Alma

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Notas: AU.

[Dinamarca x Nyo Suecia]

Mathias durmió sobre ella por doce meses y un día, siguiendo las instrucciones que decía el libro que le había robado a Lukas. No hizo caso a ninguna advertencia y siguió con lo que había planeado desde que se enteró que su pena podría arreglarse de esa forma.

Su amada Eyra no se movería mientras todo el peso del danés se apoyaba sobre la gruesa capa de concreto que los separaba. Había muchas cosas que Mathias lamentaba, entre ellas estaba haber sido un guerrero más preocupado por sus victorias que por lo que había construido. Eyra era la mejor esposa que pudo haber tenido, una hermosa sueca taciturna e igual de fuertes que cualquier otro guerrero que hubiera conocido.

Sus deseos de gloria lo cegaron de muchas cosas, y todo lo que pudo haber ganado en batalla no podía reparar lo que le había quitado. Defendiendo su amado reino combatió junto a todo su pueblo, saliendo victorioso y, sin embargo, había perdido lo más valioso que tenía, ella se desangró frente a sus ojos y ya nada volvió a ser lo mismo.

Siempre se culpó por su perdida.

Aquella noche soplaba un frío viento y caía suavemente la lluvia. En cierto punto de la madrugada, el danés perdió el sueño y se despertó, manteniendo el rostro pegado a la áspera y fría superficie de la tumba. El libro le indicaba también que llevara ciertas cosas al sepulcro: agua de la arena del desierto, sangre de la piedra y la leche de una doncella apenas en cinta.

Estas debían ser derramadas sobre las piedras y ser mezcladas con sus propias lágrimas de dolor. Al finalizar aquel rito el alma de la sueca se levantó de su tumba y dijo —¿Quién es el que se sienta siempre en mi tumba y no me deja dormir?—

Mathias no pudo evitar llenarse de gozo al ver la imagen de la mujer que amaba —Soy yo, tu esposo, quien se sienta en tu tumba— se acercó intentando tomar sus pálidas manos —Todo lo que anhelo es un beso de tus dulces labios, ha sido difícil estar sin ti—

A Eyra le tomó un poco de tiempo reconocer a quien había sido su esposo, y eso trajo a ellas recuerdos de su último día en la tierra. Ahora se miraba, ya no tenía una forma física, era sólo una imagen de lo que alguna vez fue, sabía que ahora lo único que quedaba era su alma. Le preocupó bastante el hecho de que Mathias la hubiese despertado de la tumba y que consecuencias pudiera traer.

—Mathias, mi pecho está frío como la arcilla, ya no poseo aliento alguno. Si besas mis fríos labios, tus días estarán contados.

El danés se puso de rodillas en la tumba, miró a la mujer frente a él y luego el anillo que llevaba en su dedo –Los días ahora ya no son lo mismo y han perdido todo valor, siempre en las noches más negras he aguardado a tu regreso— a pesar de que ella se fuera alejando, él la perseguía hasta que pudo detenerla y acercarse a sus labios.

Ella se mostró algo molesta, pero en sus adentros sabía que no lo haría cambiar de parecer –Que más quisiera que no compartieras este destino... si has decidido esto ya no hay vuelta atrás— Eyra volvió hacía él y dejo que la rodeara en sus brazos. Sus fríos labios se juntaron con los de Mathias, marcándolo entonces con el beso de la muerte y condenándolo a que su vida se fuera apagando poco a poco.

—¿Cuándo nos volveremos a ver, querida?

—Cuando las hojas de roble que vuelvan a caer, vendré de nuevo por ti... él día se acerca y yo he de regresar ya a mi descanso—volvió a besarle, y la imagen de su alma iba desapareciendo y volviendo al sepulcro donde su cuerpo había sido enterrado.

—No voy a decirte adiós aún. El mar puede subir, el cielo puede caer, pero mi amor nunca morirá...

Fictober 2019 	(𝙷𝚎𝚝𝚊𝚕𝚒𝚊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora