Capitulo 1.

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Subiendo las escaleras del colegio no pude evitar soltar un suspiro y unas terribles ganas de dormirme atrás de uno de los insinuantes árboles que componía la institución, con dos grandes manchas oscuras bajo mis ojos, que hacían ver menos favorable mi fisiología poca atractiva y en conjunto al cansancio de las que te hace reconciderar si la educación es importante vi con disguste el edificio que tenía ante mis narices. Después de haber pasado el fin de semana explicado varias veces (por no decir muchas) las fórmulas y las teorías de Matemática a David quede en pocas palabras muerta; es como explicarle a un niño pequeño cuanto es dos más dos. No me pesa ayudarlo, pero la próxima seré más severa con su procrastinación.

Al final pudo entenderlo o eso espero, y yo pude dormir en paz ¡solo seis horas! ¿Quién puede dormir tan poco? Yo normalmente duermo hasta el mediodía cuando son fines de semana. Siempre trato de dormirme lo más temprano los días de semana para no estar cansada en clases, hecho que claramente no paso, estoy tan malhumorada que podría pasarme el diablo por al lado y saldría llorando.

Frustrada recojo por cuarta vez mi cabello en una coleta alta, era tan liso que deshacía el peinado. Me gusta mi cabello a pesar que eran como cuatro mechones lo que consistía, castaño clásico sin mucho de que envidiar, a veces lo dejo suelto, pero es muy molesto cuando se me pega en la cara.

Saludo a unos cuantos compañeros de clases mientras camino hacia mi salón. Sosteniendo mi bolso con la mano derecha con la otra veo la hora en el reloj de mi muñeca, faltaba poco para que sonara el timbre, así que apure el paso, si llegaba tarde no me dejarían entrar, es absurdo, pero el Sr. Meppiend, mi profesor de Matemática no piensa lo mismo, su lema es: "me importa un bledo si se llegan tarde, a mi clase no entra ni porque pase un tsunami", y si él siempre cumple sus palabras, varias veces tuve que salir sin comer de mi casa por llegar temprano a su clase. Para miseria mía teníamos con él todos los lunes a primera hora.

Al llegar al salón me doy cuenta que todavía está casi vacío y entre esas personas esta sentada en su predilecto asiento puntual como un clavo mi mejor amiga, Emilia.

— ¡Shaila aquí! —empieza a mover los brazos frenéticamente como si fuera una bandera.

— Hola —le saludo mientras me siento en el asiento de al lado dejando mi bolso en mi regazo.

— Wow, ¿que son esas bolsas debajo de tus ojos? —pregunta alarmada, para luego decir con la sinceridad más cruel: —¡Te vez horrible, amiga!

— Gracias, supongo —le regale una sonrisa irónica.

Mi estimada Emi era la representación de la feminidad misma, su apariencia física es igual de importante que respirar. Le importa mucho su aspecto físico, se alarma por mera estupidez. La conocí antes de entrar en la secundaria, se podría decir que estuvimos en el lugar y en el momento adecuado. Desde ese momento empezamos a juntarnos y bueno, no nos hemos separado desde entonces.

— Bueno y dime, ¿por qué tienes esas horribles bolsas debajo de tus ojos? —pregunta mientras saca el estuche de maquillaje de su bolso.— si querías probar un maquillaje dark me hubieras dicho y te ayudo.

— Ay Emi, dices cadas cosas, ayude a David toda la noche para la prueba de matemáticas —me recuesto sobre la mesa del pupitre y escondo mi cara entre mis brazos, suelto un bufido—. ¿puedes creer que hasta tuvo la osadía de pedirme que copie mi prueba?

—Mmm... —fue la única respuesta que recibió de su amiga.

Extrañada por su respuesta levanto la cabeza para verla. Ella estaba muy concentrada poniéndose el rimen en sus ya de por si largas pestañas. Volteo los ojos y olvidándome de mi maniática amiga, saco mi cuaderno y libro de Matemática dejándolos de golpe sobre el pupitre. Me recojo el cabello en una alta coleta otra vez y abro mi cuaderno para repasar los puntos.

Lo más importante en mi Vida© (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora