

Salió del cuarto del baño, con la toalla enredada en la cintura, había un intruso en su habitación, abriendo las cortinas de esta dejando entrar la tenue luz del sol del día y el aire fresco de la mañana, a pesar de su despertar era un día maravilloso. El desayuno estaba puesto a un lado de la cama, perfectamente servido.

— Buenos días, pensaba sorprenderte con el desayuno en la cama, pero me ganaste —

Este se sonrió y se acercó a saludar con un pequeño beso en la mejilla del contrario, quién solo curvo levemente sus labios en respuesta. Se sentó en la esquina de la cama y deslizó la toalla por sus delicadas piernas. Doppio, quién era el intruso, le transmitía tranquilidad, serenidad, se sentía a salvo con él.

— BruBu, puedo salir para que te vistas.—

— No hace falta, no hay nada que no hayas visto —

Doppio solo sonrió, era verdad, el lo había ayudado cuando se encontraba de lo peor y la mayoría del tiempo, no estaba vestido, así que, Bruno atribuía eso al hecho de que sintiera tanta paz a su lado, dejando de lado, que era la única persona con la que podía socializar abiertamente, mejor dicho, con la única que se le permitía, aparte de Giorno.

Se acercó al armario, donde cogió un short corto de algodón y la camisa manga larga del juego de pijama y obviamente, su ropa interior. Cuando se hubo puesto todo, recogió su cabello en una coleta y se sentó junto a Doppio, que se encontraba haciendo trozos la manzana que había llevado anteriormente.

— Traje tutifruti, casi no has probado bocado, así que no puedes comer algo pesado de golpe —

Doppio cogió un trozo de manzana con el tenedor y lo llevo a la boca del pelinegro quien la recibió con gusto y una sonrisa en su rostro. Y aunque lo disfruto, se sintió avergonzado y pidió con la mirada que se le entregará el tenedor, Doppio le vio con ternura y cumplió su deseo, Bruno hizo una pequeña reverencia con su cabeza y comenzó a comer la fruta del plato.

— ¿Sabes algo de Diavolo..? —

— Está conociendo a los nuevos reclutas de los capos, BruBu —

unità oceanica [BruAbba]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora