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Yangyang no se consideraba diferente, ni siquiera especial. Él sólo era un simple chico que disfrutaba de las mismas cosas que todos los chicos de su edad, o al menos eso creía él. No sobresalía en los estudios ni en alguna disciplina, solamente era regular. Pero ésto jamás lo desanimó y creyó que fuese malo, pues a fin de cuentas todos tienen algo distinto al resto y él lo sabía perfectamente.

No siempre se unía a los menores en sus juegos, tampoco ayudaba a taeil con sus comidas, tampoco le llamaba la atención acompañar a lucas, jaehyun y john, casi siempre estaba en su habitación o rondando en la casa, pero siempre llegaba el día en el que podía ser distinto al resto y lograba sentirse él mismo.

Cada martes y viernes sin falta, yangyang recibe un regalo, de parte de sus hyungs, munca es igual y ha podido notar que jamás hay ninguna similitud entre ellos y eso le gusta, porque siempre es una nueva experiencia totalmente distinta.

Hoy es viernes y yangyang está sentado en el gran sofá de la sala principal, esperando impaciente el sonido de la puerta siendo abierta y escuchar a jaehyun llamándolo para darle su sorpresa. Pasados al menos 15 minutos desde que se sentó a esperar el sonido de las llaves y la perilla siendo abiertas lo pusieron en máxima alerta, corrió hasta la puerta cual perro cuando llega su dueño y sonrió tan grande como pudo al ver a sus tres hyungs con una bolsa un tanto más grande que él retorciéndose.

— aquí tienes, lo encontramos en un cajero, es el mismo que no pudimos tomar la última vez. Disfrútalo.— informó el hoyuelado para retirarse a una de las habitaciones del fondo, llevándose consigo la bolsa y tirandola sin cuidado en el piso.

Exclamó un fuerte ❝ ¡gracias! ❞ mientras corría con emoción hacia su habitación especial. Era la sexta puerta a la izquierda, la madera desgastada y con olor a humedad lo reconfortaba y el irritante chillido que emitía al ser abierta le resultaba relajante. Abrió de par en par la puerta y vió la bolsa que no dejaba de moverse, miró unos segundos el cuerpo pensando en la mejor forma de inmovilizarlo para evitar altercados, pero el sonido de los gruñidos y el constante movimiento lo sacó de quicio, terminando por patear con fuerza repetidas veces la bolsa hasta que ésta dejó de luchar.

Una vez logrado, fue por las herramientas y tomó su martillo y los clavos más gruesos que encontró, notando que únicamente le quedaban esos y debía comprar más, quizás le diga a jaeno para ir juntos, según creo él también debe necesitar, pensó mientras llevaba todo frente a la pared de la izquierda, su favorita. Era de color verde lima (como toda la habitación) peroañ casi no se distinguía que era de ese color, la pintura se estaba cayendo en varias zonas, manchas de humedad por doquier y manchas de moho eran algunos de los adornos que la decoraban, sin embargo, los favorito de yangyang eran las manchas de sangre, que cubrían casi en su totalidad la pared, los diversos hoyos en la pared y las siluetas de la que alguna vez fue su víctima, ¡Era preciosa!

Con mucho trabajo logró levantar la bolsa y sacó al hombre de ella, notó la sangre que escurría de su labio roto y los diversos moretones a lo largo de su cuerpo, mas no les prestó atención y solamente se dedicó a ubicar correctamente al hombre frente a la pared. Cuando lo hizo, acomodó sus extremidades de forma que quedara formando una especie de estrella, tomó uno de los clavos y su martillo y lo posicionó justo en el centro de la palma de su mano derecha, cuando encontró posición perfecta comenzó a clavarlo tanto en la piel para más tarde usarlo como fijación a la pared.

El hombre gritaba desesperado intentado librar su mano de tal dolor insoportable, pero yangyang no prestaba la más mínima atención ante ello pues debía tener cuidado de colocar los clavos en los sitios correctos así lo sostendrán como es debido. Luego de poner los demás clavos, uno en su otra palma, y dos más, uno en cada fémur para terminar de unirlo a la pared. Escuchaba tras él los gritos, llanto e intentos de escape de parte del mayor y soltaba leves risas, era tan gracioso como no entendía que ya no tenía escapatoria.

Eligió sus cuchillos y se recordó agradecerle como es debido a Kun por haberlos afilado solamente para ésta noche. Era un cuchillo carnicero, una navaja y un simple cuchillo que no sobrepasaba los 20 centímetros de la punta de la hoja a la punta del mango. Cuando tuvo sus armas preparadas se paró frente al hombre y le regaló una última sonrisa para comenzar a lanzar sus cuchillos.

Siempre le gustaba lanzar el primero justo a un lado de la cabeza, así los asustaba y desprevenía, mientras se recuperaban de ello él lanzaba otro a cualquier parte del cuerpo así la impresión sería mayor. En ésta ocasión lanzó el cuchillo de carnicero justo en el inicio del brazo. Posterior a ello, lanzó la navaja y la incrustó justo en su entrepierna, el grito desgarrador no compara a ningún otro que haya oído antes, más no esperó a que éste recuperara el aliento, lanzó su cuchillo justo en el estómago y fue por tres cuchillos más; uno, de hoja de cierra, otro, grande, de mango grueso y que tenía la medida de su antebrazo y el último, se diría que era su favorito, fue el primero que lanzó, tenía sus iniciales en el mango que no era de otro material que madera vieja, pero de excelente calidad, tan noble que sin importar el tiempo y desgaste, sigue tan útil y certero como la primera vez.

Lanzó el primero y lo incrustó justo en el lado izquierdo de la cabeza del hombre, logrando despistarlo, los dos restantes, los lanzó casi a la vez, con segundos de diferencia, uno se incrustó justo en la yugular y el segundo, en el medio de la frente, matando instantáneamente al sujeto, acabando el juego.

Con saltos y tarareando una canción se acercó al cadáver, sacó cada cuchillo y le dió una lamida, sabía tan pero tan bien. Pero realmente no sé comparaba con el sabor de aquel hombre que taeil les dió a probar. Corto un trozo del brazo semi-amputado y se lo llevó a la boca como un bocadillo nocturno. Salió de la habitación y fue directo a su habitación, se metió entre sus sábanas calientes de colores pasteles y abrazó su almohada, con una sonrisa y lindas imágenes de instantes antes reproduciéndose en su mente, se durmió en pocos minutos.

Yangyang era común, pero sabía que su puntería era excepcional, yangyang tenía las mismas costumbres que el resto, pero solo a él le gustaba tanto la ruleta rusa y de su propia versión, yangyang no hacía nada único ni tenía sus horarios planeados, pero todos los martes y viernes sin falta el recibía un presente que sólo él podía disfrutar.

common ; nct/wayv !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora