POV HOPE
—Hola, princesa.
La voz de mamá o el sarcasmo de mamá, logró que elevara la vista de mi libro y le dedicara una sonrisa fugaz. Su cabello estaba húmedo como si hubiese salido no hace poco de la ducha e iba vestida muy hermosa con un traje formal de color blanco. Seguramente iba a una de las empresas y ya venía a darme órdenes y pedir favores de cosas que ella y papá no podían completar.
Me incorporé en mi asiento cuando pensé eso último y traté de disimular que me sentía incómoda tan sólo con su presencia cerca y su aire de ser una de las mujeres más respetada de toda la ciudad. Me regañé a mi misma por estar rompiendo la promesa que me había hecho hace días.
«Tener paciencia y controlar mi carácter.»
Bueno, es más complicado de lo que pueden imaginar.
—Hola, mamá. —saludé casual, tratando de sonar lo más normal posible y fallando miserablemente.
Soltó un suspiro al darse cuenta de mi actitud pero realmente ya le daba igual, está acostumbrada.
—¿Qué haces? —preguntó acercándose al sofá donde me encontraba sentada y depositando un beso en mi cabeza. Suspiré frustrada porque hacía eso siempre que iba a empezar a dictarme cosas que hacer, aun sabiendo que odio todo ese mundo en el que ella y papá me envuelven.
Si, así como digo, mis padres son los dueños de Empresas Suggckerman y a diario trabajan al parecer para hacerse noticias en toda la ciudad y otros lugares. ¿Lo peor? Que a mi me importa un bledo la imagen, las revistas, las ruedas de prensa y todo lo que tenga que ver con el medio.
Solté por debajo una risa sarcástica, no por su pregunta estúpida, si no por la hipocresía con la que hace todo.
Elevé mi libro al aire para que lo viera con obviedad y volví a depositarlo sobre mi regazo sin mucho cuidado.
—Estudiando para historia. Más tarde tengo examen —le informé. Mordí mi labio al escuchar lo borde que soné y me encogí interiormente.
Aveces el mal humor solo brotaba de mí y más si estaba cerca de ella. —papá no es tan pesado e insistente— Lo malo era cuando volvía a mirar a mamá y esta, estaba parpadeando rápido tratando de minimizar el impacto de mis palabras. Pero bueno, así como ella me afectaba, yo también podia afectarla a ella. Tal vez así entendería que nada de lo que está a su alrededor es lo que quiero para mi.
—Oh bueno. —su semblante se puso serio. Caminó hasta la cocina y la escuché servirse una tasa de café. El silencio se hizo espeso entre nosotras y supe que le había hablado peor de lo que pensaba—. ¿Entonces supongo que no irás a Suggckermann a hacer lo que te pedí? —quiso saber más alegre. Envidio su forma de cambiar tan drásticamente de humor.
Oí sus pisadas nuevamente acercándose a mi y traté de no hacer notar que me estaba enojando más de la cuenta. Fingí pensar en su pregunta por un momento y sacudí mi cabeza en una negativa.
—No.
Dejó escapar un suspiro resignada.
—¿Y si te prometo que solo harás unas llamadas? ¿Entonces si considerarías ir? —inquirió en un murmullo casi inaudible. En esa ocasión de verdad me lo planteé.
Ir a la empresa significaba escuchar todo el murmullo de los clientes. Ver el abultamiento de personas en los lugares de exposición —mis padres son arquitectos— y soportar los diferentes estados de humor de las personas a las que llamaré. Significaba, estar en la oficina de mamá, yo sola, haciendo lo que a ella le corresponde; mientras que ella y papá estarían seguramente en una reunión de lo más tranquilos dando órdenes y tomando malteada.
Por más que me decía a mi misma que debía ponerle más importancia a todo lo que mis padres hacían en su trabajo, se me hacía difícil. Reconocía que de todo su esfuerzo para lograr tener todo lo que hoy tienen y ser lo que hoy son, he salido yo y todo lo que tengo, pero ni añoro lo material, ni me gusta tener una vida tan pública ante las cámaras. Aunque pensándolo bien, no recordaba que últimamente me estuvieran pidiendo que fuera a ayudarles. Pero de igual modo no quería ir.
