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『capítulo dedicado a KkaebStar』

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-¡jimin!, ¡jimin por favor despierta!, Jimin no me dejes, ¿Qué pasa?-, la voz se escuchaba tan lejana que a penas podía reaccionar, me dolía mucho la cabeza y aunque era de esa manera simplemente traté de abrir los ojos, al parecer seokjin me sostenía en sus brazos mientras lloraba con angustia y aunque trataba de decirle algo, simplemente mi boca no reaccionaba,  mi corazón se partió, era mi culpa, ¿cierto?, mis ojos quedaron a mitad de camino, todo era tan borroso, más borroso que antes y aunque todo se escuchaba lejano logré oír un pequeño grito de ayuda, -¡Yoon Gi ayúdame por favor! -, después de eso sentí como mi cuerpo se adormecia. Un poco asustado abrí mis ojos de golpe mientras un suspiro ahogado salía de mi boca, traté con la mirada de localizar el lugar donde me encontraba, de seguro era el hospital de la universidad, reconocería ese olor a nuevo y cloro en cualquier parte, mi primera acción fue llevarme la mano a la cabeza pues esta punzaba mucho y de pronto otro dolor atacó mi cuerpo mis manos tenían unas pequeñas mariposas que al parecer me pasaban suero por el cuerpo, inmediatamente me llevé las manos a mi brazo pues tenía unos cuantos raspones y luego a mi cara, aun dolían y ardían con intencidad, - Falta de comida a los tiempos indicados, deshidratacion, poco descanso, demasiado desvelo y abstinencia a algún medicamento ansiolítico-, vaya que caja de sorpresas me saliste algodón de azúcar-, su voz me había dejado helado en la camilla, ¿cómo era posible que él supiera todo eso?, no supe que decir ni que responder, mi cabeza solo giró hacia aquella esquina de la habitación donde él estaba sentado, con una mirada inexpresiva e indescifrable, - ¿Disculpa? -, y sí se me había olvidado utilizar los honoríficos de respeto, por ser mayor que yo, rápidamente sentí como mi cara ardía de la vergüenza, pero sus palabras llenas de verdad me habían dejado en un coma seguro, mucho más del que no comer o dormir bien habían causado en mi, de él simplemente salió una risilla que dejó ver sus encías, un acto aterrador y a la vez algo curioso y hasta atractivo, me golpee mentalmente por aquello de solo recordarlo, bajé mi mirada aun con mi mano derecha en la cabeza, pensando, sí, pensando en la bola de mentiras que le podía decir a aquel hombre que sabía sobre mis pequeños problemas; levanté mi mirada asustado al verlo parado frente a mi, - por esta vez te puedo perdonar el entrenamiento, pero dime una cosa jimin, ¿qué cosas escondes de mi pequeño polluelo? - y entonces el alma se me fue del cuerpo, ¿qué cosas escondía?, mejor dicho, ¿qué cosas no escondía de mí?, cosas que sólo los chicos sabían, pero sobre los medicamentos nadie a parte de Tae sabía de su existencia misma, entonces ¿Cómo él sabía sobre lo que había sucedido?, mi cara pasó del espanto a la sorpresa y tristeza cuando Jin entró a la habitación con los ojos un poco inflamados y los ojos brillosos por el seguro llanto que había tenido, su paso fue lento y aunque yo sabía que merecía todos los regaños del mundo, él simplemente me abrazo, ahí comprendí muchas cosas.

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-¡UN, DOS, TRES, CUATRO, ¿NO PUEDES ENTENDER LA MALDITA ORDEN? -, me arrepentí de haberme quejado de Jin en aquellos días, mis respiraciones eran rápidas y aunque respirar es vital, a mi me estaba matando la manera en que respiraba ahora mismo, mi pecho se escuchaba cansado y el simple hecho de absorber aire me quemaba la nariz, Yoon Gi era mucho más pesado que Jin, pero al menos ese entrenamiento a las 4:00 de la madrugada me dejaba como lección el haber tenido la gloria y buscarle quejas al asunto, entonces me puse a pensar en aquel primer día que iba a entrenar con este monstruo; después de las indicaciones del médico no tuve más remedio que seguir todo al pie de la letra, los chicos me visitaban más seguido y el más asustado había sido Tae pues él sabía de mi condición, seokjin se había vuelto más callado y me obligaba a comer cada uno de mis tiempos, me obligaba a tomar más agua y a dormir más, cosa que comencé a hacer porque si yo no dormía él se mantenía despierto también, lo que me hacía sentir culpable, muchas de esas noches platique de como me sentía, lo nervioso que estaba y que me disculpara por no haberle dicho sobre los medicamentos, y aunque sus miradas eran llenas de tristeza, no era por el hecho de ocultarle las cosas, era porque se sentía impotente hacia lo que me pasaba, pero nunca me dejó, simplemente estaba muy afortunado por tenerlo.