Queriendo tomar un atajo esa noche, me adentro en los callejones del distrito Hummer, conocidos por la aparición de criaturas de la noche. Es más, esta ciudad, Altar, es famosa por eso. Dentro de su historia, la ciudad es un lugar sellado que las criaturas de la noche no pueden abandonar. Aun sabiéndolo, me pregunto por qué los humanos construyeron esta ciudad en este lugar.
Conozco solo un tipo de criaturas, los quirópteros. Seres parecidos a murciélagos de un metro con cabezas humanas. En el pasado ya me había encontrado con ellos y les hice frente con una pistola que mis padres, ejecutores, me heredaron. Aquel fue el único encuentro que tuve, y espero que lo siga siendo.
¿Por qué me adentro en una zona peligrosa? Por la confianza que me brinda el arma que llevo siempre conmigo. Y también por si me encuentro con un asaltante ignorante de mi nombre.
―Vaya introducción ―dije en voz baja mientras desecho en el suelo el último cigarrillo que me quedaba.
Mis pasos era el único resonar en todo el lugar, junto con mis latidos, me estaba inquietando. No, incomodando.
Me equivoco, el batir de unas alas sonaban detrás de mí. Sin dudar, apunte el arma a aquella dirección. Tres, no, cuatro quirópteros. Disparé apuntando su pecho, donde está su corazón. Siete tiros rugieron en el callejón. Solo falle dos veces.
―Maldición, ¿por qué otra vez?
De repente escuche el grito de una mujer camino más arriba. Corrí sin pensarlo dos veces.
Lo que me encuentro es a un viejo conocido, sacándole las tripas a una mujer de cabellera de un carmesí intenso, que iluminaba el lugar.
― ¿Qué estás haciendo, Mav?
―Oh, Eddy, eres tú. No me asustes tan de repente ―interrumpe sus acciones, mirándome con unos ojos inyectados en sangre―. ¿Y si me ayudas? Por supuesto que haré de la vista gorda, para que tu vida no corra peligro. Siempre y cuando olvides todo de esta noche. ¿Comprendes?
― ¿Qué dices? ¿Por qué estas dañando a esa mujer? No eres un ejecutor.
―Ayú-dame
―No le prestes atención a esta zorra.
Apunte mi arma a Mav. Él, con un gesto lleno de decepción, hace alargar sus uñas. Afiladas. Fue lo que pensé antes de que mi brazo derecho, que cargaba el arma, desapareciera de mi vista.
Tan rápido sucedieron las cosas que no pude reaccionar a tiempo. En un momento estaba apuntando a un amigo y al siguiente estaba tirado. Con temor, me encaminé de manera inevitable a aquella mujer, huyendo de Mav. Mi brazo y arma no las veía.
―Ay, Eddy, si tan solo no hubieras sido tan estúpido ―no ocultaba una sonrisa de satisfacción―. Si quieres seguir viviendo, arrástrate a mí y sé mi subordinado, digo, esclavo.
Sin creerme la situación, me seguía alejando de él. La adrenalina impedía que me desmayara.
―Ven a mí ―aquella voz femenina, cada vez más cerca, lo decía entre sollozos.
―No, Eddy, ¡no!
Mi consciencia estaba nublándose. Sentía como algo fluía dentro de mí hacia el antebrazo que me quedaba. Seco. Me estaba volviendo un saco de carne, seco. Mi existencia la sentía nublada y flotante. Liviana.
―Gracias.
...
Un fuerte dolor de cabeza me azotó al instante siguiente. Me levanté abruptamente de quien sabe dónde. Mi cabeza no paraba de dar vueltas. ¿Lo de anoche fue una pesadilla? Lo dudo.
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Nacido en las Sombras
FantasyCaminando entre callejones, en la meditabunda noche de Altar, Edwin Garret, un ex boxeador, se encuentra a dos figuras, una hiriendo a la otra. Debido a este incidente, se verá involucrado en una disputa política de una raza al estilo de los vampir...