Pensar en la muerte, suele suceder cuando te es tan cercana. Aunque no, necesariamente, en experiencias; tal vez sí, en lo que concierne a los parentescos difuminados.
La muerte como ausencia total; me resulta difícil de concebir. Queda mucho de los que parten en nosotros: sean recuerdos o valores. Y aunque suene retórico, mientras los tengamos presentes no terminan de abandonarnos o ausentarse. Me gustaría poseer una cosmovisión más andina; sentir la muerte como pudo sentirse usando el quechua, o al menos con la complejidad y el sincretismo de sus mitos. Pero me es imposible, solo puedo concebirla como una superposición de negación y continuidad; negación de una presencia física y continuidad espiritual; en suma, pienso, no dejamos de ser la continuidad de muchas personas que directa, o indirectamente, han influido en nuestra formación.
Con la muerte reciente de un familiar se van los últimos recuerdos de una vida en común de nuestros abuelos, con sus problemas y desavenencias, y seguro también con alegrías y momentos de una ternura andina. Tanto tiempo dejo de habitarse la vieja morada y en estas decenas de años, sin pensarlo, se fue desgajando nuestra memoria familiar, tan igual igual como se han derruido esas viejas paredes.
No tenemos otra realidad que el presente; siendo hijos del pasado, y padres del futuro. Solo queda mucho por corregir y en lo que mejorar, tal vez construir una nueva memoria; pero siempre orgullosos de lo que hicieron nuestros antecesores, sobre todo de los valores que nos inculcaron.
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Versos que emergen del camino
SpiritualBreves historias de inspiración surgidas de la meditación en la palabra de Dios. Son propias de una experiencia y meditación.