Capítulo 4

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—IESS Filosofía y Letras... —Leyó de una gran placa dorada a la entrada del edificio antes de cruzar la puerta.

Ella había pasado ahí cuatro años y había aprendido mas de lo que hubiera imaginado. Se sintió tan bien de volver. Dos años habían pasado ya desde la última vez que había estado allí. Solía asistir en compañía de Arman, de vez en cuando, a las conferencias y exposiciones que se realizaban, pero desde su muerte no había vuelto y ahora se sentía algo incómoda frente al salón 384. No, incómoda no, lo que sentía era una tremenda presión en el pecho. Como si algo quisiera aplastarla. Necesitó de respirar profundamente varias veces para aliviarse un poco...












—Creo que debería dejar de enseñar...

—No veo por qué. Pronto terminaré mis estudios y ya no seré mas tu estudiante.

—Aún así... —El mayor se detuvo un momento antes de hablar— Si nuestra relación llegara a oídos de...

—No sucederá, Créeme. Aunque... Si lo que quieres es que nos separemos, pues dímelo, solamente así —la chica se alejó de su lado apenas unos cuantos pasos y Arman no dudó en seguirla.

—Lo único que me preocupa es que podría perder mi credibilidad. Me acusarían de no tener ética profesional. Podrían despedirme.

—Eso no sucederá, pero si tanto te preocupa, debemos romper aquí y ahora. Si cuando termine mis estudios, nos encontramos y seguimos queriéndonos, entonces podríamos volver a estar juntos —Propuso Selima.

—Pero tu vas a irte en cuanto el curso termine... —la mirada del joven hombre cayó hasta el suelo.

—Eso no importa. Si tu sigues queriéndome, yo te prometo que volveré inmediatamente desde Venecia, apenas termine mis clases.

—Tú sólo no dejes de quererme y, por favor, perdóname —le pidió acercándose a depositar un primer último beso en sus labios.

—No vayas a enamorarte de nadie más. No vayas a cambiarme por una poeta. Contra un poeta podría perder. No quiero perderte por un poema de cien versos o un soneto de amor —Pronunció mientras se hundía en el pecho de  Arman y permitía que éste la rodeara en un fuerte y protector abrazo.

Nunca hubiera podido imaginar que un ataque al corazón sería lo que la alejaría de su lado. Jamás podría haber imaginado que sería la muerte y no un poema de cien versos, ni un soneto de amor, quien se lo arrebataría de entre los brazos sin haber podido disfrutar con él, de más días de sol.



















La joven llevó su mano hasta su cuello en dónde llevaba en una cadena de oro, siempre consigo, el anillo con el que Arman le había pedido fuera su esposa.

—¡Aquí estás! —una voz muy familiar fue lo que la sacó de sus pensamientos.

—¡Dimash! —lo saludó agitando su brazo derecho en el aire mientras el nombrado se acercaba con una sonrisa en su rostro.

—Llegaste más temprano —observó él, en cuanto estuvo junto a la otra.

—Eso creo. Quería dar una vuelta por la facultad antes y pasar por este salón.

—Vamos, no creo que sea muy bueno que te pases aquí cuarenta minutos mientras te esfuerzas por recordar cosas tristes. Tomemos algo, ven conmigo —Dicho esto, la tomó de la mano para ir en busca de un café.

Así, tomados de la mano, recorrieron gran parte del terreno del campus. Parecía como si ese día en particular, todo estuviera especialmente silencioso. Durante todo su camino, no se cruzaron ni con un alma que diera cuenta de su andar por ahí. El tacto de Dinmukhamed era tan cálido, que siempre era reconfortante. Selima creía firmemente en que no había alma más dulce que la del que la acompañaba en ese momento. Dimash era demasiado especial, tanto, que la grandeza de su alma no le cabía en el cuerpo, por eso debía cantar. 

Y nunca había escuchado sonido más hermoso que el de su voz.

—¿Te gusta dar clases, Dimash? —le preguntó a quien se habría convertido en su cuñado, dos años atrás.

—Mucho. Creo que es lo que más me gusta aparte de leer. No creo estar aún al nivel de Arman, pero creo que soy un buen profesor. Al menos mis estudiantes no se quedan dormidos en mitad de la clase.

—Estoy seguro de que eres un gran profesor. Arman decía que tienes una chispa especial y que eres capaz de atraer la atención de cualquiera. De hacerlos interesarse en lo que sea que busques transmitirles. Eso y que eres un artista maravilloso.

El joven profesor sonrió orgulloso.

—Le he pedido a mis estudiantes preparen preguntas. Prepárate. Por cierto, confío en que vas a firmar especialmente mi copia de Los colores del Viento —le dijo con una sonrisa juguetona. Así era él. Era completamente adorable. Su hermano mayor lo había amado mucho.

—Por supuesto que lo haré. Todos los libros, todo lo que quieras —respondió para después terminar su café.

—Deberíamos ir de una vez al salón. Ya deberían estar ahí los estudiantes y los demás participantes —comentó Dimash después de dar un vistazo a su reloj de muñeca.

Ambos se pusieron de pie, para dirigirse al salón dónde se llevaría a cabo el foro. El delicioso café les había devuelto un poco de calor al cuerpo y con ello, inyectado un poco más de emoción. Entraron juntos al lugar donde dentro había ya, un grupo considerablemente grande de personas. Kim Yami, ya se encontraba ahí. Estaba sentada junto a unos profesores compañeros de Kudaibergen, a los cuales se acercaron y saludaron.

En cuanto Choi Jonghoon hubo llegado, el evento inició formalmente.

Andrei se encontraba en primera fila. Completamente concentrado en la joven de cabellos color caramelo, tres años mayor que él.

Si, había investigado un poco. Bueno... quizás mucho sobre la vida de la chica del viento.








Esta actualización se demoró un poquito más en llegar. Ojalá que les guste. 

Un besito!

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