29.

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Alba.

Me dolía el pecho y la cabeza me daba vueltas. Olivia me miraba con los ojos rotos y yo me sentía desnuda, humillada, asqueada. Patética.

—¿A cuento de qué Olivia?—ella se encogió al oír mis palabras, habían sonado ásperas, frías, insípidas.

—No lo sé Alba, lo siento—su mano intentó contactar con la mía pero no llegó a hacerlo.

—¡No me toques!—grité y ella tembló. Quise pedirle perdón, pero no pude—. Creía que no serías capaz de hacerlo. Tenía tanta esperanza en esto.

—Fue un desliz Alba, por dios, perdóname, te quiero. ¡Te quiero!

—¿Un desliz?—solté una carcajada y una lágrima rodó por su mejilla—. Llevas riéndote de mí desde que llegué a este puto país, joder—golpeé la encimera con mi mano y me arrepentí al instante de haberlo hecho—. ¡¿Qué coño te pensabas que te iba a decir cuando me enterase de todo esto?! ¡¿Qué coño te pensabas que iba a pasar?!—ella no contestaba, se limitaba a llorar y yo quise escupir veneno.

—Lo siento.

—¡Deja de disculparte!—me llevé las manos a la cabeza y sollocé—. ¿Tienes idea de cuánto tiempo llevo pensando en ti? Todos los putos días desde que te fuiste Olivia, todos. No he podido dejar de pensar en ti ni en un puto minuto de mi vida. Pensar en si estabas viva, en cómo estarías, en qué estarías haciendo. Yo te quería tanto Olivia, era enfermizo, te tenía idealizada hasta tal punto que dejé de hacer las cosas por motivación propia, hacía cosas que sabía o, pensaba, que te podrían gustar. ¿Has vivido tú algo de eso?

—Yo--

—¡¿Tú qué?! Tú nada, tú no sabes lo que es eso. No sabes lo que es no tener ni puta idea de lo que le ha pasado a tu primer amor. Tú sabías que yo estaba en España, podrías haberlo intentado—suspiré y me encendí un cigarro, me acordé de Natalia y me dolió el alma—. Joder debería haberlo sabido. Tantos años y ni una llamada, ni un puto intento por saber donde estaba. Te sabías mi número, no te costaba nada intentarlo, el problema era que no te importaba... Pero qué tonta he sido—reí y me giré a mirarla, le di una calada al cigarro y noté que había empezado a temblar—. Eres detestable Olivia. Espero con toda mi alma que ella se de cuenta de la clase de persona que eres. ¿Cómo has sido capaz? Engañarme, sabiendo que estoy aquí por ti, joder. Dios mío—y estallé en lágrimas, temblaba y ella estuvo a punto de acercarse a mí, la frené.

—Alba, no hagas esto, por favor. Tenía derecho a rehacer mi vida.

—¡No tenías derecho a mentirme!—grité y ella apretó los labios.

—Lo sé, pero no era justo que después de tantos años la dejase a ella por ti, no se lo merece. ¿Es que no lo ves?

—¿Y se merece que la engañes? ¿Acaso vas a ir y le vas a decir: "Hey Adeline, I've been cheating on you for months (Hey Adeline, te he estado engañando por meses)"? Eres asquerosa. ¡No te acerques!

—Alba, por favor—sus ojos vidriosos y su voz rota fue mi última imagen de aquella casa. 

Salí de allí con mi monedero, dos cigarrillos y un mechero y corrí. Corría y no sabía si porque quería huir de allí o porque tenía miedo de lo que podía elegir. Unos minutos después pedí un taxi y recordé que me había dejado el móvil allí, pero no volví. 

Aquel día California sonreía. La gente estaba feliz y el cielo despejado. No había nubes en el cielo, no llovía. Sin embargo, a mí me parecía el día más triste de todo el año. El taxista me miraba inquieto, incómodo y, supongo que intrigado. No me importó.

Hilos. | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora