Capítulo 5: La curva de la muerte

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La pálida luz de la luna iluminaba la ruta

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La pálida luz de la luna iluminaba la ruta. Lejos de la ciudad, podían distinguirse con claridad casi un centenar de estrellas.

Rodrigo dormía en el asiento del conductor mientras Matías conducía en una autopista rodeada de las tierras rojas de Catamarca. La batería de su nuevo teléfono celular había muerto por completo evitando que pudiera acceder al GPS. Esperaba no estar perdido, pero era demasiado orgulloso como para molestar a su compañero por algo tan insignificante como eso.

El fotógrafo tenía la cámara colgada del cuello, pues había estado tomando fotografías de las hermosas colinas del desierto algunas horas antes. Matías bostezó sin levantar las manos del volante.

El periodista estaba orgulloso de las notas que había hecho en la estancia donde se habían estado hospedando. Había demostrado tener talento, no solo para los eventos paranormales, sino también redactando artículos de interés turístico. Fantaseaba en algún momento dejar de ser cronista para la revista en la que trabajaba y conducir su propio programa de televisión.

Matías estaba tan sumido en sus pensamientos que una curva que no estaba señalizada lo tomó por sorpresa. Sintió el temblor de las ruedas al circular por la banquina e hizo una maniobra brusca para regresar el vehículo al camino.

Rodrigo se despertó sobresaltado por el movimiento y tomó una fotografía casi por instinto. Todo sucedió demasiado rápido. En la fracción de segundo que le tomó a Matías recuperar el control del vehículo, justo cuando la explosión del flash iluminó todo, entonces la vieron. Una mujer vestida de blanco que portaba la palidez propia de los espectros permanecía tranquila en la mitad de la carretera justo en la curva. Matías observó a la mujer por el espejo retrovisor y se alejó lo más rápido que pudo para tomar distancia de aquel lugar.

Si no hubiese estado tan distraído como para desviarse del camino, seguramente habrían atropellado a la mujer. Pensó por un instante que los tres podrían haber muerto, pero en el fondo sentía que aquella dama era un espectro.

—¡Gracias a Dios! La viste a tiempo y la esquivaste. Pudimos haber muerto —comentó Rodrigo una vez que dejaron la curva atrás y su pulso se normalizó.

—Estuvo cerca. Ya había escuchado historias sobre la Dama de la Curva, la Curva de la Muerte y cosas similares. No creí que pudiera ocurrirnos a nosotros —dijo Matías manteniendo la vista al frente y aferrando el volante con fuerza.

—¿Eso no era una leyenda española? —preguntó Rodrigo que parecía confundido.

—No necesariamente —reconoció el periodista quien se había nutrido mucho con literatura paranormal durante los últimos meses—. Hay testimonios en todo el mundo. Lo que es seguro es que si no la esquivaba nos hubiese llevado al otro mundo.

—Salió en la foto, aunque un poco borrosa —comentó Rodrigo mirando las fotografías de su cámara.

—¡Buenísimo! Ya tenemos la próxima nota, entonces —dijo Matías feliz de estar vivo y de poder utilizar esa experiencia para su columna.

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