SEDECIM

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Para Jaebum el maldito día había sido una mierda desde que se levantó, conforme pasaban las horas su lobo solo se ponía cada vez más rabioso.

Cuando una hembra le sonrió al pasar por la calle camino a la casa de su mejor amigo, el lobo le gruño advirtiéndole que mantuviera las distancias.

No había llegado la hora del almuerzo cuando ya se había peleado con dos centinelas que le preguntaron qué palo tenía metido en el culo. Lo peor de todo es que hasta el mismo alfa de los lobos evitaba encontrarse en la misma habitación que su hijo.

Conforme el día iba pasando Jaebum estaba más intranquilo, era cuestión de horas para que la luna estuviera reinando en lo alto del cielo.

Los machos solteros sonreían libidinosos a las hembras disponibles, los que estaban emparejados se ponían muy cariñosos preparando a sus parejas para una noche loca. Solo el joven lobo estaba como en el limbo, por un lado, no le tentaban las mujeres de la manada y por otro su pareja no estaba allí con él para ayudarle con su problemita de bolas azules. Eso solo aumentaba exponencialmente su mal humor.

A la caída del sol todos los miembros de la manada de lobos se fueron reuniendo en el claro, lejos de las miradas curiosas. Los cachorros más jóvenes, los que todavía no tenían edad de estar en celo jugaban por allí sobre sus cuatro patas, entre empujones y mordidas juguetonas le daban un ambiente festivo al bosque.

Los cambia-formas que ya estaban en la edad de jugar a las manitas calientes se veían inquietos, las feromonas saturaban el aire incitando a unos y otros a aparearse bajo la luz de la luna.

El lobo de Jaebum se revolvía dentro del humano, ésta sería la su segunda luna como adulto y la primera de muchas que pasaría sin su pareja.

Las risas y las bromas, el bullicio normal de los alegres lobos, eran como murmullos lejanos para los oídos del hijo del alfa.

Apartándose de los demás caminó hasta llegar bajo un frondoso árbol. Sentándose en una de las raíces gruesas se dedicó a observar la preparación de todos antes de comenzar la feroz carrera a campo traviesa.

El aullido del lobo alfa hizo que todos dejaran de lado las conversaciones y los juegos, esa era la señal para que hicieran el cambio invocando a su forma animal. Aullidos y gruñidos llenaron el aire del bosque, la manada de lobos comenzó a correr tras el más fuerte de sus miembros. Jaebum corría justo detrás de su padre, tratando que los instintos del animal de seguir al alfa fueran más fuertes que el de desviarse al territorio de los gatos.

La carrera fue tal cual debía ser, los animales liberados bajo la luz de la luna celebraban a la naturaleza que les daba cobijo y a la magia que les permitía existir. Dejándose llevar por la conexión con los demás lobos su propia tristeza se desvaneció revolviéndose con la emoción de la carrera entre los árboles.

Las patas fuertes de Jaebum se detuvieron en seco, un dolor, como el de un golpe de mazo lo hizo quedarse allí de pie mientras los otros animales seguían con la carrera dejándolo atrás. Al bajar su mirada casi esperó ver una herida abierta en su amplio pecho peludo. Levantando la nariz trató de descubrir en la brisa de la noche algún cambio que le dijera qué sucedía, la sensación de ser perseguido, de tener miedo, lo hizo gruñir mostrando los filosos colmillos. Algo andaba realmente mal. Dando la vuelta comenzó a correr atosigado por una misteriosa premura que no podía explicar, lo único que tenía claro era que tenía que llegar y pronto.

La carrera estaba llevando a Jaebum en dirección a la frontera que compartían con los gatos monteses. Deteniéndose trató de reevaluar su situación, la sensación de necesitar llegar a algún lugar lo estaba ahogando, la parte humana trataba de racionalizar, pero el lobo no lo dejaba pensar mucho. La orden era clara, "hay que llegar" repetía el lobuno y otra vez.

🌟 𝑪&𝑾 - 𝟐𝑱𝑨𝑬 |ᵍᵒᵗ⁷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora