Día Uno: ¿Y quién eres tú?

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Podía sentir un dolor agudo recorriéndolo como si de su propia sangre se tratase. Hizo un esfuerzo casi sobrehumano para poder abrir uno de sus ojos, se sentía pesado e inútil, pero apenas un destello de luz blanquecina encontró su retina, no pudo evitar que su ojo lagrimeara y pestañear varias veces; esta vez abrió ambos orbes. Lo primero que focalizó fue toda una superficie blanca, por un momento tuvo la loca idea de que sea lo que sea, era infinito. Pero luego pudo notar que era tan solo un techo simple, blanco y sin detalles; movió ligeramente la cabeza y, cómo no, sintió como si lo atravesaran mil espadas y el aumento de sus nauseas. Sin embargo, pudo observar mejor el lugar, las paredes eran igual de blancas pero los bordes que recorrían los muros en lo más alto y lo más bajo de estas eran beige, el piso se parecía a un material semejante a un mármol blanco-grisáceo; sin lugar a dudas todo aquello se asemejaba a una sala hospitalaria; sin contar que se encontraba en una camilla relativamente cómoda y que a su lado unas simples cortinas de terciopelo rojo como el vino tinto lo separaban, de lo que suponía que era su nuevo compañero de cuarto. Como si hubiera sido invocado por algún viejo hechizo de magia oscura, un muchacho uno o dos años mayor que el propio Michael abrió las famosas cortinas de par en par; llevaba una bata de un color horriblemente verde lima brillante envuelta en su cuerpo firme y de hombros anchos, también unos pantalones al mejor estilo de la yoguineta gris oscuro que combinaba exóticamente con sus ojos negros y piel pálida. Obberful no pudo evitar notar los largos dedos de pianista; su instrumento favorito. Ni la sonrisa deslumbrantemente blanca y de oreja a oreja del joven; si le preguntaran, pues el chico no parecía tan enfermo que el supusiese.

-Hello there, soy Chris, Chris Torrens- Dijo al que ahora Michael podía denominar como Chris; este mismo fue un poco maltrecho, pero sin ahogar su expresión alegre, hasta la silla de frío metal que se encontraba al lado de la cama donde se encontraba postrado el de orbes verdes – ¿Y quién eres tú?- Respondió animado pero luego pareció que algo se reveló ante sus ojos –Claro, claro- Dijo haciendo gestos para restar importancia a algo que Obberful no estaba comprendiendo –Me olvide que eras nuevo, ya sabes, cinco días en coma temporal en este lugar se convierten casi en cinco décadas. ¿Puedes hablar o todavía no? Por lo que veo estás hecho polvo, y no en el buen sentido- Comentó con una sonrisita traviesa, luego repasó con su oscura mirada los daños en su cuerpo y le tomó tres segundos deliberar –Todavía tienes tres costillas partidas, un brazo roto y dos dedos de la mano también; sin contar que uno de los tendones en tu cuello se desgarró, al igual que se te esguinzó tu pierna derecha. En efecto, un golpe duro. Pero supongo que como todo aquello es en pequeñas proporciones solo te tardaran un mes en curar, quizás dos ese brazo aunque seguirás teniendo el alta en treinta, treinta y un días; nada de esto te imposibilita hablar sin embargo no te recomiendo mover mucho ese cuello- Michael sabía, por el dolor en ciertas áreas, que el chico estaba en lo cierto; eso no explicaba cómo el otro lo sabía ya que era consciente de que su cuerpo estaba repleto de vendas pero también estaba tapado con las mantas hasta el cogote.

-¿C-Cómo sabes…todo esto?- Su voz sonaba ronca, frunció el ceño; la próxima vez que caiga en coma solo zarandéenlo, no le gustaba acostumbrarse a los músculos entumecidos y la voz vacilante por la garganta seca.

-Siempre me interesó la medicina, desde que me internaron a los seis hasta mis recientes diecinueve y al estar tanto tiempo observando gente entrar y salir del cuarto al lado mío de todas las formas posibles y con todas las enfermedades o lesiones existentes, pues…me siento bastante dentro de la materia, ¿no lo crees…?-

-Michael, Obberful Michael- Dijo esta vez sin titubear, acostumbrando su voz.

-¿Michael?- Intentó comprobar proclamar su nombre Chris.

-Michael- Le siguió el juego el estudiante.

-Magnifico nombre, Honey- Exclamó con una sonrisa socarrona el de cabellos tan negros que igualaban sus ojos; el castaño demostró abiertamente cuánto aborrecía el meloso tono y nombre con el que lo había llamado su acompañante.

-¿’Honey’, en serio?- Preguntó entre escéptico y hastiado por tanta azúcar.

-Era ese o ‘Mich’, te intente buscar otro pero solo tenía Mich o Mial decidí acortar un poco más y dejarlo en Miel, pero en ingles suena más estético- Michael torció los labios.

-Prefiero Mial- Dijo rotundo.

-Pero yo no- Contestó alegremente su compañero de piso mientras se paraba y daba media vuelta marchándose con algo de dificultad -¡Un gusto ser tu nuevo amigo, Michael Obberful! Y te recomiendo, Honey, que empieces a intentar dormirte o fingir hacerlo, no creo que a Layra, nuestra enfermera, le apetezca ver tu cuello en una posición diferente porque quisiste hablar- Michael cerró sus ojos con pesadez, no le importaba lo que esa tal Layra o Chris pensaran si seguía despierto pero se sentía exhausto de todos modos por lo que se obligo a dormir; esa vez logró soñar algo. Estaba sentado, inmovilizado. Y de repente apareció, era él, con los lacios cabellos tan negros y profundos como sus ojos, su despampanante piel nívea le quemaba la propia al rozarse sus manos en un saludo amistoso. Por un momento sintió como todo pesar se iba; pudo pararse. En su mente resonó una voz melodiosa y juvenil; simplemente encantadora:

‘Dime, Honey, ¿y quién eres tú?’

Pero no logró contestarle ya que podía notar distintos tipos de luces penetrar sus parpados y variados sonidos encontraban el camino a sus orejas; se removió ¿Cuánto abría dormido? El atardecer de la ventana le dio su respuesta y las palabras que antes lograba escuchar, cesaron pero estaba lo suficientemente despierto como para escuchar los murmullos enojados de lo que parecía una mujer cuarentona.

-¡Christian Alan Torrens!- Siseó por lo bajo la mujer, el castaño podía jurar sentir como el mencionado se encogía sobre sí mismo ante el tono firme y amenazador –Tienes que hacerlo. Trágalas y dame ese brazo- ¿Trágalas? ¿Dame ese brazo? ¿Qué sería aquello que tan entretenidos los tenía?

-No quiero, no voy a permitir que te acerques de nuevo con esa cosa; y esta vez lo digo en serio, Layra- Así que aquella cuarentona era Layra. Michael se permitió abrir apenas un ojo caramelo; pero solo con eso bastó. Obberful clasificó a Layra, efectivamente, como una cuarentona muy bien cuidada para su edad, era alta y rubia oxigenada ya que tenía a la vista las negras raíces de su cabello, el cual se encontraba prolijamente atado en una coleta alta. Usaba un sobretodo color celeste y crema que hacía juego con su piel morena y ojos pardos mientras que movía un pie con insistencia por lo que sea que Chris no quisiera aceptar hacer.

-Vamos, y hoy te traigo dos postres, ¿qué dices?- Torrens se lo pensó mejor, la comida del hospital no era especialmente abundante, y luego de catorce años de experiencia, sabía que debía aprovechar todas las oportunidades posibles. Terminó suspirando débilmente, dejándose caer con malestar en la cama y extendiéndole el brazo derecho a la enfermera; había durado un milisegundo pero Michael había podido captar la cara de sufrimiento de Chris cuando este tocó, un poco brusco, el tablero de la cama con uno de sus costados. ¿Qué clase de enfermedad tendría Christian? Porque era evidente que lesiones, al menos visibles, no tenía.

-Ya, ¿contenta? Ponla de una vez- Layra le sonrió tristemente, tomó su brazo con delicadeza y empezó a prepararlo correctamente para una inyección en una vena central. Mientras, el azabache se tomaba seis tipos de pastillas diferentes, todas le causaban un rostro de asco u horror distinto en sus facciones, pero al mismo tiempo todas parecían doparlo.

-¿Volviste a toser o vomitar?- Peguntó con una voz tan serena que a Michael le costaba entenderle las palabras a los tres o cuatro metros de distancia que se encontraban – ¿A…decaer?

-Obliadente, dio… ¿Obvialente?- Dijo frunciendo el entrecejo -Nahh, nahh…O…bvia…men…te- Contestó de forma lenta, pausada, como si todos los músculos de su boca se encontraran pastosos y ralentizados; luego soltó una larga carcajada pero en sus ojos solo había terror y confusión. Su pupila estaba tan aumentada que Obberful pensó que le ocuparía todo el ojo. Layra inyectó el liquido verde moho en la vena más gruesa y le sonrió melancólica –Nahh…llo…res…Lay- La mujer soltó una carcajada pequeña y le acarició los cabellos con una envidiable aura materna, seguramente llevaban tanto tiempo juntos en ese hospital que se habían hecho amigos, pensó Michael.

-¿Sabes? Algún día vas a curarte, Chris y podrás hacer lo que quieras- Con esas palabras paso a revisar al castaño, este no fingió desperezarse ni nada por el estilo, y Layra pareció no estar tan charlatana como hace rato.

31 Días en CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora