Capítulo 1

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¿Ya era de día? Me pregunté estirando los brazos hacia delante incorporada en mi cama. Miré a Evan, aún seguía durmiendo. Los dos íbamos en ropa interior.

Llevábamos siendo novios como unos 6 ó 7 meses.

Muchas veces se venía a "dormir" a mi casa, aunque, yo sigo viviendo con mis padres, pero ya que mi casa es tan grande a ellos no les importa.

Soy hija única. Soy la niña mimada. Una pija, la reina del instituto. La chica más popular. Y tengo como novio a uno de los chicos más deseados del instituto.

-¿Ya estás despierta? -me preguntó Evan.

La verdad es que nunca había amado a nadie. Sólo era novia de Evan Peters porque estaba bueno y era excelente en la cama, el mejor desde ahora.

Miré a Evan de reojo y me levanté de la cama. Me miré en mi espejo del tocador. Llevaba todo el pelo revuelto. Mis cabellos rubios estaban enredados. Acerqué mi cara más al espejo. Tenía los ojos un poco rojos y con ojeras.

-Parezco un zombi -dije gimoteando para captar la atención de Evan.

-Pareces una malcriada -dijo levantándose a la misma vez que me agarraba de la cintura por atrás y me pegaba a su dorso.

-¿Qué hora es? -pregunté mirando la bonita silueta que se veía reflejada de los dos en el espejo.

-Las 7:45 -dijo dándome un delicado beso en el hombro.

-¡Qué! -dije quitándomelo de encima -. Dios, tengo que llegar a clase rápido.

Evan se dejó caer en la cama despreocupado. Yo cogí unos pitillos negros, una camisa de rayas blancas y negras y ropa interior. Me fui a ducharme, me puse una pinza en el pelo y me duché rápida. No podía perder tiempo me peiné lo más rápido posible y salí del baño escopetada. Bajé a la cocina a desayunar y ahí estaba Evan, desayunado mientras hablaba con mi nana. Miré el reloj de la pared.

-¡Dios, que tarde es! -dije.

-Evan, vamos -le ordené.

-Madeline, tienes que desayunar -me dijo mi nana con los brazos cruzados.

-Oh, por dios -dije rodando los ojos.

-Madeline, desayuna -me ordenó.

-No me da la gana -le dije sonriendo de mala gana y cogí a Evan de la camiseta y me lo llevé a rastras.

(...)

-No he terminado de desayunar -dijo quejándose cuando estaba abriendo la puerta de mi coche.

-¿Y te quejas? -dije cerrando de un portazo la puerta del coche -. Mira aquí quien manda soy yo, si te digo que mates a esa chica -dije señalando a una chica de unos 17 u 18 años que caminaba por la acera -, la matas. Entonces, si te digo que no comas, ni parpadees.

Él miró al suelo y entró en el asiento del copiloto. No rechistó, no se quejó más en todo el viaje. Estaba cabreada con él por no despertarme. Tenía que llegar siempre 10 minutos antes de que empezasen las clases para saber que cosas les pasaban a mis alumnos.  Sí, mis alumnos, no es que sea profesora, pero medio instituto me pertenece, soy la que los defiendo, ellos me tienen que defender, soy como su reina. Mientras que la otra mitad... Eran nuestros rivales. Nosotros teníamos que ser mejores que ellos. Había mucha competitividad y rivalidad entre las dos mitades.

Aparqué el coche en el primer hueco que vi. Y salí. Evan salió unos pocos segundos después de mí. Me pasó su brazo derecho por la cintura, mientras que con el izquierdo llevaba nuestras mochilas.

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