Capítulo IV

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Una copa, dos copas, tres copas y un vodka

Esta mañana al fin pasó, ya está instalado todo, Joey creía que Kaiba estaba siendo amable, cosa rara en él, hasta que los encargados le contaron que ordenó darle la habitación más pobre, eso sí puedes llamar pobre una habitación que tiene ventana hacia un jardín, una cama matrimonial y un baño completo propio, si claro definitivamente no conoce la pobreza, de cierta manera le molesta ese hecho.

El pobre Joey se sentía cansado, aún más pensando que está semana tiene que visitar a su hermana en la casa de la bruja madre; esa vieja ni siquiera se preocupa por Serenity ni por él, pero después de todo es su madre y hubo un momento donde sintió la calidez de la familia, tal vez por eso no la puede odiar del todo, igual caso con el bastardo padre; tiene que ir a practicar con la banda y a cubrir su turno en el café, un día pesado sin duda, los dolores de cabeza serán agotadores.

El sonido del toc toc de la puerta se presentó y atendió.

— Hola Joey, ¿Puedo pasar?

Era Mokuba quien sonreía, dándole una pequeña visita feliz, tenía la intención de dar un pequeño recorrido por la mansión.

— Hola, ¿Dónde estabas?, No te había visto en días.

Joey lo dejó pasar, tener una charla amena le haría bien y le distrairía de su cabeza.

— Bueno... Fue mi celo jaja.

— ¿Tan pronto pasó?

— Si, hoy termina, tomé unos supresores.– dijo Mokuba tomando asiento en la cama.

— No creo que debas tomar supresores, más ahora que apenas estas creciendo.– dijo Joey sentándose al lado de él.

— Solo tomé uno, además, es para probar que tan eficiente es.

— Mmm... Esta bien, mientras no te agarre alguien.

— Claro que no, por cierto, ¿Realmente son tus hijos?, Ya sabes, Alexis y Atticus, puedes confiar en mí ¿Sabes?– decía Mokuba mientras revisaba el montón de cartas que le dió su hermano tratando de no incomodar.

— Definitivamente no, nunca me acostaría con Kaiba ni por más dinero que necesite ni porque estuviera en celo.

Hay algo, hay que lo enfada en ese hecho, no lo es tanto que tenga hijos o que perdiera la apuesta, la posibilidad de que exista una conexión más allá de odio entre ellos, da miedo, ¿Cómo se controla eso?

— Ya veo, ¿Y por qué lo dices?

— Sin ofender Mokuba pero tú hermano es un ególatra ignorante que no haría nada por alguien.

— Jajaja.– río.

— ¿De que te ríes?– sonrió.

La risa de Mokuba puede ser contagiosa.

— Creeme o no, hubo un tiempo en que yo pensaba lo mismo... Pero es todo lo contrario, nadie conoce a mi hermano más que yo, eso me preocupa, algo esconde.– dijo Mokuba con algo de tristeza.

— ¿Qué?, ¿Qué podría esconder que fuera tan malo?

— No lo sé, supongo que le está afectando, últimamente ha estado tomando en las noches, a veces escucho botellas quebrarse y... No sé que puedo hacer yo, ni siquiera quiere hablar conmigo, me gustaría saber qué tiene para así ayudarlo.

— Mokuba... ¿Cómo te das cuenta de todo eso?, Yo lo veo como siempre.

— Soy su hermano después de todo, soy toda la familia que me queda y le estoy muy agradecido.– decía melancólico.

Por dos pequeños nos unimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora