En el aeropuerto de Londres…
Un paquete, oscuro y con trazas blancas, se movía lentamente sobre raíles de goma sucia y rodillos de plástico duro. El ruido de las máquinas funcionando sin descanso, molestaba; el olor a cuero de maleta, golpeado constantemente, se acumulaba por todas partes; los restos de papel film se enganchaban por las diferentes esquinas del camino que los bultos recorrían, y el paquete arrastraba consigo un recuerdo ancestral que muy pocos podían entender y casi nadie conocía lo peligroso que era.
*
Los cultivadores de estas plantas, llamadas Raíces de Jade, solían ser gente mística que principalmente trabajaban como jardineros en los palacios imperiales y en casas de acaudalados gobernantes. Se trataba de la mutación genética de un girasol chino y una margarita silvestre, que al cruzarse con la ayuda de la alquimia y la ciencia oculta, se obtenía esta maravillosa flor que únicamente florecía cada doscientos años. Si el rito de mutación se realizaba correctamente, el perfume de la flor impregnaba el ambiente, introduciéndose en las casas, y adhiriéndose a los presentes, augurando buena fortuna, salud, bienestar y felicidad en todo, y para todos. Una bendición divina, que muy pocos tenían el privilegio de poder permitirse.
Un día, uno de los jardineros rompió su juramento y a cambio de mucho dinero, entregó un bulbo al jefe de una aldea situada a las afueras de Pekín. Los aldeanos habían ahorrado mucho durante demasiado tiempo para poder reunir la cantidad estipulada, y al final lo consiguieron. Al fin y al cabo, el beneficio a recibir a cambio era mucho mayor de lo imaginado.
El jardinero les entregó unas instrucciones muy concretas sobre cómo debían manipular el bulbo, cuándo sería el mejor momento de plantarlo, y cómo debían cuidarlo, de lo contrario no se sabía con exactitud lo que podía suceder. Sin discutir y sonriendo, el jefe de la aldea sostuvo la preciada adquisición en sus manos y sonrió con cierto aire de ignorancia, alegría, y soberbia. No prestó atención a las instrucciones entregadas por el jardinero místico e hizo caso omiso a sus advertencias; en lo único que podía pensar era en lo grande que se convertiría su aldea, y en lo importante que su familia llegaría a ser. Incluso soñó con los ojos abiertos que sus descendientes llegarían a ser gobernadores de regiones enteras, e incluso alguno de ellos podría convertirse en emperador.
Pobre maldito e ignorante.
Hizo caso omiso a todo lo advertido y se apresuró a plantar el bulbo. No esperó a la luna llena indicada, no utilizó el agua de riego adecuado, no trabajó la tierra con la herramienta sagrada, y no plantó el bulbo en el centro del pueblo, donde se alimentaría de las esperanzas del pueblo, los buenos pensamientos de los niños, los positivos deseos de los enamorados, y la bondadosa colaboración de los trabajadores. Sencillamente decidió plantarlo en una maceta de barro gris, la cual colocó al lado de su cama donde únicamente era alimentada de sueños egoístas, pensamientos soberbios, sensaciones de agobio y envidia, y actitud de mal saber.
Cuatro generaciones dejaron su huella, y cuatro generaciones maldijeron la planta con sus malos pensamientos. El veneno recorría el cuerpo de la planta considerada como la joya más preciada de toda China. Su cuerpo se llenaba con espinas largas como las agujas y afiladas como dardos, sus hojas cortaban como sierras de talar árboles, su color era de un lila asqueroso y horrendo, que ahuyentaba hasta a los insectos que intentaban acercarse para descansar sobre esta, y sus raíces, que no paraban de crecer y enredarse en las paredes de la maceta, se asemejaban a las oscuras redes de la muerte que se expanden sin que nadie pueda verlas. Ocultas y ennegrecidas, hasta poder salir y segar la vida que se encuentra a su alrededor.
El día de la felicidad, que era el día que por fin la flor se abriría, la aldea entera rodeó la casa del descendiente del jefe. El nuevo dueño se mostraba orgulloso de sostener el futuro de sus vecinos en sus manos, y demostraba ser incauto e insolente. Su discurso fue un insulto para la totalidad del pueblo chino, y resultó ser una declaración de guerra lanzada al mismísimo emperador. Hablaba de oro que brotaría de la tierra, de plata que caería del cielo, de diamantes que crecerían en los árboles y de jade que aparecería de la nada, gracias a la preciada flor. A los aldeanos no les gustaba lo que estaba sucediendo, pero tampoco podían hacer nada; se resignaron a ser esclavos de su nuevo amo y simplemente agacharon la cabeza y aplaudieron con falsa euforia, y sonrisas de miedo a morir.
¿Quién podría contrariar al poseedor de la Flor de Jade?
Noche de sombras que la luna despertó. La flor se abrió, y su aroma impregnó la aldea, y acarició las almas de los presentes, y se introdujo en las casas de todos. Hasta que amaneció el día siguiente, y ya nadie ni nada quedaba como testigo de lo ocurrido. ¡Nada!
*
Ahora el paquete se encontraba en las manos de un repartidor. El pobre joven sentía como las tripas se le retorcían, y no entendía el porqué; un sudor frío y espeso emanó de su frente y sus axilas, y eso que no hacía demasiado calor. La gente con la que se cruzaba sentían retortijones, a otros le dolía un poco la cabeza, otros se atragantaban con su propia saliva, y a la mayoría, y sin ninguna explicación aparente, el simple hecho de observar el singular paquete les recordaba todo lo malo que residía en sus corazones.
La noche de la luna llena se acercaba, y según las predicciones… no nacería rodeada por un color verde esperanza.
Próximamente: El feto.
¿Niños robados? ¿Cría industrial? ¿Asesinato en masa? Descubre el secreto que oculta una organización sin escrúpulos, en la siguiente novela de Alexander Copperwhite… Fecha de publicación: 2015
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La flor marchita
Mystery / ThrillerRelato de misterio y terror. En la antigüedad, los alquimistas chinos encontraron la manera de crear una flor que cumpliría sus mayores deseos. La flor de jade. Pero también descubrieron que, como era de esperar, quien no supiera criar bien dicha fl...