Prólogo : El caballero caído en desgracia.

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La oscuridad de la noche purpúrea se extendía por todo el vasto cielo cubriéndolo en su totalidad como un tenebroso manto interminable salpicado por un centenar de innumerables estrellas centelleantes que se hallaban dispersas por toda la extensión de la inconmensurable atmósfera nocturna como un montón de perlas plateadas diseminadas por toda la inmensidad del mar ensombrecido que en apariencia estaban separadas las unas de las otras , pero que en secreto se mantenían unidas por una serie de invisibles lineas inexistentes que las convertían en hermosas constelaciones , las cuales en su mayoría habían sido bendecidas con el inigualable honor de que sus nombres les rindieran homenaje a uno de los nueve majestuosos dioses todopoderosos que desde sus inmaculados tronos de marfil situados en las desconocidas regiones sagradas regían la tierra conocida habitada tanto por los hombres justos como por los perversos entre los cuales existían algunos sabios prominentes que aseguraban fervientemente que las claves para descifrar los misterios que encerraba el incierto futuro del hombre que desde sus primeros años le a temido a las cosas desconocidas que acarreaban consigo el impredecible porvenir se encontraban encapsuladas recelosamente dentro de aquellas brillantes figuras etéreas que se deslizaban suavemente y sin ninguna prisa por encima de las difuminadas nubes negras que se acumulaban a lo largo de los rasgados bordes inaccesibles del cielo oscurecido como las luminosas siluetas de una horda de enfurecidos guerreros armados y ataviados en resplandecientes armaduras de plata que montados en valerosos corceles de humo negro cabalgaban con ímpetu hasta el centro del infinito dominados por las penumbras dispuestos a servirles de guardaespaldas a la esbelta silueta de la luna menguante que en esos momentos no era más que un delgado hilillo de plata que temblaba descontroladamente a merced del frío murmulló del viento nocturno debido a que se encontraba a tan solo segundos de entrar en su última fase de desarrollo en donde permanecería invisible , oculta de todo ojo mortal como si estuviese muerta durante unas cuantas semanas hasta que pudiera renacer en todo el esplendor de su redondeada figura diseñada a la perfección por la sublime sabiduría de los astros , pero mientras eso sucedía la eterna gobernante de la noche se esforzaba por iluminar con sus débiles rayos de luz el sombrío firmamento que se cernía sobre el intrincado ramaje de las copas desnudas de los árboles petrificados que conformaban el espeso bosque que dominaba por completo todo el terreno chamuscado e infértil que se encontraba detrás de las imponentes montañas casi imposibles de escalar que señalaban el limite que dividía aquellas misteriosas tierras oscuras conocidas por todos como Las Lejanías del aparentemente pacifico reino de Guardaoriente del cual eran oriundos los dos hombres que en esos momentos se encontraban sentados en medio del bosque sobre los enmohecidos troncos petrificados de algunos árboles caídos alrededor de una fogata que amenazaba con apagarse en cualquier instante dejándolos desprotegidos a merced del frío y la oscuridad , dos elementos que en un sitio como ese solo auguraban una muerte segura a todo aquel que no estuviera bajo la bondadosa protección del fuego que con su luz y calidez espantaba a las moustrosas bestias insaciables que supuestamente habitaban en esa zona repudiada por las manos misericordiosas de los dioses por culpa de las atrocidades cometidas por aquellos que alguna vez vivieron en ese lugar horroroso destruido por las mismísimas llamas del infierno que se hicieron cuerpos de carne para devastar desde los cielos aquel imperio del terror que le rindió homenaje a la maldad y al horror durante la moustrosa era que todos los hombres en vano buscaban olvidar por miedo a que esta volviera a repetirse sin tener esta vez a nadie que pudiera detener su mortífero avance.

- ¡ Demonios ! ¿ Qué estáis haciendo Barton ? - le preguntó de repente un hombre robusto de espesa barba rubia y escasa cabellera del mismo color a su compañero interrumpiendo bruscamente el silencio en el que ambos se habían enfrascado desde hace más de media hora al ver como este acercaba su mano al pequeño montículo de trozos de enmohecida madera sana que estaba al lado del tronco petrificado en donde este estaba sentado a unos cuantos centímetros de distancia de donde él estaba , sin embargo a pesar de que ambos se encontraban lo suficientemente cerca como para oír si el otro susurraba una maldición o no su aludido no le respondió es más ni siquiera se digno a mirarlo , lo ignoro completamente mientras tomaba dos trozos de madera parduzca con tan solo una de sus manos provocando así que su él inevitablemente frunciera el ceño emitiendo un gruñido bajo casi inaudible antes de abrir nuevamente la boca para decir - ¡ Te estoy hablando pedazo de mierda ! ¿ Qué demonios creéis que estáis haciendo con eso ? -

Crónicas de Guardaoriente. Corona de Fuego.Where stories live. Discover now