INTRODUCCIÓN

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—No voy a olvidar nunca el día en el que lo conocí, da igual los años que pasen—Natalia respiró hondo y miró al frente como queriendo buscar en el horizonte lo que en su interior no se hallaba—. Y lo quiero, de verdad, o... no sé, antes lo hacía—cerró los ojos y los volvió a abrir, mojados—. Ahora se ha vuelto algo complicado. 

Miki se acercó más a ella, como queriendo decirle que estaba allí, como siempre había estado. Sin condiciones y sin explicaciones. Pero aquello la morena ya lo sabía, no hacía falta reafirmar nada. 

—Lo he querido mucho—concluyó—. Pero cada vez es más y más celoso y más y más posesivo. Y...

—Y está Alba. 

Natalia suspiró, agachó la cabeza y volvió a mirar al frente tras cerrar los ojos más tiempo del que le hubiera gustado, como si verbalizar aquello lo hiciera real, más real de lo que se sentía dentro. Una sonrisa tímida quiso hacer acto de presencia pero la supo esconder en un tibio gesto de consolación. 

—Lo he querido mucho—volvió a repetir, como si las palabras de su amigo hubieran caído en el aire similar a una pluma, sin levantar sospechas—, pero no puedo dejar que alguien me controle mi vida, no después de él—a pesar de la mueca de dolor que se dejó entrever entre sus facciones, ella cambió de tercio—. No fue un gran drama la última vez, ¿por qué esta vez sería diferente?

—¿Tú la quieres?—su amigo hizo caso omiso a su pregunta y formuló otra en respuesta.

Y Natalia hubiera querido negarlo tajante, hubiera querido que no se le acelerase el corazón hasta el punto de sentirse caer en un abismo de sentimientos, hubiera querido una respuesta segura y negativa. Pero en su lugar no fue capaz más que de ofrecer un quejido ronco y un encogimiento de hombros. 

—No es lo que debe ser. 

—Eso es estúpido. 

—Se siente prohibido. 

—Nadie lo está prohibiendo. 

—Sé que no debe ser. No ahora—frunció el ceño y recapacitó, suspirando—, no nunca. No así. 

—¿No decías que no podías dejar que nadie controlase tu vida?—no obtuvo respuesta y entonces sentenció—: no sabes cómo se te iluminan los ojos cuando hablas de ella.

Hilos. | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora