Bufanda

45 7 1
                                    

Invierno. Un viento gélido se colaba por los orificios de la ropa y hacía volar las hojas secas de los árboles. En las calles podías ver pasar gente abrigada con grandes chamarras, bufandas y guantes. La luz del sol apenas y podía colarse entre las nubes.

Una joven rubia y de baja estatura caminaba por las calles de Minsk cargando algo consigo, llevándolo en sus manos con la esperanza de volver a ver a su dueña original.

Aquella chica había olvidado su bufanda, eso había sido lo único que dejó atrás. Elise acariciaba las suaves hebras de lana que formaban aquella prenda y la acercó a su rostro, notando que tenía impregnado aún el aroma de la bielorrusa.

–Natalya—susurró su nombre mientras se detenía. La luz estaba en verde y los autos pasaban, ella debía cruzar hacía el otro lado de la calle para volver al lugar donde la había conocido.

Era la primera vez que Elise Vogel visitaba Minsk. Había previsto que el clima fuera gélido, pero jamás se imaginó que lo fuera tanto. Su grueso abrigo rosa y los guantes tejidos que usaba durante los inviernos de su país no sirvieron de mucho ya que el frío lograba llegar a su piel y le hacía temblar. Ese clima hacía que sus huesos le dolieran un poco, pero aun así logró moverse y llegar a tiempo a la parada de autobús, a esperar un vehículo que pudiera llevarla al teatro de la ciudad.

Junto a ella esperaba otra chica, más alta y de piel más pálida, sus largos cabellos platinados caían sobre sus hombros y sobre aquella abultada bufanda gris. A pesar de eso, llevaba menos capas de ropa de las que Elise usaba.

Le miró de reojo por un momento. El gélido viento volvió a soplar, golpeando a ambos en el rostro causándoles un escalofrió –El frío cada vez es más intenso, no me extrañaría que nevara durante la noche—mencionó la joven de cabello platinado y ojos azules mientras se acomodaba la bufanda. Su expresión era algo dura y distante, pero había cierta dulzura en el tono de su voz.

Le sorprendió un poco que ella quisiera hablarle, la menor se sintió nerviosa al principio, pero de igual forma decidió conversar con ella hasta que llegara su transporte. Ese sólo fue el inicio de pequeños encuentros que tuvieron, salidas amistosas y una que otra llamada ocasional a su hotel.

Elise sólo se quedaría allí por una semana más, pero quería aprovechar ese tiempo para estar cerca de Natalya. Habían acordado salir una noche, acudieron al ballet a presenciar una puesta en escena del Lago de los Cisnes; compartieron un palco para apreciar la función y mientras que Elise quedaba hipnotizada por la bella danza, la bielorrusa había logrado tomar su mano y en un instante de su distracción le robó un beso.

Ella salió primero del teatro, sin darle explicaciones a la joven rubia, quien tenía el corazón agitado... ese sería su primer beso. No pudo ni ver la dirección en la que Natalya se había ido, pero en el palco que compartieron se había quedado esa bufanda que había usado la mayor parte de los días que pasaron juntas.

Mientras frotaba sus manos para generar calor levantó la vista hacía el otro lado de la calle, ahí esperaba en la otra esquina del cruce peatonal la persona que había cambiado el rumbo de su vida, la persona causante de nuevas alegrías de Elise. Cabello rubio platinado, brillantes ojos azules, labios rozados, alta aún sin tacones.

Hubo un momento en que sus miradas se cruzaron y decenas de recuerdos se manifestaron. El semáforo estaba en rojo para los transeúntes, una vez que la luz cambiara a verde sus caminos volverían a cruzarse...

...si es que alguna vez dejaron de estar entrelazados.

Fictober 2019 	(𝙷𝚎𝚝𝚊𝚕𝚒𝚊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora