Enamorado del pecado.

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Sinopsis:

Xiao Zhan recibe visitas inesperadas en medio de sus sueños, el problema no es ese, el verdadero asunto preocupante aquí es el hecho de que esos sueños le hacen alejarse del camino que juró seguir al pie de la letra hasta el día de su muerte.

Pero para su desgracia, es imposible no caer ante los encantos de un ser tan atractivo como lo era él.

~*~*~

El reloj marcaba las doce de la noche, por lo que todos dentro del sagrado templo dormían plácidamente aguardando por un nuevo día o al menos debería ser así, pues esa noche en específico había una excepción a lo antes dicho.

Dentro de una de las sencillas habitaciones, un hombre joven de tez clara y cuerpo delgado se removía inquieto en la suave cama. Con ambos ojos cerrados y su cuerpo empapado de sudor frío, no cabría duda en la cabeza de nadie que el chico tenía una horrible pesadilla.

Su cuerpo quemaba como si se hundiera en las profundidades del ardiente infierno que tanto le habían enseñado a temer. Sus manos estaban inmóviles y sentía una presión sobre sus muñecas que las obligaba a permanecer juntas y arriba de su cabeza. Una caliente ráfaga de aire golpeó su cuerpo dando a entender que estaba desnudo. Todo a su alrededor era negro por más que su cerebro le gritara que tenía los ojos abiertos, él no veía nada más que oscuridad.

Dominado por el miedo no se atrevió a moverse ni por equivocación, ni siquiera cuando sintió un par de manos pasearse sin vergüenza alguna por su piel. Se estremeció ante el contacto pero aun así se negaba a moverse o decir algo. Las manos subieron hasta su pecho y sintió movimiento, como si alguien se subiera sobre él. Algo golpeó su entrepierna, mordió su labio evitando cualquier sonido de su garganta.

—Zhan-ge —una aterciopelada y profunda voz susurró a su oído. ¿Cómo sabía su nombre? ¿Quién era?

Dando un brinco se quedó sentado en la cama con las blancas sábanas hechas un desastre a sus pies. Miró alrededor, la luz de la luna llena se filtraba por el gran ventanal que tenía a un lado. Estaba en su habitación, todavía dentro de la gran iglesia que él y otros sacerdotes custodiaban. La sagrada iglesia de la ciudad y a la que se había dedicado con devoción durante toda su vida. ¿Cómo era entonces capaz de haber tenido semejante sueño?

—No, eso fue un sueño ordinario, claramente era una pesadilla —miró hacia la mesita de noche donde tenía la pequeña biblia que siempre cargaba y sobre ella su rosario. Sin dudarlo tomo a este último llevándolo a su pecho. Su corazón latía a mil por hora, aún sentía calor a pesar de que estaban en pleno otoño, casi rozando el invierno. Se dejó caer en el colchón mirando al techo. No pudo volver a dormir en lo que restaba de la noche.

Lo que el joven sacerdote ignoraba, es que ahora mismo era observado y no precisamente por una persona.

En lo más profundo de los abismos infernales, dentro de un imponente castillo de piedra, se alzaba en la sala principal un trono de brillante jade negro recubierto de terciopelo rojo acolchado. Sentado en ese elegante mueble, un demonio de atractivas y juveniles facciones sonreía ladino con su cabeza apoyada en su brazo derecho y con las piernas cruzadas. Un cuervo negro como el carbón se posó sin temor en su hombro contrario.

—Creo que encontré a mi nuevo juguete —miraba atento a la esfera de humo que le servía para ver a quien sería su próxima víctima. Rio con malicia dejando ver los blancos y filosos colmillos. Sus alas oscuras se extendieron soltando un par de bellas plumas que revolotearon sobre su cabeza adornada con grandes cuernos rojizos.

La mañana llegó, la noche había sido increíblemente larga para Xiao Zhan. Mientras se colocaba su sotana negra dio un largo e inevitable bostezo. Caminó hasta una puerta dentro de la habitación que daba acceso a un pequeño baño. Lavó su cara con el agua que salía del grifo. Miró su reflejo en el espejo, sin aviso recordó el sueño que había tenido. Las sensaciones se percibían tan reales que incluso ahora le estremecían. Negó fuertemente con la cabeza antes de salir de su habitación para comenzar con su día.

Terminando con las primeras actividades de la mañana, se dedicó a barrer los jardines traseros del lugar. Pensando que todo lo de esa noche podría quedar en el olvido su ánimo mejoró considerablemente. Terminando con sus deberes del jardín, volvió sobre sus pasos para internarse de nueva cuenta en la vieja construcción, cuando fue repentinamente sorprendido por un ruido anormalmente alto frente al lugar.

Llevado por la curiosidad se asomó descubriendo a una gran multitud de personas que se apretujaban alrededor de algo. Zhan se acercó más y descubrió en medio de las personas a un chico de oscuros cabellos, se miraba un poco más pequeño que él y por lo poco que veía de su rostro era alguien joven. Se sorprendió cuando escuchó un par de insultos que iban dirigidos al chico. Las personas que estaban haciendo el ajetreo eran aquellas que nunca faltaban a las misas, las más creyentes.

—¿Por qué tanto alboroto? —Alzó la voz y se abrió paso.

—¡Padre! —Exclamaron en sorpresa algunas personas mientras se hacían a un lado.
Cuando Xiao Zhan llegó al centro, el joven volteó a mirarle.

La respiración de Zhan se cortó en el acto cuando fue atrapado por unos ojos tan rojos como la sangre misma. De algún modo comprendió porque las personas parecían tan alarmadas, ese tono no era tan común de ver y antiguamente se le adjuntaba a los demonios; miró alrededor dándose cuenta de que pasó por alto el detalle que gran parte de los ahí reunidos eran mayores de edad. No era de extrañarse que fueran los que más se dejaban llevar por las antiguas enseñanzas. Suspiró y volvió a mirar al chico que al parecer en ningún momento le quitó la vista de encima. Sus ojos eran penetrantes, tanto que le costaba mantenerse tranquilo.

—Es la primera vez que te veo por aquí, ¿eres un viajero? —Preguntó con amabilidad y sonrió hacia él.

—Sí, estoy de paso. La estructura de esta iglesia llamó mi atención y quería verla más de cerca.

—¡Este lugar no es para ti, fuera! —El disturbio comenzó otra vez.

—Calma —pidió Xiao Zhan —. Cualquiera es bienvenido a esta iglesia sin importar nada. La misa ha terminado, espero verlos la próxima semana —dijo y tomó del hombro al chico llevándolo dentro ante las incrédulas miradas de los demás.

—Él es demasiado amable —se escucharon las voces murmurando mientras se retiraban.

—No les hagas caso. La ciudad será grande pero aún hay personas que siguen al pie de la letra lo que dicta nuestra biblia —habló Zhan cuando se encontraron adentro.

—Sí, pude notarlo —asintió mirando alrededor —. Es una gran iglesia.

—Sí, lo es. ¿No quieres ir más adentro? Podrás verla mejor —esperó un rato antes de obtener respuesta.

—Bien —dijo y caminó por el pasillo que dejaban los asientos hasta llegar al frente —. Huele a madera vieja.

—Ciertamente, los asientos y algunas cosas están aquí desde hace años —acarició una de las figuras antes de girarse al chico.

—¿Haz venido aquí tu solo? —Lo vio asentir —. Ya veo, ¿tienes donde quedarte a pasar la noche?

—No, estaba buscando un lugar cuando me desvíe del camino para venir aquí.

—Veo que te llamó mucho la atención, si gustas puedes pasar la primera noche aquí, te mostraré el lugar y lo que quieras saber —sonrió consiguiendo por fin que las frías facciones del menor cambiaran mostrando una sonrisa ladina.

—Eso me gustaría, espero no ser una molestia para usted —Xiao Zhan se vio incapaz de ver a otro lado. Ese gesto parecía tener muchas intenciones ocultas.

—Para nada, te mostraré una habitación que puedas ocupar sin problemas. Pero antes tengo que limpiarla, puedes caminar donde gustes, los demás están ocupados, así que no tendrás problemas —dijo caminando al interior de un pasillo alejándose de la zona pública.

El chico se quedó solo, los brillantes orbes viajaron a la espalda del mayor. Los rojizos ojos recorrieron todo el delgado cuerpo hasta detenerse en el trasero de este. Sonrió relamiendo sus labios antes de apartar la mirada y seguir explorando el lugar.

Por el otro lado, Xiao Zhan arreglaba una de las habitaciones vacías, limpiando el polvo y colocando sábanas nuevas. Recién comenzaba a recapacitar en lo que hizo, había invitado a un completo extraño a pasar la noche en su iglesia, alguien que nunca en su vida vio. Sacudió su cabeza, no tenía nada de malo ofrecer hospitalidad a una persona. Se convenció de esa idea a sí mismo cuando el cuarto estuvo listo. Aún tenía un par de deberes que realizar, pero no quería ser un mal anfitrión, por lo que salió en busca del chico. Debía preguntarle por lo menos su nombre, dado que hasta ese momento lo había olvidado.

Caminando por el lugar, le encontró sentado en el borde de la fuente trasera observando a las personas pasar, parecía inusualmente interesado en la multitud, no perdía de vista a nadie. Notó como su atención se centraba de pronto en una mujer bastante llamativa a la vista, quien al sentirse observada volteó y le dedicó una sonrisa que el chico correspondió de forma coqueta. Xiao Zhan no pudo evitar suspirar, así eran los jóvenes de su edad. Eso era lo que pensaba a pesar de que él mismo no era tan mayor, pero claro que su educación fue muy diferente. A su edad aún era virgen, por lo que no conocía realmente ese mundo, ni siquiera lo más básico.

Cuando retomaba su camino asustó sin querer a un cuervo que voló interponiéndose entre ambos. El contrario volvió el rostro para verle justo cuando un par de plumas negras caían. Zhan no pudo evitar sentir un estremecimiento cuando se encontró con esa escena combinada a los ojos rojizos que le miraban atentos, casi sentía como si estos pudieran atravesar su ser.

Inconscientemente llevó su mano a la cruz que colgaba de su cuello y por un segundo vio desagrado en la expresión del menor.

—Te estaba buscando —sonrió fingiendo no darse cuenta de su gesto.

—Aquí es muy tranquilo —agregó desviando la mirada.

—Sí, lo es —asintió —. Por cierto, recordé que no te he preguntado tu nombre, ¿puedo saber cuál es?

—Wang Yibo, puede llamarme Yibo —respondió al segundo después de la pregunta.

—Wang Yibo... Yibo... —repitió suavemente. Miró de reojo al ajeno, quien lo observaba con una chispa de inusual emoción asomando del par de rubíes —. Es un buen nombre —asintió hacia él sonriendo.

—Gracias.

—Mi nombre es Xiao Zhan, como quieras llamarme está bien.

—De acuerdo —aceptó.

Se quedaron hablando un rato largo hasta que llegó la hora de la comida. Lo invitó a entrar con él al comedor, pero el menor lo rechazó diciendo que lo esperaría ahí. Zhan se extrañó por eso pero respetó su decisión así que se marchó.

Haciendo su camino por los fríos pasillos, los ojos escarlata no abandonaban su mente, eran tan extraños y a la vez majestuosos que llamaban inevitablemente su atención. Acabó llegando a su destino sin darse cuenta.

Se pasó la hora para comer en silencio, recordando la charla anterior con Yibo. Pese a lo joven que parecía, en realidad dominaba una gran variedad de temas que Zhan a duras penas estaba empezando a conocer. Sabía desde historia hasta literatura y muchos otros. Disfrutó tanto de su plática que casi se olvida de tenía que ir a consumir sus alimentos en el tiempo establecido. A decir verdad se sorprendió por ello, pues nunca las horas se pasaron tan rápidamente.

Por aquí terminó su comida, se levantó casi de inmediato y se encaminó hacia la fuente trasera donde dejó a Yibo, pero no lo encontró, así que miró alrededor sin éxito en la búsqueda. Se sentó dispuesto a esperar, supuso que no tardaría en llegar y seguramente lo buscaría ahí, sería más fácil de esa forma que ir a buscarlo y separarse más en el camino. No tuvo que aguardar demasiado cuando sintió un par de manos en sus hombros, se exaltó ante el repentino contacto, una risa ligera se escuchó detrás de él.

—No esperé que se fuera a asustar, lo siento —la grave voz fue reconocida de inmediato.

—Yibo, te estaba buscando —suspiró y se levantó.

—Lo siento, al final me dio un poco de hambre. Fui a buscar comida.

—Oh, pudiste buscarme, podríamos haber comido juntos.

—No quería causar molestias, no fue complicado conseguir algo de comer —se encogió de hombros restando importancia al asunto.

—Sí tú lo dices, pero realmente no hay problema.

—Es muy amable, Zhan-ge —al escuchar ese apodo su cuerpo entero se congeló, sus labios se sellaron y sintió un escalofrió subir por su columna vertebral.

—Ese nombre... —su voz tembló.

—Ah, me dijo que podía llamarle como quisiera. Solo se me ocurrió. ¿No le gusta? —Ladeó la cabeza al hacer la pregunta.

—Oh no, no es eso. Lo siento, solo recordé algo —llevó una mano a su sien cuando una punzada recorrió su cabeza al recordar ese sueño.

—Entonces, ¿puedo seguir llamándolo así?

—Ah, sí claro —se forzó a sonreír.

—Me alegra —regresó el gesto y mostró los blancos colmillos. Xiao Zhan se quedó anonadado al ver aquello, pero se dejó llevar por el gesto e ignoró lo demás.

Le mostró la iglesia y los alrededores a Yibo, sumergiéndose en su propio mundo. Se sentía encantado al ver como el chico le miraba atentamente, lo escuchaba y parecía no perder detalle de lo que decía. Sin darse cuenta la tarde se pasó rápido y la noche llegó a cubrir la ciudad. Todos los miembros de la iglesia dormían temprano, no había excepciones. Xiao Zhan lo sabía, pero no quería dejar al joven tan pronto. Caminaron lentamente hacia la parte donde estaban los cuartos.

—Lo siento, no quisiera dejarte, pero son las normas de todos nosotros.

—No se preocupe Zhan-ge, está bien. Yo igual estoy un poco cansado, quizás no tarde demasiado en quedarme dormido.

—Si quieres o necesitas algo, puedes decirme. Oh, iré a traerte un poco de agua —dijo y salió del cuarto para ir a la cocina donde buscó una jarra no muy grande y un vaso.

Se hizo camino entre los oscuros pasillos apenas iluminados gracias a las opacas luces que estaban repartidas por lo largo del sitio. Miró hacía afuera, dándose cuenta que la luz plateada que bañaba los jardines se volvía cada vez más tenue; la luna menguante se acercaba y muy pronto la luna nueva. Continúo su camino hasta llegar a la habitación que le había prestado al chico. La suya propia estaba justo al frente, hasta hace poco que no se percataba de eso. Tocó ligeramente la puerta de madera, pero al no recibir respuesta pensó que quizás el chico estaría durmiendo. Abrió con tal de entrar y dejar el agua en la mesita de noche. Una vez se vio dentro de la habitación ahogo un grito y casi tira la bandeja donde llevaba las cosas.

—Oh, Zhan-ge. Lo siento, no debí escuchar cuando tocó —Yibo se giró hacia él, con el torso desnudo y la cremallera del pantalón abierta. Su piel era blanca, casi pálida y en su abdomen se marcaban las líneas de sus músculos de forma bien definida.

—No yo lo siento, debí tocar más fuerte. Te traje agua la dejaré aquí. Bueno, si necesitas algo mi habitación es la de enfrente, buenas noches —se despidió de manera rápida y dio media vuelta dispuesto a irse, cuando sintió algo rozar su cuello. Los pequeños cabellos de su nuca se erizaron.

—Zhan-ge, tenía una pequeña pelusa en su ropa —añadió sonriente y mostró la pequeña bolita blanca.

—G-gracias —su tartamudeo le incomodó pero al contrario pareció no importarle.

—No es nada, descanse, Zhan-ge —su voz salió suave, como un susurro. El nombrado salió con prisas de ahí sintiendo su rostro arder.

Corriendo hasta el baño lavó su cara con agua fría, casi helada. Alzó el rostro aun escurriendo con gotas cristalinas. Buscó regular su respiración y se secó al tiempo que trataba desesperadamente de olvidar las escenas vividas hace nada.

—Ese sueño debe estar afectándome más de lo que imaginé, quizás debería confesar... no, no quiero causar tanto alboroto solo por eso. Debo calmarme por mi cuenta —se dijo dando profundas respiraciones antes de empezar a alistarse para dormir.

El reloj marcaba las doce de la noche, el silencio inundaba cada rincón del lugar y en la misma habitación que la noche anterior, nuevamente un joven sacerdote se removía inquieto haciendo un desastre con las sábanas blancas.

Otra vez no veía nada, el calor quemaba su cuerpo y ya podía sentirse bañado de una ligera capa de sudor. Sus muñecas continuaban amarradas, pero al menos ahora no colgaban sobre su cabeza.

De pronto unas manos tibias le acariciaron. Se quedó inmóvil, pensando que si no reaccionaba la otra persona se detendría, pero no era así al contrario, parecía que disfrutaba de su miedo. Las caricias bajaron por su abdomen acercándose a una zona prohibida para él. Cerró sus piernas en el acto pero eso no detuvo el recorrido lascivo por su cuerpo.

Tembló cuando las manos se pasearon por sus muslos y se acercaban rozando la zona de su trasero sin llegar a tocarlo. Se encogió en su lugar, siendo consciente por fin de la textura suave sobre la que se encontraba. Sus piernas fueron separadas dejándolo expuesto por completo. Se avergonzó y trató de zafarse del agarre sin éxito.

Mientras sus tobillos eran tomados con fuerza dio un respingo cuando unos labios hacían un camino de besos por su pierna izquierda hasta llegar de nuevo a los muslos. Temblaba ante cualquier contacto que percibía, todo era nuevo para él y por ende se asustaba ante lo más mínimo. Cuando la sensación de unos dientes enterrándose en su piel se hizo presente, un espasmo asaltó su cuerpo. Soltó un jadeo sin querer. Para cuando se dio cuenta la vergüenza fue grande.

—Qué lindo sonido —susurró aquella voz que erizó su cuero cabelludo —. Eres adorable, Zhan-ge —de nuevo ese sobrenombre. La imagen difusa de una persona se dibujó en su cabeza, mas no supo identificar quien era.

El cuerpo contrario trepó por el suyo y pronto se encontró percibiendo aquel calor ajeno. Notó como este se inclinaba sobre él, trató de empujarlo con sus manos; en el momento que llegó a sentir aquella ardiente piel en sus dedos se petrificó, no por el hecho del toque, sino por el fugaz pensamiento que tuvo cuando notó la firmeza del cuerpo.

Quería tocar más.

Asustado buscó quitar sus manos pero sus intenciones se vieron interrumpidas cuando la otra persona le sujeto por las muñecas llevando de nuevo sus extremidades hasta donde estaban.

—Zhan-ge, tus manos son tan suaves. ¿Quieres tocar? —Deslizando las puntas de sus dedos con la ayuda del sujeto acarició cada línea del abdomen. Tenía buen cuerpo.

—D-déjame, no debo hacer esto... no puedo...

—No poder y no querer son dos cosas distintas, ¿acaso no querías esto? —Él murmuró más cerca de su oreja esta vez.

—¡Dios mío, déjame! —Escuchó un gruñido molesto ante sus palabras.

—Muy pronto gritarás mi nombre, Zhan-ge, recuerda esto, desde ahora eres mío.

Dando un grito sus ojos se abrieron de golpe encontrándose con el techo de su habitación. Tomó profundas respiraciones buscando desesperadamente calmarse. Ese sueño se había sentido incluso más real que el anterior. Se sentó con la idea de beber un poco de agua y fue ahí cuando notó un bulto alzarse en las sábanas, más específicamente, en la zona de su entrepierna. Temiendo confirmar sus sospechas alzó la blanca tela con manos temblorosas, en efecto, tenía una erección. Miró a otro lado sintiéndose abochornado.

Tener algo como eso en la casa de su Dios; si alguien se enteraba de aquello lo expulsarían de inmediato y sería tachado de herejía. ¿Qué debería hacer? Con el rostro pálido se levantó y caminó hacia la ducha, abrió la llave de agua fría y despojándose de sus ropas se metió bajo la regadera. El choque de temperaturas le hacía tiritar mientras buscaba desesperadamente ver hacia otro lado que no fuera el problema entre sus piernas.

Cuando se sintió más relajado buscó una toalla para secarse, notando al fin otro detalle, uno que le causó aún más pánico que el anterior. En su muslo izquierdo, muy cerca de su miembro, la marca de una mordida pintaba de rojo su blanca piel.

—Eso fue un sueño, fue un sueño —se repetía deslizándose por la pared hasta quedar sentado en el suelo de baldosas.

Los recuerdos le asaltaron, como era tocado por aquellas calientes manos recorriendo cada rincón de su cuerpo, los labios en su piel, los susurros de su voz tan profunda y la textura de su bien marcado cuerpo. Todo lo golpeó tan intensamente que su miembro se encontró arriba de nuevo. Las sensaciones eran tan buenas, nunca en su vida había experimentado algo igual. Su cuerpo se mantenía virgen y juró que siempre seria así, mas ahora ya no sabía qué hacer. Deseó inconscientemente ser acariciado otra vez, pero no por cualquier persona, quería a ese ser de sus sueños.

Sin percatarse de ello su mano se movió hacia su erección y con cierta inexperiencia comenzó a tocarlo, sin dejar en ningún momento de recordar las caricias que le fueron dadas. Mordiendo su labio para amortiguar los extraños sonidos que querían escapar de su boca llegó pronto al climax. Estaba haciendo algo indebido para él, algo que le habían prohibido, lo sabía, pero se sentía tan bien que poco le importaba ahora.

Por el otro lado, una persona observaba atentamente las acciones de Xiao Zhan. Una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Así que no eras tan inocente como pensaba, Zhan-ge.

Al día siguiente Xiao Zhan apenas podía mantener la mirada a Yibo y prácticamente a cualquiera que se le cruzara por el frente, ni siquiera en misa se sentía tranquilo, lo que es más, un sentimiento de culpabilidad lo invadía a tal punto que no soportaba estar más tiempo ahí. Era peor considerando como esos sueños se repetían de forma seguida haciendo que a la mañana siguiente despertara con ese inconveniente abultando sus ropas.

Pasar tiempo con Yibo era lo único que medianamente le tranquilizaba pues distraía su mente, sin embargo al mismo tiempo le inquietaba al no poder evitar recordar la noche que lo vio semi desnudo haciéndole sonrojar. En el más mínimo momento que bajaba la guardia ya se encontraba deseando tocar ese cuerpo, era tan parecido a la imagen mental que se había creado de la persona de sus sueños. Cuando se daba cuenta de sus pensamientos se regañaba a sí mismo y buscaba cualquier excusa para alejarse del chico. Ni siquiera se sentía cómodo pidiendo perdón a su señor, solo se aislaba hasta que se calmaba.

Cuando Xiao Zhan caía más en cuenta que se acercaba a un punto sin retorno, eso en cierto modo le preocupaba, aunque por otro nunca se sintió más libre. Siempre amó su religión y todo lo que ello conllevaba, mas el pensamiento de que se encontraba en una pequeña caja limitado a varias posibilidades siempre le daba la sensación de ahogarse.

Paseando por la biblioteca donde había dejado a su joven invitado, miraba a los alrededores, pasó su mano por los lomos de los libros. Debía admitirlo, ya no era digno de permanecer ahí. Tenía que encargarse de varios detalles antes de retirarse, sería demasiado trabajo, pero al menos le daría tiempo también a Yibo de encontrar otro sitio donde hospedarse. Se supone que solo se iba a quedar en la iglesia una noche, pero esa única ocasión se acabó alargando más de lo planeado.

—Zhan-ge —la voz detrás de él lo asustó. Sobre todo cuando encontró cierta similitud entre la del chico junto a él y la del ser de sus sueños.

—Yibo, ¿qué pasa?

—Ha estado bastante extraño estos días, eso me preocupa un poco.

—Oh, no esperé ser tan obvio, lo lamento —se apenó y bajó la mirada sonriendo.

—¿Necesita algo? ¿Quiere hablar?

—Oh... no es algo tan fácil de hablar, pero creo que sería bueno intentarlo. Sabes Yibo, esto es extraño, pero me siento muy cómodo contigo.

—Eso me alegra, Zhan-ge —lo vio sonreír y su corazón dio un vuelco al ver ese gesto en sus atractivas facciones. Recientemente había recapacitado demasiado en eso. La primera vez que se vieron, lo que llamó su atención de forma inmediata fue el tono carmesí de sus ojos, por lo que hasta hace poco pasó por alto el hecho de que el joven era en realidad bastante apuesto.

Se preguntó cómo reaccionaría si llegaba a alagar su belleza. Al ser alguien como él quizás se limitaría a sonreír sin hacer más grande el asunto, tal vez por cortesía o por el hecho de que era un hombre quien se lo decía no encontraría necesario hacer más largo el tema. Quizás si fuera una mujer hermosa como la del otro día él tomaría una actitud coqueta y atrevida. En su mayoría eran suposiciones, ya que no había podido ver más facetas del chico encerrados en la vieja construcción.

De repente cayó en cuenta que en esos días no habían salido del sitio. La inquietud de que el joven se aburriera ahí lo asaltó de pronto. Si llegaba a ser ese el caso, entonces era más preocupante aún, ya que a lo mejor por amabilidad el contrario nunca se quejaba. Miró dudoso hacía Yibo que permanecía frente a él y después admiró la biblioteca del lugar. Un largo suspiro escapó de sus labios. Ya se estaba resignando de todas formas, así que no pasaba nada si decidía hacer algo por voluntad propia.

—Yibo, ¿te gustaría salir?

—¿De acuerdo? —Se extrañó por la repentina invitación, pero terminó aceptando.

—Bien, solo debo encargarme de algunas cosas y podremos irnos, quizás termine tarde. Por lo mientras, ¿por qué no piensas en algún lugar al que te gustaría ir? Lo que sea estará bien para mí.

—¿De verdad, dónde sea? —Una sonrisa traviesa asomó en sus labios y Xiao Zhan ya empezaba a arrepentirse al no saber de qué sería capaz el chico, pero tampoco quería hacerse para atrás, así que tragando duro asintió —. Bien, entonces iré a recorrer un poco la ciudad antes de decidirme, volveré pronto, Zhan-ge.

Cuando el menor se despidió y tomó rumbo a la salida, Xiao Zhan no lo perdió de vista hasta que atravesó la gran puerta de madera vieja. Se preguntaba donde lo llevaría y que tan bueno fue dejar que el chico escogiera el lugar. Negó con la cabeza colocando uno de los libros que cargaba de vuelta al estante, debía terminar con todos sus pendientes antes de la noche.

Saliendo de la oficina del sacerdote principal se quedó un largo rato admirando la puerta de madera tallada a mano. Recordaba el primer día que puso un pie ahí y como fue aceptado, toda su vida desde hace años se había basado en devoción a esa iglesia, a esa religión.

—Ya no soy merecedor de estar aquí —llevó su mano a su pecho y arrugó la tela de su sotana. Suspiró largo antes de irse a su habitación y recoger sus cosas.

La noche había llegado, para ese momento Xiao ya estaba preocupado de que Yibo no llegase. Cuando ya se estaba planteando la idea de ir a buscarlo, alguien tocó a su puerta. Se levantó en el acto para abrir y encontrarse con la ya conocida sonrisa del menor.

—Creí que te habrías perdido —suspiró aliviado.

—Lo siento, solo que no encontraba un buen lugar, pero ahora supongo que ya podemos irnos.

El mayor se limitó a asentir y salió detrás del chico, miró de reojo al cuarto que había quedado totalmente limpio luego de que se pasara la tarde limpiando.

Caminaron por las calles iluminadas gracias a los letreros y postes de luz repartidos por el sitio. Se mantenían sumergidos en una plática amena que surgió entre ambos al poco rato de salir de la iglesia. Xiao Zhan disfrutaba de la ventisca fría que golpeaba su rostro. Sus ojos mantenían la atención en el joven de su lado. En medio del ambiente nocturno, el contrario parecía tener un aire de misterio más de lo habitual, que hacía imposible no dirigirle al menos una mirada.

Estando tan centrado en la plática que apenas si era consciente del lugar por el que iban. De repente un aroma a alcohol llegó flotando a su nariz cuando Yibo abrió la puerta de uno de los locales. Saliendo de su ensimismamiento se dio cuenta al fin de donde estaban.

—Umm... este lugar —nervioso miró dentro, no parecía tan malo como se imaginó. La música era suave y todo parecía limpió y tranquilo.

—Está bien, Xiao Zhan, ya he venido antes aquí, no es un mal sitio —el nombrado le miró aún con duda. Cuando sus ojos se encontraron, Yibo sonrió y entró con calma.

Como si esos orbes de rubí le hubieran hipnotizado, Zhan le siguió rápidamente alejando todo sentimiento de duda en él. Viéndose adentro, buscaron una mesa donde estarían tranquilos. Notando como el mayor no tenía intenciones de ordenar algo, decidió hacerlo por él.

—Yo... no soy muy bueno con el alcohol... —dijo dudando al ver el vaso con un líquido ámbar —. Más bien, nunca he bebido.

—Tranquilo, empieza despacio —sonrió dando un trago a su vaso.

—Lo dices tan fácil, parece que estás bastante acostumbrado —reprochó desde su lugar.

Al final Xiao Zhan se animó y dio el primer trago. La bebida lejos de sentirse refrescante fue más bien como si le quemara la garganta y le diera una sensación de calor. No le desagradó, pero si le tomó desprevenido, después de todo era la primera vez que bebía algo así. Al final volvieron a hundirse en una plática, no era un tema en específico más bien saltaban de uno a otro, pero nunca perdían el hilo de la conversación. El mayor estaba tan metido en el ambiente que acabó bebiendo más de lo que planeaba. Yibo solo lo miraba sonriente.

Al final el reloj acabó marcando las diez de la noche, hora para la cual Xiao Zhan ya estaba bastante ebrio, no lo suficiente como para ser inconsciente de sus acciones, pero si llegaba al nivel de tambalearse al caminar.

—Yibo... —escuchó su nombre en ese peculiar y gracioso tono de una persona ebria.

—¿Sí, Zhan-ge?

—Yo dejaré la iglesia...

—¿Habla en serio?

—Sí, ya no puedo estar más ahí.

—¿Por qué?

—Porque tengo pensamientos que no debería de tener —estaba hablando sin reflexionar en sus palabras.

—¿Por ejemplo? —Se acercó más al contrario, este no hizo esfuerzo por moverse, al contrario miró el rostro del menor a detalle.

—¿Te molestarías si te dijera que tu rostro es muy atractivo? —Una risa ronca escapó de los labios de Yibo.

—No, en realidad me siento muy alagado —los rojizos ojos conectaron con los ajenos.

Xiao Zhan no podía dejar de ver al joven, recorriendo cada línea de su rostro llegando a notar recién el par de pendientes con forma de cadena que colgaban de sus orejas. Sintió deseos de tocarlos pero eso no se comparó al momento que su mirada viajó hasta los labios entreabiertos del chico. Estaban tan cerca que podía sentir como sus respiraciones chocaban y se mezclaban. Quería acercarse más, cortar de tajo esa insignificante distancia entre los dos, pero no se atrevía. De repente se sintió mareado así que se alejó.

—Lo siento, no me encuentro muy bien.

—Está bien, pediré la cuenta y nos iremos —añadió tranquilo poniéndose de pie para ir a pagar.

YiZhan.Where stories live. Discover now