Capítulo 3

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Ya eran las siete pm y las criadas llegaron para prepararme. Había encontrado un hermoso vestido azul, no tan extravagante y sencillo en mi alcoba, era de los que me gustaba a mi. Seguro lo ha de elegido Lucy y sería el que usara esta noche.

-¿Y Lucy donde esta? –pregunto.

Las miradas y el silencio recorrieron la habitación.

-Se sentía mal y quiso seguir su trabajo en la cocina.

¡Lo sabía! Algo le ocurría esta mañana, si la conozco a mi segunda madre pues.

-Amanda –la reprendió Augusta. –lo siento alteza, pero Lucy no quería que usted supiera.

-No, está bien, no se preocupen.

Luego de colocarme la ajustada y no tan cómoda faja que iba alrededor de mi cintura, prosiguen con las medias. Estas eran de un tono celeste con mucha transparencia pero me da pena usarlas ya que el vestido las cubre. Una picardía.

-¿Quiere más tul en el vestido, señorita?

-No Amanda, está perfecto así.

La prenda caía delicadamente sobre mi cuerpo hecha con una tela fina y lacia. No llevaba escote, como casi todos mis vestidos. Con mi madre creemos que es una vulgaridad. Unos brillos recorrían sus mangas largas que hacían juego con un collar de plata que dormía en mi cuello y brazaletes del mismo material.

Bajo las escaleras observando a toda la familia Waters con sus miradas en mí, de nuevo. Menos la de Adam, su indiferencia al parecer es algo no-genético.

-Buenas noches.

-Buenas noches, Catherine. –suenan al unísono las voces de los padres de Adam.

En ningún momento alguno de los cuatro comenzó una conversación, simplemente estábamos ahí, en un silencio incomodo esperando la aparición de mis padres. Adam jugaba con su tenedor mientras fruncía el ceño, quizás no era así de arisco y le había ocurrido algo específico en el día de hoy. Los señores Waters tomaron los aperitivos básicos de la mesa para antes de comenzar la cena. Repetí su acción y tomé un tostado y lo remoje en pimiento, no comía desde el mediodía y el estómago me pedía carbohidratos urgentemente.

-Bienvenidos –la espera de mis padres se me había hecho una eternidad, aunque solo habían pasado unos minutos. –gracias por venir.

-Por favor, sirvan la comida –mi padre le llama a uno de sus camareros de su costado izquierdo. Él estaba en la punta principal de la mesa.

–Espero que hayan descansado bien.

-Oh, sí. La habitación es un lujo, aunque quise llamar con algún artefacto a la servidumbre y no encontré ninguno.

-Es que cada uno tiene sus horarios –responde mamá.

-Es verdad querida, nosotros porque madrugamos en exceso.

–Y dime Adam, ¿Cómo andan las cosas allá en Costa Marfil?

-Bien señor Lombrand –se aclara la garganta mientras deja su tenedor en la mesa –la semana próxima tengo unos negocios que cerrar con la embajada de Japón.

-¿Japón, muchacho?

-Si –continúa el príncipe -igual todavía no hay nada confirmado, la semana que entra haré un viaje para insistir un poco.

-Ten cuidado, algunos son muy engañosos. Como dice el dicho: lee la letra pequeña.

-No se preocupe, uno de los concejales se hizo íntimo amigo mío y ya organizó una cena específica para lo que estamos dispuestos a discutir.

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⏰ Last updated: Oct 09, 2019 ⏰

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