Libro

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A pesar de que el aniversario de su muerte había sido una semana atrás, Alfred quiso viajar a Baltimore para visitar su tumba. No contó con que el clima retrasara su vuelo y terminara llegando allí a altas horas de la noche.

Y, aunque no lo admitiera, Alfred no era lo suficientemente valiente como para ir a un cementerio durante la noche. Queriendo pasar desapercibido se quedó en una posada rustica ubicada a una distancia considerable del cementerio.

Lo primero que hizo luego de lanzar su maleta a la cama fue ponerse en el sofá y descansar luego del viaje. Llevaba un libro consigo, uno que era la recopilación de diferentes obras de terror que algunas veces tenía el animo de leer. Se quedó leyendo algunos escritos y poemas cortos hasta que sus ojos no pudieron más y se rindió ante el cansancio.

Afuera estaba oscuro, sus cortinas eran purpuras y lo único que alumbraba su pequeña habitación era una lampara con una luz tenue. Alfred dormía profundamente, dejando caer el libro de sus manos y el golpe que se escuchó afuera de su puerta fue lo que le hizo despertar.

—What the...— se frotó los parpados y miró hacía la puerta —¿Hay alguien allí?—

No recibió respuesta, sólo un par de golpes más hacía su puerta.

Se levantó de su asiento, sintiéndose recuperado luego de su descanso y recogió el libro, volviendo de nuevo a la puerta —Señor, o señora, me disculpo porque estaba dormido y me pareció apenas escucharle—

Entonces abrió la puerta ¿y que vio? Las tinieblas nada más. Sólo la oscuridad del pasillo, pero al cerrar la puerta escuchó los golpes nuevamente. —Debe venir de las persianas de la ventana. Exploremos este misterio: seguro es el viento, nada más—

Entonces empujó la persiana y escuchó un tumultuoso batir de alas. Un rayo negro que se coló en su habitación y se postro sobre la estatua que adornaba el umbral. Era un cuervo digno de épocas pasadas.

El pájaro de ébano, en su pose severa, indujo desde su imaginación a sonreír —¡Dime cual es tu nombre señorial en las riberas de la Noche Plutónica!—

El cuervo exclamó: —¡Nunca más!—

Alfred mantuvo su sonrisa mientras volvía a sentar y acariciaba el lomo de su libro. Sus ojos estaban postrados en los del ave, el cual no pronunció nada más hasta que el rubio comenzó a responderle —¡Oh cuervo! ¿no me cantarías una canción feliz? Dime que no estoy perdido—

—¡Nunca más, nunca más, nunca más...!

—Apareces de nuevo; te llaman un mal presagio, sólo aquí para atormentar, malvado y traidor... pero yo no les creo— suspiró mientras se levantaba y abría las ventanas para que ave pudiera salir. No había nadie más para presenciar lo vicioso e implacable que era aquel villano vestido de negro.

—¡Nunca más!

—Querías que él estuviera solo, recordándole lo que había perdido mientras cantabas desde el atardecer hasta el alba.

El cuervo volvió a cantar.

—Te tengo que pedirte algo antes de irte, un favor tuyo, repite esa canción que sigues cantando...

—¡Nunca más, nunca más, nunca más!

El ave salió volando fuera de su habitación, notando entonces como se aproximaba el alba. Alfred ya no quiso volver a dormir y decidió continuar con el motivo de su visita a Baltimore. Se abrochó su chaqueta y se llevó consigo aquel libro que contenías las obras más famosas del rey del terror.

Marchó entonces hacía Westminster Hall and Burying Ground, donde se encontraba la tumba de Edgar Allan Poe.

El cuervo fue publicado por primera vez en 1845. Reescribí varias veces el drabble hasta convencerme de que obra de Poe usar, primero me fui por el corazón delator y luego por La narración de Arthur Gordon Pym, pero me decidí por el cuervo, porque creo que es lo más icónico de este escritor que igual es mi favorito.

Gracias por leer :3

~Aoba.

Fictober 2019 	(𝙷𝚎𝚝𝚊𝚕𝚒𝚊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora