2012—Señor, su pedido.
Después de hablar, el joven observó la figura que se hallaba delante de sus ojos: Mariano Rizzi tenía las piernas abiertas, los codos apoyados sobre las rodillas y la cabeza inclinada hacia abajo. Como tardaba en reaccionar, por un instante temió que estuviera ausente del mundo, pero al notar que se movía, se relajó. Mariano alzó la mirada solo porque acababan de llevarle lo que tanto había estado esperando.
—¿Cuánto es? —preguntó al chico con la voz enronquecida.
—Dice el jefe que ya está pago con lo que le dio la otra vez —respondió el joven. Mariano recogió la bolsa de papel madera, se despidió del vendedor con un gesto y la guardó en el bolsillo del saco.
—Mariano. La voz de Sofía lo sobresaltó. Otra vez con la cabeza inclinada, giró el cuello y la miró.
—¿Querés pedir más tragos? —le ofreció, amable como de costumbre.
Sofía le quitó la mano de la pierna para acomodarse un mechón de cabello que le había invadido la cara. Le gustaba Mariano porque era cordial y seductor, y lo deseaba. Quería pasar más tiempo con él, por eso aceptó otro trago. Mariano llamó a la camarera, pero la chica no lo vio. Sofía le acarició la cara.
—¿Tenés sueño? —oyó él que ella le preguntaba.
No respondió. Giró la cabeza hacia un costado y divisó que a su lado el hijo de un político al que conocía de otras fiestas aspiraba una línea de cocaína. Eso hacían todos allí y nadie se horrorizaría porque él hiciera lo mismo. Abrió el paquete que había guardado en el bolsillo, extendió el polvo blanco sobre la superficie de vidrio de la mesa e inhaló.
Después del episodio, se echó atrás y cerró los ojos. Aprovechando la distracción, Sofía le arrebató el esnifador e hizo lo mismo. Luego comenzó a reír.
Mariano pasó un rato en silencio, sintiendo que la música penetraba en los sentidos que se le iban avivando. Después de aquellas primeras sensaciones, sabía que acabaría conversando y riendo con todo el mundo, pero para cuando él entró en su estado de euforia, Sofía se había dormido.
No iba a desperdiciar la noche. Hasta hacía media hora no tenía fuerzas para nada, pero ahora se sentía capaz de sostener el mundo con una sola mano. Extrajo su Smartphone del bolsillo del saco y marcó un número.
—Roberto —dijo ni bien lo atendieron—. Quiero a Fresa en el departamento de siempre.
—Fresa no está —replicó la voz del otro lado de la línea—. No la reservaste y ya la pidieron. Pero tengo una chica nueva que te va a encantar. Sé que es de las que a vos te gustan, lo presiento. Mientras Roberto seguía hablando, Mariano se abstrajo del teléfono para internarse en sus propios pensamientos. En él la publicidad que pretendía hacer el hombre no tenía asidero. No le gustaban las nuevas y no le gustaba que intentaran vendérsela porque eso indicaba que la chica no tenía con qué venderse a sí misma.
—No me gustan las nuevas —determinó.
—Pero si no le das la oportunidad, nunca dejará de serlo —reclamó el hombre. Mariano suspiró sin dar respuesta y giró la cabeza para comprobar si Sofía seguía durmiendo. Quizás si ella despertaba se evitaría la prostituta, pero como eso no era así, no tuvo más opción que aceptar. Tampoco quería llamar a otra parte porque le constaba que las chicas de Roberto eran limpias, se practicaban estudios médicos todos los meses y pasaban desapercibidas.
—Está bien —acabó por asentir—. ¿Cómo se llama? —preguntó mientras escondía la droga en el bolsillo del saco. No le gustaba que las prostitutas conocieran ese aspecto de su vida, era un secreto que se guardaba entre conocidos.
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Una noche con ella
RomantikUn señuelo hay algo oculto en cada sensación ella parece sospechar parece descubrir en mí que aquel amor es como un océano de fuego oh mi corazón se vuelve delator Gustavo Cerati, Corazón delator , Soda Stereo