Sacudí la cabeza negando una vez más cuando la sentí hundiéndose en el sillón a mi lado.
—Creo que paso.
—Hope...
—Igual tengo que ayudar a Lucía a preparar una receta —la interrumpí—; se lo prometí. También iré a recoger a Tyson a casa de sus abuelos, su carro está dañado —suspiré—. Después de todo eso estudiaré un poco más, sabes lo mucho que batallo con esta materia. Tantas fechas y nombre de presidentes... avanzaré algunas tareas y ya luego sería la hora de ir a la universidad. Así que no me lo pidas otra vez, ya dije que no iré. —concluí con una risa poco sincera.
Todo aquello lo había dicho sin despegar la vista de la página delante de mí, aunque en realidad no estaba concentrada en la lectura; las palabras nadaban sin rumbo alguno antes mis ojos. No podía leer con ella a mi lado irradiando autoridad. No era capaz de concentrarme.
Todo hubiese sido más fácil si como todas las personas normales ella hace todo lo que tiene que hacer y se va a su trabajo pero no, tiene que molestarme a mi también.
—Vale —aceptó de mala gana poniéndose de pie de nuevo—, pero la próxima semana no te libras. Vas a la universidad, claro, pero también tienes que trabajar.
Elevé mis ojos, sorprendida, encontrándome con los suyos llenos de coraje. No dije absolutamente nada, sabía que si decía algo no sería nada bueno ni en buen tono así que preferí callar. Para mi suerte papá entró a la sala y se sintió como si nada hubiese pasado.
—Buenos días, tesoro. —dijo mientras se acercaba a donde me encontraba. Me levanté para hacerle más fácil su saludo. A diferencia de mamá, papá siempre me daba un abrazo y un beso en la cabeza todas las mañanas y eso es por no decir que cada vez que puede lo hace.
—¿Irás a la oficina hoy? —preguntó.
—No —miré a mi madre la cual ya estaba recogiendo sus cosas—, ya le dije a mamá que estaré ocupada. —asintió y minutos después se fueron.
Solo me permití suspirar y relajarme cuando escuché que gritaron su despedida y a la puerta principal anunciándome su partida.
Después de varios minutos sin retener ni entender nada, me rendí; cerré el libro y dejé caer la cabeza hacia atrás soltando un resoplido.
Era todo tan frustrante. Golpeé mis puños sobre mis rodillas y apreté mis ojos cerrados hasta que conseguí ver puntitos blancos nadando tras mis párpados.
Me pregunté una y otra vez porqué mi familia eligió esta vida. ¿Por qué querían que yo siguiera sus pasos? ¿Acaso no puedo decidir por mi? Habiendo tantas personas necesitadas en el mundo y yo que tengo todo no lo quiero, no quiero tener todo porque nací con ello, quiero ganármelo, quiero ser normal.
Solté un gemido lastimero por lo injusta que me parecía la vida y pasé mis manos por mis ojos evitando que se acumulen lágrimas en ellos.
Como cualquier joven después de que cumple 18 años o más, desea ser niño otra vez. Me dediqué a recordar cada pequeño detalle de mi infancia. A mamá, a papá. Incitándome a jugar con todo su carisma; esas miradas que siempre parecían sonreír, el amor que profesaban hacia mí y ese modo tan suave de hablar, de andar, de ser, de vivir... cuando era feliz y no lo sabía.
Suspiré con tristeza...
«Necesito volver a tener cinco años»
Lancé el libro a un lado, convencida de que no podía seguir así, y subí a mi habitación a cambiarme. Le dije a Lucia que dejáramos la tarta para cuando yo llegara de la universidad y esta aceptó, así que me fui directo a buscar a Tyson. Necesitaba desahogarme con alguien y quien mejor que el.
Escogí un suéter ligero porque ya estaba empezando a refrescar. Al bajar tomé mis llaves del colgante y entonces salí de ese lugar testigo de mi agobio diario. Mi casa.
R a i l y
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He Hell - She Heaven ©
Pertualangan"No para todas las personas el cielo es un paraíso; hay quienes encuentran paz en el infierno, con alguna persona que arde" El me arrastró a su mundo o yo me fui arrastrando sola, eso aún no lo descifro. Me mostró poco a poco toda la realidad que h...