Nota Importante: A pesar de que se va a mencionar a un personaje de una franquicia, Samantha sigue sin pertenecer a un fandom concreto.
Personaje: Samantha Frontier (Original)
—Sam —una voz masculina invadió los oídos de la mujer, que levantó su cabeza y abrió los ojos, topandose con unos ojos grises que la miraban con gentileza. Recibió un sueño en la mejilla y la pelirroja le dio un abrazo en el cuello, acercando su rostro al cuello de su pareja, olfateando así su olor—
—Buenos días, Makabe —dio un susurro mientras movía sus piernas, notando como las sábanas de forma traviesa se desachian—...
Ambos se unieron en un beso, pequeño pero apasionado. Sam paso su mano por el cabello negro del varón, para luego bajar esta por la espalda desnuda de éste. Tras separarse del beso, escucho una leve risa.
—¿No tuviste suficiente a noche? —pregunto Makabe, dándole un beso en la frente—
—Es que no me puedo cansar de ti —dijo Samantha en respuesta, pegando su frente a la del contrario—, eres la persona que amo después de todo...
¡PAM!
Samantha abrió los ojos, se había caído de la cama, dándose un golpe en la cabeza. La mujer se acarició la zona que so golpeó, notando un chichón en la nuca, le dolía, pero más le dolía el corazón al recordar el sueño que tuvo.
¿Por qué soñó precisamente con Makabe Ryo?
Dio un suspiro y se levantó, notando también que le dolía el trasero. Miró el reloj digital que tenía en su mesita de noche, era la una de la mañana, con razón la habitación seguía tan oscura. Decidió que lo mejor era ir a la cocina a servirse un vaso de Whisky, cuando tenía pesadillas o sueños que quería olvidar, siempre recurría a la bebida, porque ya no estaba con esa persona.
No quería que le siguiera doliendo el corazón, así que, llevando solo una camisa negra y unas braguitas del mismo color, la mujer de cabellos rojizos camino por los oscuros pasillos de su apartamento, se golpeó un par de veces el meñique del pie, dando insultos en voz baja, no quería despertar a Lucas.
Cuando llegó a la pequeña cocina, abrió directamente un armario, sacando la botella y un vaso grande. Se acercó a la mesa cuadrada y se sentó en la silla, comenzando a servirse.
Al dar el primer trago, justo recordó cuando conoció a Makabe Ryo, cuando fue a Japón hace ya... ¿5 o 10 años? Para ella había pasado mucho tiempo, décadas, tal vez miles de años. Fue porque un caso que le surgió tenía relación con una droga que se producía en el otro lado del mundo, así que tuvo que tomar un vuelo desde Inglaterra hasta allí, conociendo así al que en un principio que era su molesto acompañante y que luego pasó a ser...
—... No, no quiero recordar eso —se tomó otro trago, pero cada vez que lo hacía, le venían más recuerdos del varón, de como le enseño a disparar, de cuando tuvieron su primera cita, de cuando fumaban en la misma cama, de como se reía de ella al despertar con el pelo completamente despeinado. En un principio podrían parecer felices, pero para Sam eran recuerdos tristes que hacían que su corazón doliera más y más—
Ya se había bebido la mitad de la botella, justo cuando recordó la razón por la que se fue del país de Oriente.
Makabe le pidió matrimonio, ella rechazó muy asustada, pues no estaba en sus planes casarse y formar una familia, ella odiaba a los niños y no le gustaba la idea del matrimonio. Entonces se fue, volviendo así a Inglaterra. Se arrepentía mucho de haber dicho que no, que Makabe no la hubiese detenido o de que el vuelo no se hubiese atrasado, pero sobre todo de haber roto el corazón de la persona que más había amado...
—... Te quiero Makabe —dijo Sam en un susurro, apoyando su cabeza en la mesa. No sabía si el alcohol ya la había dominado o no, pero sus sentimientos eran verdad—... Sigues siendo la persona que más amo...
Pero ya no podía decírselo a la cara, pues no sabía si lo iba a ver alguna vez, lo más probable es que nunca lo vea de nuevo y esa era la razón de porqué Samantha no quería recordar sus momentos con su ex pareja, porque sabía que no lo iba a poder recuperar y eso hacía que su pecho doliera. Añoraba a ese hombre, quería estar en sus brazos de nuevo, que la besase de nuevo, que la tocase.
Pero lo veía muy lejano, imposible.
Samantha siguió bebiendo, hasta quedarse dormida en la mesa de la cocina, mientras lloraba de amor.