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'Oh, shall we dance?'































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Las puertas del cabaret populista de Châlons, 'Dione', estaban siendo tocadas con desespero en una mañana lluviosa de abril de 1924. Era un sitio pequeño para poder encontrar un trabajo decente y muchas optaban por la prostitución o el entretenimiento, sólo necesitaban ser mujeres bonitas y de buenas cualidades, por eso la puerta estaba siendo tocada por una chica desesperada, tirada en el asfalto de la calle mientras estaba siendo empapada por las lágrimas del cielo. Tan bella chica castaña estaba herida en su tobillo y muñeca pues acababa de huir de su padre quien le había querido golpear.

La mujer dueña de aquel reconocido sitio la había visto llorar y su belleza le encantó, era una buena carnada para conseguir más clientes y despedazar a la competencia. La mujer le había dado una dirección y en su intento de huir, fue hasta ese lugar mientras seguía llorando, su vida era una desgracia para ser tan hermosa damisela.

—¿¡Qué te sucede, niña!?

Una mujer pelirroja le había abierto la puerta, era la misma que le halló, rápidamente le ayudó a levantarse y era como un perro torpe porque se resbalaba en el suelo con sus zapatillas altas y su fea herida. Al estar dentro, varias mujeres se acercaron a ella, una le tendió una manta y la dejaron reposar sobre uno de los sofás del sitio, todas estaban curiosas por saber qué hacía botada en el suelo llamando a la puerta.

—Querida, ¿qué te ha pasado?

Su rostro angelical miró a misma mujer pelirroja y limpió sus lagrimas para poder verse algo decente, si es que podía.

—Y-Yo...

—Déjame adivinar, por fin tu padre ha tocado tu límite y viniste corriendo para acá buscando un refugio. Si es lo que quieres, ya sabes que tendrás un sitio donde vivir pero debes aceptar también el trabajo, no es nada fácil.

—S-Sé lo que debo hacer y lo haré, no es como si nunca me hubiera dedicado a esto antes.

—Te quiero en mi oficina en media hora. Chicas, préstenle ropa y sanen su tobillo, parece una rata en hielo.

La mujer dio la orden y se fue con su abrigo de leopardo lejos sin decir nada más, sólo tres chicas asintieron y tomaron a la bonita castaña de sus extremidades suavemente para llevarla hasta las habitaciones que tenían en el enorme terreno del cabaret. Eran cinco para el total de veinte chicas que trabajaban ahí después de las nueve de la noche, era un sitio decente en lo que se podía presumir y claro había espacio para una más.

La castaña fue sentada en una cama con delicadeza y rápidamente una mujer rubia casi de su edad le ayudó a desnudarse mientras otra le tendía ropa. Una pelinegra revisaba sus heridas y al final sólo le colocó una venda en el tobillo y su muñeca con mucho cuiddo. No pasó mucho tiempo, las mujeres no le preguntaron nada hasta que incluso terminaron de peinar su cabello, por su mente pasó que eran muy amables.

—¿De dónde conocías a la señora Brigitte?

—¿Cómo te hiciste esas heridas?

—¿Qué edad tienes?

—¿Quieres compartir cama conmigo?

ʀᴇᴅ ᴄᴀʀᴘᴇᴛ ¡! ᴍᴏɴsᴛᴀ x ᴏsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora