Una Vez Más

CAPÍTULO ÚNICO

No sé lo que sea esto, se sentía tan real.
¿Esto era un sueño o una pesadilla?

Miré a mi alrededor, estaba en mi oficina donde siempre me quedaba hasta tarde a trabajar.
Papeles tirados en el suelo, manchados de tinta o llenos de letras con las miles de propuestas.
Aquello me tenía tan agotado, ya ni sabía si estaba dormido, despierto o medio despierto.

Algo llamo mi atención, corrección 'alguien'.

Y ahí lo vi, lo veía.
Lo veía a él.
Frente a mí a unos cuantos pasos de mi escritorio.
Froté mis ojos con desesperación pero él seguí ahí. Una sonrisa se dibujo instantáneamente en mi rostro, mis ojos semivioletas empezaban a picarme y no sabía el porqué.

Ahí esta él.
El dueño de mis suspiros.

Tan hermoso como siempre, con sus rizos medio rubios algo rebeldes causando que se vea tan adorable con un aire de niño pero a la vez tan apuesto, uno de mechones caía en su bello rostro blanco, el cual si bien lo recordaba tenía pecas casi impredecibles.
Sus ojos azules aún despertaban sentimientos en mi interior y solo bastó una mirada para que logre estremecer mi ser de una manera única.

Nunca me había sentido tan indefenso.

Dudé un segundo en ir hacía él pero al final terminé acercándome, a pasos lentos pero seguros. Mis manos sudaban aún que no era la primera vez que lo veía en...
mis sueños.

Tenía miedo,
Miedo a que desapareciera.

Cuando estuve cerca de él, estiré mi mano con algo miedo, miedo a que desaparezca de mi lado y sienta ese vacío de nuevo.

No quería aquello.

Lo observé un minuto más su rostro mientras quitaba ese mechón poniéndolo trás de su oreja, pero este volvió a su sitio.Era un mechón rebelde como su dueño.
Esa pequeña acción nos causó una pequeña risa, a ambos.
Me tomé el tiempo de observarlo nuevamente, se veía igual que años atrás, como la última vez que lo vi en aquella guerra.

La vez que lo perdí todo y no lo sabía.

Lágrimas salados salían de mis ojos, y no de tristeza eran de felicidad y satisfacción. Después de tantos años... me sentía completo con solo tocar el rostro de mi querido J.

Él estaba aquí.
Conmigo.

Sus ojos azules como el cielo brillaban con decepción pero al mismo tiempo con amor, el amor que necesitaba en ese momento.

¿Ya se enteró de mis errores?

Parece que sí... pero él no parecía juzgarme, solo me regaló una sonrisa de amor y posó sus manos en mis mejillas, acariciandoles lentamente como si en algún momento fuera a romperme.
Como si fuera de porcelana.
Ahí sentí como con sus manos tocaban mi marchito y frágil corazón.
Él tenía mi corazón en sus manos.
Y espera que no lo deje caer...

Mi corazón se volvió a llenar de vida y de confianza, de amor.

No es que despreciará el amor de mi amada Eliza pero él...

Es una situación tan difícil.

Toqué su rostro cuando este quitó sus manos del mío, estaba frío y un color rojo situaba sus mejillas. Era extraño sentir calidez pues la mayoría del tiempo estaba con una mirada gélida y distante, esta expresión solo la lograba cambiar yo con un par de besos en todo su rostro causándole más de una risa o algunas sonrisas.
Vi sus pecas, cuanto me gustaban estas. Parecería polvo de canela en todo su rostro y a la vez me imaginaba las estrellas.
Amo las estrellas.

Era hermoso, él es hermoso y aún lo es.

Admiré todo su rostro hasta llegar a sus labios, lo cuales tenían un ligero color coral, hace un buen tiempo que no se unían con los míos.

Años,
fueron años.

Tal vez, si pudiera, desearía...

Lo dudé un segundo más y sin esperar nada me acerqué a sus labios y uní nuestros labios en un beso, el cual necesitaba hace tiempo.
Nuestros labios bailaban uno sobre otro provocando que un choque de electricidad se paseé por todo mi cuerpo.

Después de tantos años me sentí como si volvierá a estar en el ejército.
En aquellos tiempos donde nos escondíamos de la sociedad que no entendía nuestro amor.
Imaginé que mi amado Laurens... seguía con vida.
Que ese horrible día no había pasado, que él aún seguí a mi lado.

"No es cierto", gritó mi subconsiente.

El beso fue corto pero suficiente para calentar de nuevo mi corazón, era todo lo que necesitaba en este momento.
Me sentía extrañamente completo.
Los dos terminamos con una sonrisa digana de enamorados en nuestros rostros.
Quisé volver acercarme para propinarle otro beso, él lo evitó y puso un dedo en mis labios.

Y él susurró algo:

Tómate tu tiempo, por favor espera.

Puso sus manos entre las mías y dejo un beso en ellas.
Sentía envidia de mis manos en aquel momento.

Y ahí de repente todo se desvaneció.

No estaba Laurens y sin él, no había nada.

Froté nuevamente mis ojos y sentí la realidad como un balde de agua fría.
Recordé todos los errores que estaba cometiendo y los seguía haciendo. Mis manos viajaron a mis cabellos pelirrojos jalandolos por la desesperación como si eso me diera una respuesta a mis errores.
Observé mi escritorio.
Ahí estaba el causante de mis problemas.
Y... ¿tal vez el fin de ellos?

'El Panfleto de Reynolds'

Antes de llegar a publicarlo escuché otra vez esa voz.
La voz de mi amado Laurens.

Lo siento, Jack.
Lo siento, mi querida Betsy.
No me queda tiempo.
Mi legado esta en juego.
Mi reputación esta en juego.
No puedo hacer nada más.
Escribir me llegará a salvar, lo sé.

¡ESPERA!

Hice caso omiso a esa voz y ese libro con casi 100 páginas el cual contenía el adulterío que había cometido con María Reynols, una joven de cabellos rubios y labios rojos provocativos.

El panfleto titulado el "Panfleto de Reynodls", fue publicado y leído por todo Nueva York.

Había miradas llenas de rabia, odio, tristeza, dolor.

Alexander Hamilton dejó a una chica como una ramera de cuarta.

Ella no tenía la culpa ¿verdad?

Lo aceptaba, él se había equivocado.

Quizó tocar el sol con sus manos y sus alas hechas de cera terminaron quemándose, y al caer al mar se ahogó en sus propios errores.

Si tan solo te hubiera hecho caso a la voz de la razón.
Ya es demasiado tarde.
El daño esta hecho... ya no había de que reflexionar.

Aún que ella me perdonó, yo nunca perdoné lo que había hecho.

Nunca me lo perdonaré.

Lo siento tanto pero estoy tan cansado.

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Editado el 28 de febrero de 2020.

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