2013
El as de espadas refulgió sobre la mesa de vidrio.
—¡Pero ¿por qué?! —clamó Helena con rencor poco disimulado.
—Helena... —resonó la dulce voz de su hermana como reprimenda desde el otro extremo de la cocina. Nick soltó una carcajada y se enorgulleció de su triunfo llevando los brazos detrás de la nuca.
—¡Es que nunca se le puede ganar a nada! —reclamó Helena en respuesta y luego se volvió a mirar a su cuñado—. Dale, ¿dónde escondes las cartas? ¡Tenes que estar haciendo trampa! Nick arrugó el ceño, ofendido porque lo creyeran un tramposo en lugar de un suertudo o lo que era, un jugador excelente.
—No hago trampa —se defendió.
—¡Mentira! —replicó Helena y se estiró para hurgar en los bolsillos internos de la campera desabotonada del hombre. Nick no se resistió.
—Deja de toquetear a mi marido —ordenó Lavinia en broma, pero sonaba muy seria.
—¡Uy, cuidado! —se burló Helena, aunque apartó las manos de Nick, que reía de la pelea ficticia entre hermanas—. ¡Ella cuida con uñas y dientes a su maridito! ¡No se lo vayan a sacar! Yo estoy autorizada a tocarlo, porque si es tu marido, en parte es gracias a mí. Lavinia rió con ganas. Jamás podría olvidar todo lo que había hecho su hermana para que ella pudiera reencontrarse con Nick un año atrás. De no haber sido por Helena, quizás no le hubieran restado fuerzas para todo lo que había tenido que pasar por ese instante de cielo.
Se estremeció cuando Nick se puso de pie y la abrazó.
—Pero su marido solo la toca a ella —le dijo al oído con esa voz grave y masculina que siempre conseguía hacer olvidar a Lavinia del mundo—. Y más ahora que sabemos que lleva un Nickito adentro.
—O una Lavinita —lo corrigió Lavinia colocando las manos sobre sus hombros, relegando lo demás. Siguió diciéndole algunas cosas lindas mientras le acariciaba las mejillas y él le besó la comisura de los labios. Helena había escuchado todo, por eso se aclaró la garganta antes de que los mimos se sucedieran otro rato y los dos enamorados la ignoraran mucho más tiempo.
Lavinia supo que Nick había interpretado la intención de Helena por cómo él la miró. Luego le sonrió y la soltó para quedarse de pie junto a ella, viendo a su cuñada.
—Siento mucho que hayas perdido de nuevo, Hele —Lavinia trató de ser complaciente, pero sus palabras no calaron hondo en Helena.
—¿Puede ser que para ganar tenga que jugar con un nene y encima hacerle trampa? —se quejó. Se refería a Héctor, su hermano menor.
—¿Vos le haces trampa a un nenito de cinco años? —interrogó Lavinia divertida. Aunque un poco avergonzada y presa de la indignación, Helena respondió, risueña también.
—¿Cómo quierés que gane si no hago trampa? —se defendió—. ¡Si no puedo ganar a nada!
—Entonces hacésela a él también —sugirió Lavinia señalando a Nick con el pulgar—. Como hago yo. Él frunció el entrecejo, boquiabierto.
—¿Vos me haces trampa? —preguntó. Lavinia lo miró y se encogió de hombros.
—Es la única manera de ganarte cuando jugamos a algo —le explicó con sencillez.
—Me hubieras dicho que... —comenzó a responder Nick, pero se interrumpió, enternecido. Su seductora sonrisa volvió a acercarse a la de su esposa, las manos le rodearon la cintura y los labios de ambos se acariciaron—. Pero si vos eras mi angelito, incapaz de hacer trampa o de mentir...
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Una noche con ella
RomanceUn señuelo hay algo oculto en cada sensación ella parece sospechar parece descubrir en mí que aquel amor es como un océano de fuego oh mi corazón se vuelve delator Gustavo Cerati, Corazón delator , Soda Stereo