Mina

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A los diecisiete años eres un idiota, tus pensamientos y acciones son guiados por deseos hormonales que parecen acrecentarse a medida que se experimenta algo nuevo.

Yoongi lo sabía, su mente estaba llena de escenarios imprudentes en donde el sexo era la única forma de liberación que tenía, gracias a su físico podía estar con cualquiera que deseara pasarla bien sólo una noche, no más, no repetía sus conquistas porque una vez pasado por su cuerpo perdían por completo aquello que les hacía ver interesantes. Hombre o mujer no importaba, su arrogancia le hacía creer que era capaz de disfrutar el cuerpo de quién sea y de hacer gritar de placer a cualquiera que lo pidiera.

Las fiestas, el alcohol y las drogas psicotrópicas que obnubilaban sus sentidos dejandolo ser un zombie que actuaba sólo bajo el principio del placer, le hacían sentir vivo y eso le encantaba.

Sus padres nunca le negaron nada, eran ellos quienes mandaban a uno de sus empleados a sacarlo de la penitenciaría por haber tenido un mal comportamiento o por haber golpeado a algún idiota que se cruzó en su camino en el momento menos indicado, llevaba una vida desprolija de límites claros, nadie le podía decir qué hacer porque era el mismísimo Min Yoongi, el gran heredero de una industria que iba más allá de su entendimiento.

El único que podía preocuparse por él era su hermano menor que en realidad era su primo. Hoseok trataba en vano de hacerlo entrar en razón, él lo ignoraba y en más de una ocasión arremetió en su contra y con el hecho de que era huérfano. Total era el peor hijo de puta.

Nunca pensó en el amor y mucho menos lo buscó, para él estar enamorado era una práctica inestable e innecesaria. No creía en el matrimonio y mucho menos compartía la idea de ser padre. Odiaba pensar que alguien pudiera depender de él.

-Buenos días -dijo a uno de sus compañeros de parranda

B.I como todos lo llamaban le miró con una ceja alzada -¿No dormiste?

-El efecto del éxtasis no pasó hasta las seis de la mañana, agradece que estoy aquí

Se ganó una buena burla y bufó sin escucharlo. A lo lejos pudo ver a cierta pelinegra que se acercaba a ellos, se trataba de la hija de un senador americano importante, había sido transferida de Texas hace ya dos años, era un sueño, lo que todos los chicos buscaban porque la nena era amable, mojigata y le gustaba pensar que era virgen. Un sueño para todo adolescentes que busca conquistar lo más aclamado por los demás.

Myoi Mina tampoco era ajena a las miradas que le lanzaba, en más de una ocasión la había visto sonreír con disimulo, era una presa fácil, en donde meterse sin repercuciones.

No fue hasta una fiesta, un viernes por la noche que probó su hipótesis. Estaba bebiendo y fumando con sus amigos, riendo de los idiotas que trataban de conquistar chicas pero que les era imposible, todo pintaba para ser una noche llena de excesos y diversión, pero algo cambio.

La vió entrar y su boca se secó de inmediato, era hermosa pero en ese vestido pequeño se veía más sensual de lo normal, su cuerpo delgado y piernas largas le llamó la atención, las imaginó alrededor de su cuello y su erección despertó, sonrió ladino. Mina era preociosa y él la tendría, vió que lo observaba con una tenue sonrisa y se levantó.

La música era alta por lo que ayudaba a esconder su risa sarcástica y nerviosa, se acercó lo suficiente como para sonreírle y ver que ella respondía al instante con una mirada pícara.

-Hola preociosa-dijó mostrando su dentadura

-Hola oppa -sonrió de vuelta

-¿Quiéres beber algo? -preguntó acercándose hasta tomarla de la cintura

Un Cambio De Guión (Yoonmin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora